viernes, 17 de enero de 2020

¿IMPOSIBLE?



             
            ¿Y esa parte de la Navidad y Año Nuevo en la que no se qué día es, quién soy o qué se supone que debo estar haciendo? Esos interminables días estoy como en el limbo. Siento angustia, como que tengo que hacer algo, o que voy a llegar tarde a no sé donde. No sé si sacar la basura –por Dios, qué enredo–. Comprar comida como si no hubiera o hubiese un mañana, mensajes en el móvil que te sorprenden justo cuando estás en la caja del supermercado descargando con una grúa las mercancías que tu familia y tú vais a engullir, mañanas tardes y noches, todos esos días. Mensajes que se repiten, FELIZ NAVIDAD, en diferentes formatos y músicas; y lo sabes, pero… tienes una necesidad imperiosa de responderlos, así que, ya descargado el carro de la compra, vuelto a cargar y abonado a la feliz cajera con gorrito de Papá Noel, que también te desea FELIZ NAVIDAD, enrollas la factura de la compra, tamaño puro cubano, y te vas con tu carrito, que ya cojea del sobrepeso, y respondes al mensaje número “taitantos”: FELIZ NAVIDAD. Uff…, qué a gusto me he quedado.

            Hay personas que, sin preguntarles, te dicen qué menú van a poner en Navidad o Año Nuevo. Insisto, sin tú preguntarles, te largan la receta de caracoles. No me gustan los caracoles –dices, para ver si así te libras–. Si están muy ricos –te responde–, y hala, la receta entera, que va directamente al maltrecho disco duro de tu cerebro.

¿Y lo de las uvas? Esa noche, más nervios. ¡Pero si nunca las como!, ¿por qué me pongo nerviosa? Y después de las uvas… –ahora viene lo peor–, si estás en un cotillón de un hotel, prepárate a recibir serpentinas, que hay gente que no las sabe tirar y te las lanza enteras, como misiles, dándote en un ojo. Y, cómo no, la conga, la temida y famosa conga. Sin tú quererlo, te dan un tirón y siguiendo a tu brazo; sin saberlo, ya formas parte de la conga. El de detrás, un señor metidito en años y en carnes, con su correspondiente matasuegras en la boca, te engancha de la cintura –no hay escapatoria posible– y hala, ha recorrer todo el salón formando grupo de esta bochornosa y humillante serpiente multicolor. Y más serpentinas y más matasuegras y las garras del madurito en tu cintura, y más barra libre y más beodos y beodas, ¡FELIZ AÑO!

            ¿Y los anuncios de perfumes en televisión? Señoras y señores, impresionantes. Piernas de dos metros, ellas. Torsos de Tarzán, ellos. ¿Dónde viven, de qué se alimentan, de qué planeta vienen? Porque yo, por la calle, no las ni les veo. ¿Y por qué hablan “gago”? CAGOLINA HEGUEGA, ¿Qué les pasa en la boca?

            Otra cosa, un aviso para los padres: PADRES, CUIDADO CON LOS NIÑOS, ¡VEN ELFOS POR TODOS LADOS! Una chica en moto: el niño dice que es un elfo; o una elfa, no sé. ¿Un señor paseando a dos perros?: es un elfo. ¡Padres, llevadles al psicólogo en cuanto terminen estas fiestas, por favor!

            Por último, queridos Santa y Reyes Magos:

            Solo dejadme vuestras tarjetas de crédito bajo el árbol de Navidad. ¿IMPOSIBLE? ¡Entonces no sois tan magos!  


                                                                              Ana Pérez Urquiza©

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