viernes, 1 de mayo de 2020

PERSPECTIVA




La vida nos ha dado un cambio de sentido de 180 grados sin ni siquiera habernos puesto el cinturón de seguridad; o esa es la sensación que sentimos, porque, por desgracia, el ser humano piensa que escucha cuando simplemente oye, y la diferencia es tan grande como inmensos son los océanos.

Quién nos iba a decir que nos íbamos a pelear por bajar la basura, esa obligación que siempre queda relegada al más pequeño de la casa o simplemente al que no se queja, o sí lo hace pero da igual, porque no han pasado aún ni 60 días cuando lo importante era lo que estaba detrás de nuestra pantalla de ordenador, móvil o tablet, y ahora lo importante es lo que está detrás de nuestras ventanas y balcones: EL MUNDO, que siempre ha estado para nosotros, ha sido nuestro aliado invisible, y ahora lo sentimos como un enemigo porque transmite una enfermedad tan nueva que nos ha pillado sin ni siquiera desayunar.

El tiempo era un bien escaso. No teníamos tiempo para nada, ni para darnos cuenta de que nuestra vida no es como queríamos, o simplemente de dar los buenos días o hacer la vida más fácil a nuestro vecino abriéndole la puerta del ascensor porque va cargado de bolsas. Pensábamos… “subo solo y luego que suba él, no tengo tiempo para esperar”. ¡Quién no daría media fortuna por volver a ese momento y simplemente esperar, porque ahora lo que tenemos es tiempo, mucho tiempo!

Todas las niñas y muchos niños soñábamos con convertirnos en las princesas de Disney. Ahora que lo somos, aborrecemos nuestro deseo y pedimos al universo que volvamos a ser quienes éramos. Porque ser Ariel es muy bonito, hasta que te das cuenta de que no puede salir al exterior, como decía en su canción; o Rapuncel, con ese maravilloso cabello, que puede hacer cualquier cosa menos salir de su torre y estar con gente; o Cenicienta, que solo limpiaba su hogar y soñaba con ir a un baile. Pero a las doce acababa nuestro baile, acabó antes de empezar la primavera. Ahora ya no queremos ser princesas, queremos ser quien fuimos y valorar lo que no valorábamos.

Pero no hay máquina del tiempo que nos dé ese regalo. Por mucho que los guionistas y escritores del mundo imaginaran cosas así, en este caso la realidad no supera la ficción. Bueno, eso pensaba yo al empezar estas líneas, pero de repente tres moscas se han colado por la ventana del salón y me he dado cuenta de que, en otro tiempo (menos tiempo que ahora), me hubiera vuelto loca intentando sacarlas de mi espacio vital, y hoy son mis invitadas, alguien con quien compartir mi espacio; y mientras veo su vuelo, que parece que dos de ellas estuvieran bailando o jugando y  la otra pidiendo una copa en el sofá de mi salón, veo que la realidad sí supera la ficción porque… ¡hace cuánto que no me había olvidado de mí para escuchar y ver lo que el mundo tenía que mostrarme! Los pájaros conversan conmigo todos los días, ellos desde su árbol y yo desde mi ventana. No hablamos el mismo idioma, pero sí compartimos los mismos sentimientos.

Una vez escuché que el tiempo es un regalo, no un castigo. Ahora que lo que más tenemos es tiempo, valoremos el presente y no el futuro imaginario.

Jezabel Luguera©


No hay comentarios: