jueves, 2 de abril de 2020

EL MENSAJE




En el principio de los tiempos, cuando los dioses disfrutaban a sus anchas por nuestro planeta, decidieron darle a éste unas cualidades especiales para que ellos se sintieran más cómodos, o simplemente porque pensaban que la Tierra lo necesitaba.

Nosotros los humanos, que llegamos miles de años después, no apreciamos lo magníficas que son esas cualidades, porque damos por hecho que siempre estuvieron ahí.

¿Quién se imagina un día sin aire, sin el viento que nos trae y lleva los sonidos del mundo que nos rodea y nos informa de que no estamos solos? En estos días tan oscuros, nos da un mensaje de esperanza de color jade, en forma de aplausos a las ocho de la tarde o las conversaciones de balcón a balcón de esos vecinos que no sabes en qué piso viven, pero que están, como tú, en esta batalla.

La música es otra de esas cualidades. Yo no concibo un día sin música, todo tiene su propia melodía. Mientras ves una película, la banda sonora te hace sentir las emociones que los protagonistas sienten, como si fueran tuyas. ¿A quién no le pasa que escucha una canción y le lleva a un momento concreto, con esas personas, y te hace sentir igual que entonces y da igual cuánto tiempo pase…? El mensaje que te regala en el corazón es único y atemporal.

El agua en todas sus formas: en hielo, dejando islas como la Antártida o el iceberg que hizo que el buque indestructible Titanic se hundiera en su primer viaje; el vapor… ¿qué sería del cielo sin sus nubes, o de nuestros cultivos sin su amor en forma de lluvia, o el vapor que se queda en nuestro espejo del baño cuando nos duchamos, y al salir lo limpiamos y nos encontramos a nosotros mismos, sin maquillajes, sin trampas, solo nosotros, y nos hace sentir como nadie puede? El agua… Estamos rodeados de ella, nadie concibe una tierra sin el color azul que el agua le da. Sin ella no podríamos existir. Somos un 80% agua, y yo no podría vivir sin ese olor a sal del que impregna el aire y tanto echo de menos cuando estoy lejos de casa, es la sal de mi vida. El agua une todo, hace que todos estemos conectados aunque no los veas, no los sientas; en la orilla de otro lugar hay gente como tú que siente, respira y vive. Una vez escuche que el agua es vida, y desde entonces es uno de mis pensamientos positivos.

Pero hay una cualidad que no apreciamos, y es el papel. Sí, el papel, eso que usamos todos los días y no le damos ninguna importancia; porque lo usamos, lo rompemos, lo ensuciamos, lo perdemos, lo olvidamos, o simplemente lo tiramos si nos parece que ya no tiene función o ya no es importante, y lo remplazamos por otro.

Imagina que lo hiciéramos con los seres humanos: mira, éste que tiene 70 años está muy mayor, ya no sirve; ¡ale!, lo tiramos a la basura. ¡Anda, pero si es lo que hacemos!, no me digáis que no… ¡Quién no ha dicho eso de: anda, déjame a mí, que no entiendes; ya lo hago yo, que si no, no acabamos! O: abuelo, no me cuentes batallitas, que no me interesan; además, lo que cuentas no puede ser verdad… Wikipedia dice que eso fue de otra manera y no vas a saber más que ella, ¿no?

Y ya, si os cuento que los sentimientos humanos los usamos como fotocopias… Pero no en color y en papel bueno, no: en blanco y en negro, que se pierde la mitad de la información, y en papel reciclado; como nuestros sentimientos, reciclados. Ya todo es digital. ¿Quién en la actualidad pasa las fotos a papel y las enmarca, como hacían nuestras abuelas con las fotos de la comunión que siempre enseñaban cuando llevabas amigos a su casa, porque para ellas era mágico haber capturado ese momento y poder tenerte todos los días en su pared? Yo solo quiero recordaros que la vida es como un papel: la usamos, la rompemos, la ensuciamos, la perdemos, la olvidamos, o simplemente la tiramos si nos parece que ya no tiene función o ya no es importante. Cuida de tu cuaderno de vida, porque, aunque no es como imaginaste, es tuyo y fue creado para ti.

Jezabel Luguera©

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