jueves, 13 de junio de 2019

ALGARROBAS




            Tengo que reconocer que, sobre algarrobas, nunca he sabido nada. Cuando vivía en Madrid, dando un paseo por la urbanización, en una hondonada, vi unos árboles frondosos de los que colgaban como unas judías enormes que me llamaron la atención. Pregunté y me dijeron que eran algarrobas. Sentí curiosidad, pero la verdad es que, en el sitio donde estaban, era complicado satisfacerla y desistí.

            La segunda vez que me topé con otras algarrobas fue el año pasado en el Puerto de la Cruz (Tenerife). Cerca del hotel, caminando por la acera, otras algarrobas que sobresalían de un jardín pendían sobre nuestras cabezas, pero ni se me ocurrió tocarlas.

            Dado que tenemos que escribir sobre ellas, he mirado en Internet y me he llevado una grata sorpresa al ver el valor de esta planta, lo olvidada que está y el hambre que quitó en los tiempos de guerra.

            Alimento muy completo, y España, productor principal mundial. En Argentina usan su harina para hacer un pan especial llamado patay. Desecadas, tostadas y pulverizadas, se usan como espesante. Tienen un sabor dulce; el cincuenta por ciento, azúcares naturales. Gran cantidad de minerales –calcio, seis veces más que el cacao y equiparable al queso–. Ácidos grasos, oleico y linoleico. No posee gluten –una maravilla para celiacos–. Hasta sus flores son comestibles, con un gusto agradable, picante, usadas en ensaladas y hasta para hacer buñuelos. ¡TODO UN DESCUBRIMIENTO!

                       
                                    Mª EULALIA DELGADO GONZÁLEZ©

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