Que
existe una realidad completamente diferente a la tuya es algo de lo que te vas
dando cuenta con el tiempo. Es parte del aprendizaje. Te ayuda mucho viajar y
yo creo que por eso mi amigo Espinar decidió embarcarse en una ventura que podría
abrirle nuevos horizontes.
Fue
durante el confinamiento, cuando, sin poder salir de Cantabria, decidió
alquilar una autocaravana en el mismo Santander y vivir una experiencia nueva
junto a Reyes, su mujer, y Pablito, el perro. Estaba nueva, me contó, revestida
de madera, preciosa. El de la empresa de alquiler le había preguntado si tenía
experiencia previa, pero, aunque no la tenía, se la alquiló igualmente, porque
Espinar es un tío elegante, un Ermenegildo Zegna, como se denomina a sí mismo.
Claro,
cualquiera que ha conducido uno de esos
bichos podrá hacerse cargo –yo no, desde luego– de que el primer destino de las
tres noches que tenían por delante estaría cerca, en Somo, para tantear.
Santander - Somo era perfecto. Aparcaron cerca de la playa y no sé más, solo
que decidieron salir a primera hora de la mañana de vuelta en dirección a
Santander, aparcaron en la puerta de su casa y subieron corriendo los dos al
baño. Según me lo contaba, no podía dejar de reírme. Me los imaginaba dándose
empujones por llegar el primero. Como en casa, en ningún sito, debieron de
pensar. Pero no, no se quedaron en casa. Se ducharon, eso sí, cogieron su
autocaravana y fueron a la churrería del barrio a por el desayuno –las
experiencias nuevas, poco a poco.
Según
me describía su aventura, mis ojos se abrían de par en par. Ciertamente existía
otro mundo, y no menos emocionante que el mío, puesto que me lo contaba totalmente
emocionado.
La
segunda noche, fueron a Cabuérniga, a Bárcena Mayor. Ahí no tuvieron que
utilizar el baño tampoco: estaban solos y la oscuridad les amparaba. No quise
ni preguntar por los papelitos blancos que siembran los “furgoneteros” a su
paso. Imagino que un Ermenegildo Zegna no sería capa de semejante fechoría, o
sí.
¿La
tercera y última noche? La pasaron en “El Rayo Verde”. Sí, claro que conozco
donde está, le contesté. Aparcaron en una pradera con el mar al fondo.
¡Impresionante! Pero, ¡qué noche! Cuando llegaron, todo estaba seco. Calzó el
apartamentito y se fueron a dormir. A media noche, empezó a llover y el pobre
Espinar no pudo pegar ojo. Pasó toda la noche imaginándose la autocaravana
deslizándose hacia los acantilados, sin atreverse a contar nada a Reyes. En
cuanto amaneció, se sentó al volante y puso rumbo a casa. Ya se había divertido
bastante.
Ahí
no queda todo. Para poder tener un coche en el que volver al soltar la autocaravana,
Reyes alquila uno eléctrico y termina empotrándolo contra aquélla, tan nueva,
preciosa y revestida de madera, en un frenazo de Espinar.
Pues
lo que decía, que no necesitas cruzar medio mundo para vivir experiencias
insólitas, y mejor si estás cerca de casa, por si tienes un apretón o un
aprieto, según cómo lo veas.
Almudena Pascual©
1 comentario:
Hola, Almudena.
Precioso texto para valorar y disfrutar de lo cercano. Da que pensar. Mucho. Valorarse desde adentro para acercarse, en cualquier momento, al ombligo del mundo.
Te aplaudo.
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