jueves, 16 de mayo de 2019

NAVEGANDO




Todo este sábado me lo voy a pasar
Privando en mi casa hasta reventar.
Ya estoy harto, no quiero salir más,
Siempre lo mismo, mierda de ciudad.

Gritan los Kortatu, hasta que una figura se interpone…

–¿Vas a salir hoy?

–No, ¿por?

–No, como son las fiestas, pensé que saldrías con tus amigos por ahí, y además he oído que tocan luego unos rockeros de esos que te gustan.

–Na, me voy a quedar por casa hoy, que los amigos de mis amigos no me caen muy bien, y además los rockeros esos seguro que son la típica banda de perroflautas que salen a tocar versiones de Mago de Oz, y antes prefiero meterme un erizo por el culo.

–Qué grotesco te pones a veces, parece mentira que seas hijo mío. Bueno, igualmente te va a tocar salir, que tu abuela está con bronquitis y le he comprado estos medicamentos.

–¿Y no se los puedes dar tú?

­            –Podría, pero hoy mama y yo hemos quedado para cenar con unos amigos y ya vamos tarde, así que arreando…

Menudo marrón, yo que me había descargado una peli de chinos peleones para verla mientras me pongo hasta el culo de pizza, y ahora me toca surcar el macrobotellón más grande de toda la comunidad de Madrid, las fiestas de Majadahonda. Aunque, con suerte, en casa de mi abuela hay algún táper de su “carne con macarrones”, que no “macarrones con carne”.

–Abuela, ¿te puedo coger algún táper de la nevera?

–Sí, por supuesto, mejor eso que tirarlo. Y toma, un poco de dinero para que salgas con tus amigos.

–No hace, no tengo pensado sali…

–¡Que cojas el dinero he dicho, coño!

–Vale, vale…

Bueno, al final no ha salido tan mal la jugada. Ahora, además de pizzas, tengo unos macarrones de los buenos y unos veint…

 Coño, si ese es Javi y sus colegas.

–¡Javi!

–Coño, Fran, ¿tú qué haces de fiesta?

–Na, fui a llevarle unas cosas a mi abuela.

–Ya decía yo… Por cierto, mira lo que he pillado.

Empieza a buscar en los bolsillos, gradualmente con más angustia y, de repente, grita:

–¡Joder! ¡He perdido la china! ¡La puta china!

Sus colegas, exaltados, gritan y entran en pánico mientras yo me río de la situación. Sin saber muy bien por qué, acabo ayudándoles a buscarla y, como quienes buscan una lentilla caída, nos pasamos cosa de una hora desandando el camino para por fin encontrarla y darme cuenta de que estoy a casi cuarenta minutos de casa, así que decido sentarme con ellos a descansar un rato.

Impulsado por la sed, acepto una de sus litronas y bebo hasta quedar saciado. Pero mi cuerpo, no acostumbrado a la ingesta de alcohol, y el humo que desprende la bengala esa a la que llaman “porrillo” hacen que rápidamente pierda el control y, sumido en un estado de pánico, sin saber ni si quiera dónde estoy, me dejo guiar por el grupo.

Me llevan por toda la pequeña ciudad, pero no sé por dónde. Intento escucharles, pero la confusión es tal que solo consigo entender palabras sueltas –“pedo”, “leña”, “carpa”, “recinto”–, pero nada parece tener mucho sentido.

Para cuando me quiero dar cuenta, ya los he perdido. No sé dónde estoy, hay mucha gente, está a oscuro, hace un calor infernal. De repente, todo el mundo grita –¿será de terror?–. Una gran luz me deslumbra, no puedo ver, pero de entre el destello parece alzarse una figura. Los gritos siguen siendo insoportables, pero un estruendo los calla y una poderosa y a la vez familiar voz se pronuncia, y recita:

“Es cosa corriente
sentirse diferente
y entrar en ambiente,
navegando a la muerte.

Creyéndote muy fuerte
estás tan despistado,
fingiéndote valiente,
navegando a la muerte.

Verás como naufragas
en la barra de algún bar.

Tan pronto te instales,
sabrás que ya no vales

y entonces te sientes
navegando a la muerte,
navegando a la muerte…”

Esta es la falsa historia de cuando fui por macarrones a casa de mi abuela y acabé en un concierto de Rosendo.

Lucas Nuño ©

No hay comentarios: