jueves, 29 de octubre de 2020

LA MASCARILLA

 


 

Tomé un relajante muscular que, según prescripción de mi doctora, me permitiría dormir plácidamente durante la noche.


Abrí la ventana y encendí la televisión.

…Solo uno o dos casos. Es una gripe. Nada preocupante. Estamos preparados…

Entré en el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza. La exposición de la obra de Gauguin me fascinaba y deseaba pasar la tarde contemplando tales maravillas.

Introduje mi entrada electrónica y accedí al interior. Todo silencio, no había persona alguna en las distintas salas. Me pareció un tanto extraño, pero enseguida me olvidé de la anómala situación.

Me dirigí al mostrador de información para solicitar la guía del museo, y no había nadie para atenderme. Así que cogí una guía que estaba posada en una silla, para poder realizar la visita de manera ordenada.

Hice una pequeña pausa y busqué mi teléfono. Verifiqué que no tenía llamadas ni mensaje alguno. Me percaté de que no llegaba señal Wifi, lo cual me indicaba que estaba totalmente incomunicada.

Empecé a inquietarme –no distinguía los cuadros, solo veía paredes blancas y luces que me deslumbraban– y decidí salir de manera precipitada del museo. Parecía un laberinto, no encontraba la salida y empecé a gritar. Nadie acudió. Silencio y más silencio.

Recordé que tenía la guía del museo y la abrí, buscando el plano del edificio, y no era capaz de descifrarlo.

Seguí gritando y me quedé sin voz. Las piernas me temblaban y no podía andar y menos correr. Quise tranquilizarme y me senté en un sillón, bebí un sorbo de agua e inmediatamente recordé que dicha salida estaba en el pasillo, a mi derecha. Me apresuré y logré escapar al exterior.

Había gente, mucha gente, que corría asustada y llevaban mascarillas cubriendo sus caras. En sus ojos se proyectaba el pánico.

El sonido de las ambulancias, policía y bomberos era ensordecedor a la vez que aterrador. Pasaban a toda velocidad y sus sirenas se entremezclaban unas con otras.

Estaba perdida y asustada. Me puse los auriculares, saqué el móvil y sintonicé una emisora de radio para saber qué estaba sucediendo. Necesitaba información y solo escuchaba palabras entrecortadas de algunos periodistas, caos…, pandemia devastadora…, miles de muertos…, millones de infectados…, hospitales colapsados…, sanitarios desprotegidos…, incendios…

Eché a correr. Tropecé con un árbol y caí sobre la acera…

Me despertó un agradable olor a café y me incorporé inmediatamente. Me asomé a la ventana y vi a varias personas desayunando en la terraza de la cafetería, que estaba debajo de mi apartamento.

Me di una ducha rápida y me vestí con celeridad. Cogí el bolso y me dirigí a la cafetería. Necesitaba un café y escuchar las noticias rodeada de gente, no deseaba estar sola.

Me senté en una mesa, en la terraza, y pedí un café con un croissant a la plancha y, en ese momento, me concentré en las noticias de la mañana: El Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, que ha permanecido un mes cerrado para preparar la esperada exposición de Gauguin, abrirá sus puertas el próximo viernes.

Sentí un escalofrío…

El  estresante muscular me había sumido durante la noche en una horrible pesadilla. 

 

Nieves Reigadas©

No hay comentarios: