miércoles, 30 de diciembre de 2020

NO VOY A DAR...

 



No voy a dar a las brujas

el espacio que pretende,

un profesor muy chiflado

y con sonrisa latente...

Y es que me niego y no quiero

ser el bardo de las siete

y el plumífero precoz

que emborrona los papeles.

Las brujas son algo serio

y que estremecen las sienes,

para bajar por el pecho

y terminar en el vientre.

Allí se libran batallas

y los vientos se revuelven

hasta acabar en galernas

que van a dar al retrete...


(Y aquí yo pido perdón,

por ordinario y silvestre,

al detallar los caminos

del brujerío latente...)


Y es que quisiera dejar

a las brujas y a su leche

y que vivieran la vida

y que sintieran la muerte.

Así sabrían, de veras,

lo que se gana y se pierde

con el trabajo del día

bajo el sudor y la fiebre,

porque las brujas del cuento

salen de manos y mentes,

que se acicalan de noche

y por el día se duermen.

Buscan el manto de plata,

ese que llevan los reyes,

no los remiendos y andrajos

con que se cubre la plebe.


(Y aquí, de nuevo, me paro,

pido perdón nuevamente,

porque las brujas se escurren

como vagones de trenes).


No voy a dar a las brujas

ese papel que pretenden,

ni aunque me llamen de Brujas

ni de la Europa del este,

y es que prefiero a los elfos,

a las anjanas y duendes,

a trastolillos y gnomos

y algún dragón, bajo el puente.


"...Viva la tierra sin brujas,

y la Barquera y sus muelles,

donde la brisa acaricia

con esos besos silentes;

besos que dejan hechizos,

besos con néctar y mieles,

besos que salen del alma,

sin brujerío ni viernes..."


Rafael Sánchez Ortega ©

20/12/20


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