jueves, 12 de diciembre de 2019

VACÍO




El viejo profesor salió a dar su paseo. Esta vez la tarde era soportable de calor, con una brisa suave, y decidió ir más allá de los confines de su pueblo castellano, donde ya la tierra había quedado yerma después de la recogida del trigo. Y vio el campo enorme y vacío, tan vacío como había quedado su alma desde que su esposa muriese y desde que le dieron la jubilación y sintió el vacío del aula cuando se despidió por última vez de sus alumnos. Tenía calor, todavía los días seguían siendo largos.

Distinguió un árbol; no estaba demasiado lejos, pero sí inexplicablemente en medio del terreno. Nunca se había fijado en él, pero decidió ir hasta allí y poder tumbarse a su sombra. Llegó fatigado, se caminaba mal entre las trochas que quedaban después de la siega, pero llegó y vio con asombro que era un manzano.

–¿Y qué haces aquí tan solo? Estás como yo, y sentirás el vacío en tus ramas y en tus hojas. ¿Pero, sabes? Das sombra, cobijas a los pequeños animales que se arriman a tu tronco; además, das de comer tus sabrosas manzanas que tienes derramadas por doquier. Aquí creciste solo, con el rumor de las espigas verdes cuando parecen olas mecidas al viento, y gracias al dueño, que no quiso cortarte.

Y el viejo profesor se comió una sabrosa manzana y se tumbó a su sombra, y se sintió feliz y arropado como nuestro planeta nos cobija y alimenta dentro del cosmos en el que estamos inmersos y que, si pensamos en ello, no comprendemos por más que queramos. Nunca le ven fin los astrónomos…

Galaxias y más galaxias…, con unas distancias abismales entre ellas. ¡Da vértigo pensar en ello! Y sin embargo, estamos en una de ellas, ¡en el vacío del cosmos!

Y de repente, se sintió como el árbol, alzó los brazos relativamente fuertes, y pensó: ¡Tenía conocimiento y experiencia! Todavía podía ayudar... Todavía podía cobijar… Todavía podía dar gracias al Ser Supremo que creó el Universo, en el que todo está relacionado.

                                                                       Mª Eulalia Delgado González©

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