Siempre
me ha sorprendido el valor que tienen las palabras. Desde pequeña, he escuchado
eso de… “las palabras se las lleva el viento…”; pero para mí este refrán está
incompleto, porque es verdad que el viento se las lleva, pero el receptor ya ha
capturado su significado. Además, para todas las personas una misma frase no
significa lo mismo, no tiene el mismo valor, el mismo peso en nuestra mente;
cuanto más nos pesan, más tiempo se quedan sumergidas en el océano de nuestras
mentes y, como un ancla, nos dejan estáticos en ese pensamiento.
La
violencia siempre la entendemos en forma de golpes, de arañazos, patadas y
moratones, pero… ¿cuánto duele una frase
hiriente escupida hacia nosotros?
Cuando
un simple comentario nos para el corazón, la respiración se encoge, tu rabia se
multiplica de forma exponencial, las manos se transforman en puños sin ni
siquiera darte cuenta, los ojos se tornan en noche y las fosas nasales bufan
sin ser llamadas. Pero eso no es todo: tu mente se queda en blanco sin saber qué
pensar, te ha pillado fuera de juego y, como respuesta, simplemente nada.
Pero
si las palabras son escritas, eso ya es diferente, según nuestro criterio,
porque el papel o un email o un tweet no debe llevárselo el viento. Además
de que tiene varios factores que pueden afectar, porque si las leemos nosotros
mismos, nosotros somos los intérpretes de la intencionalidad del autor, aun sin
ni siquiera conocerle; o estar escrito entre paréntesis, y entonces igual no
era para nosotros; o con un comentario al lado que ponga “ironía”.
Pero
las palabras pesan. Da igual qué forma tengan, pero somos responsables de ellas
y tenemos que hacernos cargo de las mismas, porque, como escuché esta mañana,
“la opinión, como la nariz, las tenemos todos”. A mí, hay palabras que me pesan
tanto que no suelo utilizar. Parece absurdo, pero para mí tiene lógica, porque,
si para mí pesan, igual para el receptor también, y no quiero cargarle con peso
extra por el simple hecho de haber utilizado una palabra en vez de otra. Una de
ellas es ADIÓS. Sé lo que piensas –¡pero si esta palabra es liviana y común–,
pero yo prefiero decir hasta luego, ya nos veremos o, simplemente, levantar la
mano para despedirme. Porque adiós es poner un punto y aparte en lo que
acabamos de vivir con esa persona o personas y yo soy más de poner punto seguido,
porque nunca sabes cuándo va a acabar una historia: es un enigma en este juego
que son las relaciones humanas. Sin embargo, cuando sabes que va a acabar,
sería lo más lógico que la utilizara, ¿verdad? Pero entonces tiene el doble de
peso cuando la digo que cuando se escucha, así que tampoco la uso. Yo digo “no
sé si nos volveremos a ver, pero sé feliz”; o simplemente “hasta la vista”,
sabiendo que no me va a ver.
Así
que cuidado con las palabras, que no parecen armas pero pueden transformase en
ellas.
Jezabel
Luguera©
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