Semblanza:
Tú, mi esposo, compañero y amante, fuiste, eres y seguirás siendo mi referente
en la vida.
Este
año entramos en el que celebraríamos nuestras bodas de oro, pero, como me
decías en el verso de nuestro veinticinco aniversario “Los vaivenes de la vida,
caprichosos, nos juntó”, también caprichosamente al otro lado te llevó. Te
necesitaba nuestro hijo; yo aquí sigo, quedándome con dos.
Con
tu carácter alegre y tu fe inquebrantable en Dios, me hiciste ser mejor. A
veces te sobraba genio, pero la balanza de la vida se inclinaba con mucho a tu
favor. A veces no quedaba más remedio
que anteponer el trabajo y, como marino de profesión, recorriste mucho mundo y adquiriste
mucho conocimiento de la Creación. Pero la familia era lo primero. La Navidad
fuera de casa, un suplicio; pero cuando se podía, un follón alegre y
bullanguero, que en tu recuerdo seguimos celebrando con animación.
La
vida sigue, ya con nietos, recordándote todos en las fotos que metí en álbumes,
haciendo un montón.
A
veces me decías que, si yo moría antes, te meterías a cartujo.
–¿Cartujo
tú? ¿Nada menos que cartujo? ¡Con lo que habla, Señor…! –te decía yo.
Sigo
junto al mar, ese que tanto amamos y que tantos sustos da, pero que aquieta la
mente cuando plácido está.
Pensaba…
Sentada en la roca,
La mirada perdida
Y en meditación sumida.
Pensaba…
Tantas cosas…
En nuestro amor, vida mía,
Mirando siempre en el agua.
Mª
Eulalia Delgado González©
12
Enero 2019
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