Una habitación en el barrio de Sierra,
de la que braman los atronadores rugidos de Slayer. Un grasiento adolescente
envía un correo electrónico. En menos de lo que dura el aleteo de una mosca, llega
a un pequeño piso situado en el pueblo pescador de San Vicente donde Pedro
disfruta de las maravillas de Mozart mientras resuelve unos excitantes
problemas de física cuántica. De repente, recibe el mensaje. Lo abre y exclama:
Acto l:
PEDRO: ¡Francis! ¡Ven!
(Aparece Francis.)
FRANCIS: ¿Qué
sucede? Más vale que sea importante, porque me pillas haciendo una sopa juliana
para acompañar a las acelgas y no quiero que se me queme por una tontería.
PERDRO: ¡Que
sí! ¡Que sí! ¡Mira esto! ¡Lo que te dije! ¡Ese chico impresentable lo ha vuelto
a hacer!
FRANCIS: ¡Pedro, explícate,
porque yo así no entiendo nada!
PEDRO: Es
ese Lucas, el del taller de escritura, que me ha vuelto a enviar el escrito a
última hora, cuando ya lo tengo todo organizado, y encima tiene la soberana
jeta de enviarlo en modo de escrito teatral.
FRANCIS: No
entiendo el problema, de verdad. Si sus escritos son cortos a la vez que
fascinantes… Y tampoco veo nada malo en lo de que esté en formato teatral; de
hecho, me parece muy original.
PEDRO: El problema es que están llenos de
faltas y errores gramaticales, y además son un tostón. ¿Qué diantres es eso de
John Barandillo? Pero, respecto a lo de que este escrito en formato teatral, no
lo pillas, ¿no?
FRANCIS: Pues no. Como ya te
he dicho, me parece original.
PEDRO: No,
si original es un rato. Pero fíjate en los personajes: somos nosotros. El muy
cabrito se quiere saltar lo de leer y encasquetárnoslo a nosotros. Me recuerda
a mi colega Miguel, el de bufete.
FRANCIS: ¿El
que fue expulsado de aquel juicio por retar al juez a un duelo de baile?
PEDRO: Ese mismo.
FRANCIS: Pues
no sé, Pedro; me parece que te estas preocupando demasiado por esta tontería. Y
yo me vuelvo a la cocina, que se me quema la sopa.
PEDRO: Pero si las sopas no
se queman, son líquidas.
FRANCIS: Mira,
Pedro, estás un poco raro. Cuando quieras comportare me llamas, que estoy en la
cocina.
(Pedro se queda a solas corrigiendo el dichoso escrito.
Empieza a ponerse nervioso.)
PEDRO: (¿Cómo es posible que
alguien escriba tan sumamente mal? ¿Y cómo se atreve a decir eso de Francis y de
mí?)
(De repente, un olor le recuerda algo: que hoy,
después de tan desquiciante tarea, tiene verduras para cenar. Y en ese momento,
llega a su límite, no aguanta más; empieza a hiperventilar y, junto con su
portátil, sale corriendo de casa).
Acto ll:
(Pedro corre por las calles de San Vicente hasta que consigue entrar en un
bar.)
CAMARERO (Santos): Buenas noches, ¿qué
desea tomar?
PEDRO: Pues… No sé… ¿Qué
clase de emparedados tiene?
CAMARERO: Esto
es un bar, no un taller de albañiles; pero si quiere poner las paredes a su
casa, puedo llamar a mi primo José Antonio, que es la mar de eficiente.
PEDRO: No hace falta. ¿Me
podría poner un bocadillo y un cubata?
CAMARERO: ¿Qué clase de bocadillo
desea?
PEDRO: ¿Tiene alguno contundente?
CAMARERO: Bueno,
le puedo preparar uno al que me gusta llamarle “Little Boy”; tiene huevos,
chorizo, patatas, cinta de lomo y pimientos de padrón.
PEDRO: ¿Eso es acaso
posible?
CAMARERO: Pídalo y a ver…
PEDRO: Perfecto,
póngamelo, para comer aquí. Y por cierto, respecto a lo del cubata, lo he
pensado mejor: que sean dos, se avecina tormenta…
FIN
Lucas Nuño©
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