miércoles, 25 de marzo de 2020

JUNTOS




Estoy de pie ante ti, pero… estás tan blanco, que mi mirada se pierde en el vacío.

Retiro la pesada silla de nogal, tapizada del color de los olivos, para poder sentarme. ¡Cuántos recuerdos! De repente, noto que un escalofrío recorre mi cuerpo. Al instante, me siento desnuda, mirándote.

Tú me conoces muy bien, pero yo te tengo miedo. No sé…, no sé, cómo empezar a tocarte, ¿o sí? Una cosa es que lo sepas todo de mí –ya ves, si sólo eres un papel en blanco– y otra es que lo sepas sobre unos ondulados trazos en negro.

Puedo coger un lápiz y empezar a mancharte sobre este inmaculado color, contándote cosas que ya sabes, pero sé que vas a llorar conmigo y no quiero que te pongas triste.

Siempre te digo que eres como un viejo espejo, que me arroja imágenes valientes, donde veo correr la vida, el fluir de un riachuelo, bajar una escarpada montaña o la lluvia golpear furiosamente los cristales tras unos gruesos barrotes. Ay, pero a veces me haces daño, me proyectas fantasmas que quiero enterrar. Estoy desorientada y no tengo fuerzas como ser humano para observar esa fragilidad.

¿Te acuerdas de cuando nos reíamos juntos? ¿De cuándo cantábamos juntos?

Una vez nos fuimos a Corfú –seguro que no lo has olvidado–, donde alquilamos aquella bonita casa junto al mar y pasábamos los días viendo los rojizos atardeceres. Comíamos en un pequeño restaurante junto al puerto un buen bacalao en salsa de ajos mientras me decías cosas hermosas. Los vinos de Santa Dominica salpicaban las copas de un ámbar brillante.  

Disculpa, estaba soñando en un pasado ya muy lejano, pero… ¡escucha! ¿No sientes una cálida corriente? Un cello… Notas elegantes de Saint-Saëns, que los dedos mágicos de Jacqueline du Pré dejan suspendidas en el aire, rasgando mi corazón. 

Francis Cortés©

No hay comentarios: