Me llamo Fausto y tengo un
olfato, un tacto y un gusto demoniaco para los entresijos del prójimo. Lo de la
visión se lo dejo a esta historia.
2 de mayo de 2020
Aquella ciudad era caótica.
Los días de lluvia y el tráfico de la noche la hacían espesa e infernal. Llevaba
una hora atascado y las ratas se movían a sus anchas por los parabrisas de los
coches. El móvil no dejaba de vibrar y opté por llevarlo en la mano –total,
avanzábamos diez metros cada cinco minutos.
MENSAJES DE WHATSAPP
—Hey Faus
¿cómo vas?
—Tenemos
cena esta noche
—No sé
si llegaré a tiempo, tengo que pasar x la redacción…
—Os
engancho luego tomando una copa. Decirme dónde
—ok
MEME
Fotografía del rey, con pañuelo
palestino, entrando en una mezquita:
NOS PROMETIERON EL ORO Y EL
MORO Y YA SOLO NOS FALTA EL ORO.
A POR ÉL!!!
—JAJAJA.
Nos vemos luego
Qué cachondos. Esa foto me
sonaba que era de la última visita del rey a Marruecos. Le habían colocado un
turbante y habían omitido la del plano del príncipe anfitrión recibiéndole en
un acto protocolario. La gente es la hostia, pensé.
El tráfico empezaba a fluir,
a la par que mi mente germinaba una idea que podría tener tirón si escarbaba un
poco. Estaba aburrido de aquel tinglado del desvío de divisas y necesitaba sangre
fresca, una historia sabrosa con un generoso sofrito de especias y verduras.
Además de que mi afecto hacia la monarquía era nulo y la mirada fija de aquella
rata no hacía más que reconfirmar mis intenciones.
Lo primero que hice al
llegar a la redacción de “El Sol” fue reenviar el meme a mis seguidores, que sumaban
la nada desdeñable cantidad de 85.000 –eso sin contar los falsos, que triplicaban
esa cifra–. Después empecé a documentarme para enriquecer la farsa. ¡Lo tengo! Una
foto de la visita a los Emiratos Árabes, donde, en Dubái, le regalaban un Corán
a nuestro rey. Ya está, sólo tengo que quitar al resto de la comitiva y
parecerá que nuestro rey está adorando el libro sagrado de Mahoma. Además,
había en nuestro archivo algunas fotos antiguas del rey de rodillas (haciendo
una demostración de yoga) que nunca se publicaron por irrelevantes, pero yo lo
que vi en ellas fue al rey rezando a la Meca.
TITULAR: “Nuestro rey se convierte al Islam”
Cuando llegué al bar, no se
hablaba de otra cosa que del meme del rey y de la invasión de ratas de la
última semana. No quería imaginarme cuando empezasen a ver la noticia publicada
en un diario nacional.
Me levanté con la boca
pastosa por las copas que había ingerido la noche anterior. Enganché el móvil y
tenía miles de comentarios. Encendí la tele y comprobé que el resto de los
diarios digitales ya se habían hecho eco de la noticia. Me duché, mientras
sopesaba los hechos y sus consecuencias, y salí de casa.
En la redacción había un
revuelo de tres pares. Me avisaron para que subiera a la sala de reuniones. Allí
me encomendaron que siguiese adelante con la noticia; estábamos siendo líderes
de audiencia en todos los frentes y ya tendríamos tiempo de desmentirlo más
adelante.
Los días siguientes,
aquello se empezó a salir de madre. Los detractores de la monarquía encontraron
la excusa perfecta para destronarle y sus seguidores, la mayoría católicos, se
pusieron también en su contra. Era tarde para desmentir, y además yo ya me
había creído la historia; de ahí que el resto también.
18 de julio de 2020
Se había convocado una concentración
masiva en torno al palacio. Cientos de miles de perros rabiosos con ganas de
pasarlo bien empezaron a lanzar todo tipo de objetos, cócteles explosivos y a
empujar y saltar las verjas. Cuando llegaron los tanques para protegernos, fue
demasiado tarde: un pitido en mis oídos y todo se tornó negro.
Me pesaba todo el cuerpo y
no podía mover ni los dedos. Noté como un pequeño cuadrúpedo se subía en mi
rodilla. Probablemente se tratase de una rata. Contuve la respiración mientras
el corazón se me aceleraba a un ritmo frenético, al compás de sus dientes
castañeando y su rabo serpenteando sobre mi tibia. Cuando no pude mantener más el
aire, aquella bestia se me abalanzó sobre el orificio que dejé para respirar y se
clavó directamente en mi campanilla. Escuchaba sus chillidos agudos dentro de
mi cabeza y sus pelos duros como púas desangrándome la lengua y el paladar.
Poco a poco, fue bajando por el esófago mientras volvía a sentirme pesado e
inmóvil.
Doce días después, me
desperté postrado en un hospital. Había perdido la vista de forma permanente
con la explosión. Le pedí al enfermero que me contase lo que había pasado.
—Entraron en palacio y encontraron
a los reyes y a sus hijos en la cripta, rezando frente al altar. Allí mismo los
molieron a golpes hasta morir. El rey todavía conservaba la marca de la cruz
del rosario que llevaba en la mano, fue todo una gran mentira. Ahora tenemos un
presidente de la república. Parece tierno y todo. En la foto de portada de hoy
se le ve con un niño sentado en sus piernas; hay rumores de que está muy
volcado en las actividades infantiles.
Se me abrieron las aletas
de la nariz; salivé, mientras movía mis nuevos bigotes, y una sensación de
placer me acompañó porque sabía que tenía mucho trabajo por delante.
Óscar Nuño©
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