viernes, 14 de diciembre de 2018

PEDRO




Una habitación en el barrio de Sierra, de la que braman los atronadores rugidos de Slayer. Un grasiento adolescente envía un correo electrónico. En menos de lo que dura el aleteo de una mosca, llega a un pequeño piso situado en el pueblo pescador de San Vicente donde Pedro disfruta de las maravillas de Mozart mientras resuelve unos excitantes problemas de física cuántica. De repente, recibe el mensaje. Lo abre y exclama:


Acto l:


PEDRO:           ¡Francis! ¡Ven!


(Aparece Francis.)


FRANCIS:         ¿Qué sucede? Más vale que sea importante, porque me pillas haciendo una sopa juliana para acompañar a las acelgas y no quiero que se me queme por una tontería.


PERDRO:         ¡Que sí! ¡Que sí! ¡Mira esto! ¡Lo que te dije! ¡Ese chico impresentable lo ha vuelto a hacer!


FRANCIS:         ¡Pedro, explícate, porque yo así no entiendo nada!


PEDRO:           Es ese Lucas, el del taller de escritura, que me ha vuelto a enviar el escrito a última hora, cuando ya lo tengo todo organizado, y encima tiene la soberana jeta de enviarlo en modo de escrito teatral.


FRANCIS:         No entiendo el problema, de verdad. Si sus escritos son cortos a la vez que fascinantes… Y tampoco veo nada malo en lo de que esté en formato teatral; de hecho, me parece muy original.


PEDRO:           El problema es que están llenos de faltas y errores gramaticales, y además son un tostón. ¿Qué diantres es eso de John Barandillo? Pero, respecto a lo de que este escrito en formato teatral, no lo pillas, ¿no?


FRANCIS:         Pues no. Como ya te he dicho, me parece original.


PEDRO:           No, si original es un rato. Pero fíjate en los personajes: somos nosotros. El muy cabrito se quiere saltar lo de leer y encasquetárnoslo a nosotros. Me recuerda a mi colega Miguel, el de bufete.


FRANCIS:         ¿El que fue expulsado de aquel juicio por retar al juez a un duelo de baile?


PEDRO:           Ese mismo.


FRANCIS:         Pues no sé, Pedro; me parece que te estas preocupando demasiado por esta tontería. Y yo me vuelvo a la cocina, que se me quema la sopa.


PEDRO:           Pero si las sopas no se queman, son líquidas.


FRANCIS:         Mira, Pedro, estás un poco raro. Cuando quieras comportare me llamas, que estoy en la cocina.


(Pedro se queda a solas corrigiendo el dichoso escrito. Empieza a ponerse nervioso.)


PEDRO:           (¿Cómo es posible que alguien escriba tan sumamente mal? ¿Y cómo se atreve a decir eso de Francis y de mí?)


(De repente, un olor le recuerda algo: que hoy, después de tan desquiciante tarea, tiene verduras para cenar. Y en ese momento, llega a su límite, no aguanta más; empieza a hiperventilar y, junto con su portátil, sale corriendo de casa).


Acto ll:


(Pedro corre por las calles de San Vicente hasta que consigue entrar en un bar.)


CAMARERO (Santos): Buenas noches, ¿qué desea tomar?


PEDRO:           Pues… No sé… ¿Qué clase de emparedados tiene?


CAMARERO:   Esto es un bar, no un taller de albañiles; pero si quiere poner las paredes a su casa, puedo llamar a mi primo José Antonio, que es la mar de eficiente.


PEDRO:           No hace falta. ¿Me podría poner un bocadillo y un cubata?


CAMARERO:   ¿Qué clase de bocadillo desea?


PEDRO:           ¿Tiene alguno contundente?


CAMARERO:   Bueno, le puedo preparar uno al que me gusta llamarle “Little Boy”; tiene huevos, chorizo, patatas, cinta de lomo y pimientos de padrón.


PEDRO:           ¿Eso es acaso posible?


CAMARERO:   Pídalo y a ver…


PEDRO:           Perfecto, póngamelo, para comer aquí. Y por cierto, respecto a lo del cubata, lo he pensado mejor: que sean dos, se avecina tormenta…


FIN

Lucas Nuño©

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