Acabo
de estar con amigas unos días en Menorca. Ya la conocía y había hecho
excursiones, pero esta vez cogimos un coche alquilado por cuatro días y
decidimos ir tranquilas a nuestro aire. Fuimos a Maó a ver el puerto, aparcamos
al principio y nos lo pateamos hasta el final. Ya lo conocí en catamarán y ahora
tengo las dos versiones, estupendas ambas, del puerto natural más grande de
Europa. Conocimos Fornells, otro precioso puerto pesquero y turístico, donde es
típica la caldereta de langosta y que quedaba cerca de donde estaba el hotel en
Arenal d’en Castell, y subimos a la torre defensiva. Cerca también quedaba el punto más al norte, el Cap de Cavallería,
con su famoso faro.
Descubrimos calas que no conocía, de
aguas cristalinas de color turquesa con sus praderas (mal llamadas algas) de posidonias, que son las
responsables de tal maravilla. Nos recomendaron Cala Galdana, un rincón
maravilloso; el pueblecito en miniatura de Binibèquer, rememorando un antiguo
pueblo de pescadores; Son Bou, con su playa grande y larga de arenas finas;
Cala Turqueta, Macarella, Cala en Porter, Cala Addaia…
Subimos al Monte Toro, la cima más
alta, desde donde se puede apreciar toda la isla. Te recibe un Sagrado Corazón
y una iglesia con maravillosos tapices (y un montón de antenas).
Tocaba ver la Cova d’en Xoroi al
atardecer para contemplar la puesta de sol. Impresiona donde está; es un
acantilado grandioso. Bajas y bajas escaleras, con terrazas imposibles, hasta
la Cova, en la que hay una sala de fiestas. Conseguimos por fin una mesa en una
terraza para tomar una “pomada” bebida típica, y entonces la vi: “LA CHINA”.
Se acercó a la barra una pareja
joven con una niña. Eran chinos y me quedé gratamente sorprendida: ella calzaba
sandalias planas, vestido moderno largo, chal y bandolera. Va mejorando la raza
–pensé–. Era la primera vez que veía a una china tan alta y tan guapa y
entonces pensé en un libro que habíamos leído en el Club de Lectura que nos
gustó mucho y nos impactó, pues al principio cuenta el sufrimiento indecible de
la reducción de sus piececitos con agua caliente y vendajes, ya que iba a ser
su mejor atractivo sexual.
Nadie como Pearl S. Buck para hablar
de las costumbres ancestrales de ese país milenario. Tengo una trilogía: La buena tierra, Viento del este, viento del oeste y La estirpe del Dragón. También he leído La madre. Ahora sigue siendo la tierra de grandes estructuras, todo
a lo grande…
Seguimos viendo y perdiéndonos por
Maó y Ciutadella, con sus monumentos y casas típicas de los tiempos de
dominación británica, sus tiendas llenas de las sandalias menorquinas –imposible
resistirse– y de sus famosos quesos, sus poblados talayóticos de piedra y sus
caballos negros, como de seda brillante, que salen en Ciutadella en las famosas
Fiestas Ecuestres de San Joan.
Pero también es una isla cuidada y
mayormente virgen y así la quieren conservar.
Mª Eulalia
Delgado González©

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