sábado, 21 de mayo de 2011

EL CINE


De cuantas definiciones escuché, la que más me gusta es que "EL CINE ES UNA FÁBRICA DE SUEÑOS". Seguro que todos cuando fuimos niños nos dormimos alguna vez imaginándonos ser un Capitán Blood, fascinados por la turbulenta proyección de una película de espadachines… Bueno, todos no; porque a los niños de hoy con las video-consolas, los DVD, los juegos de los teléfonos móviles, y las mil maquinitas distintas, inventadas para dejarlos bizcos y sacarles las perras a los papás, les importa un comino el cine.

El cine, ¡es una pena!, perdió su esplendor. Pienso que fue la llegada de la televisión quien le eclipsó. El Cine con mayúscula fue el de los años cuarenta a los años setenta. En aquella época las fachadas de las salas de proyección se adornaban con gigantescas carteleras a todo color que anunciaban la película que se estaba proyectando, y se repartían programas de mano que dieron lugar a una apasionante actividad de coleccionistas.

Se esperaba con auténtica expectación la llegada de las grandes superproducciones a nuestras salas, y los días de estreno se formaban largas colas ante las taquillas. Junto a ellas nació la picaresca de la reventa.

Las actrices de entonces fueron auténticas diosas, y los actores ídolos a imitar. Creo que en mi adolescencia me enamoré de Diana Durbín, la cara más bonita que podáis imaginar. Bueno, no, seguro que no la podéis imaginar. ¡Teníais que haberla visto!

El cine en blanco y negro tenía un sabor especial. A las películas de intriga y misterio les añadía un acento más de expectación. Procuraros si os es posible Luz que agoniza, La ventana indiscreta… O cualquiera de aquellas de gánsteres que armados hasta los ojos de fusiles ametralladores recorrían a bordo de sus Cadillac las calles de San Francisco o Nueva York.

El cine español era como de juguete. En las películas de folklore donde cantaban Estrellita Castro o Imperio Argentina, el cartón-piedra de los decorados se bamboleaba. En las de guerra como ! A mi la Legión! o Sin novedad en el Alcázar, a veces se escuchaba primero la detonación y luego se veía el disparo. Se hacían también películas de ambiente religioso, y para protagonizarlas buscaban casi siempre niñas con cara de tontitas.

Aún recuerdo la primera que vi en Tecnicolor, mucho antes de que llegara el cinemascope. Se titulaba Policía Montada del Canadá, y estaba protagonizada por Gary Cooper y Madeleine Caroll.

De chavales solíamos ir al cine a Cabezón de la Sal, al Cine Mafepe que estaba junto a la estación del tren. Ocasionalmente fuimos también al Cine Campíos de Comillas o al Cine Pejín, que estaba aquí en San Vicente, a media altura más o menos de las escalerillas. Pero el que mejor juego nos daba era el de Cabezón por la buena combinación de trenes para ir y volver. A San Vicente y Comillas, nos desplazábamos en bicicleta los domingos que hacía bueno, y presumíamos quitándonos los ganchos de los pantalones tanto como hoy presumen jugando con el llavero del Mercedes; que tampoco eran tantos los quinceañeros que tenían bici en aquellos tiempos.

Que comenzaba la proyección se anunciaba siempre con tres toques de timbre. Dos de aviso primero, y al tercero se apagaban las luces. Un haz de luz iba a estrellarse contra la pantalla y aparecía la palabra “No-Do” cuya música tatareaba todo el mundo incluyendo el acomodador y su maldita linterna, Era un noticiero cinematográfico, cuyas noticias a los pueblos nos llegaban un año después de haberse producido. Pero daba igual, lo importante era que todo el mundo pudiera ver al Generalísimo inaugurando un pantano, o haciendo saber a todo el mundo los años que llevaba liado con la Victoria. Después, si salía El León de la Metro, era una película americana cuyas voces de doblaje sonaban siempre a hojalata; Si salía el anagrama de Cifesa, era española y entonces las voces sonaban a latón.

Las últimas filas de todos los cines de España entera, fueron siempre las más solicitadas. Si aquellas butacas hablaran y no tuvieran rubor para contar cuanto vieron, a mi me faltarían ahora hojas de papel para describir tantas historias eróticas, pero os aseguro que ellas figuran en el libro de los guinness como el lugar del mundo donde más tirantes de sujetadores saltaron por los aires hechos añicos. De ahí lo de maldita linterna del acomodador, que en más de una ocasión enfocó lo que no debía.

Las últimas filas de butacas de todos los cines fueron para muchos durante largos años el único lugar del mundo donde se pudieron dar un beso con tranquilidad.

Si queréis saber más cosas de lo que en aquellos tiempos ocurría dentro de nuestros cines, cuando vayáis por Málaga llegaros a Archidona y preguntad…


J.González ©.

ADIVINANZA


¿Qué es como un cuento que no cabe en ningún bolsillo y se puede comprar entero o en trocitos de papel?

..."El cine".


Ángeles Sánchez Gandarillas ©
30-III-2011

EL “IDEAL CINEMA“


Ese cine tenía algo especial, era el más pequeño de los cuatro que existían en la localidad. Allí estaban el cine Barría, justo enfrente del portal donde vivía Elvira; el Gran Cinema, en la calle Mayor, el Arenal algo más alejado y el entrañable Ideal Cinema, el cine pequeño, así lo conocía todo el mundo.

Era un único edificio de dos plantas, la entrada, un gran arco, tres escalones de mármol blanco y a la derecha una pequeña ventana de medio punto, donde estaba, la simpática Estrella, la taquillera, con su gran sonrisa.

La fachada recargada con altos y bajos relieves grisáceos, con motivos de hojas, flores y filigranas. En la segunda y última planta pequeñas ventanas juntas de arco de medio punto; a ese piso le llamaban el gallinero.

Al entrar en la sala olía a menta que el acomodador, un señor que además de romper un trocito de la entrada de papel durante la hora y media que duraba la película, se pasaba el tiempo con una linterna y pulverizando la sala con un tubo largo, unido a una lata, haciendo presión, atufándolo todo a mentol y que en ocasiones hacía toser.

Pero volvamos a la entrada, a ambos lados, antes de subir los escalones, había dos vitrinas que eran las carteleras, en ellas se mostraban fotos de la película del día y de la próxima semana con rótulos que decían, ”tolerada o no tolerada para todos los públicos”.

La primera vez que Elvira recuerda, acudir al cine pequeño, son las ventanas de la fachada, le parecen ojos que la estén mirando, la entrada una gran boca que la invita a pasar a algo excitante, maravilloso... a sus cortos años de la mano de su tía.

Una tarde, antes de entrar, compraron caramelos que vendía una anciana señora sentada tras una mesita repleta de golosinas y frutos secos. Entraron en la pequeña sala, pisando la alfombra, con dibujos granates y dorados, las butacas, también granates, el aforo era pequeño.

- Es aquí, la siete y la ocho,

Elvira se sentó junto a su tía Sol. Se apagan las luces y comienza la magia, en la pantalla en grandes letras la palabra "NODO" en blanco y negro, esto a Elvira le aburría enormemente, no entendía nada de nada; ¿niños de la Operación Plus Ultra, Vietnam bombardeado... premios a familias numerosas... Kennedy? Elvira, solo esperaba el momento en que comenzara la película.

-Tía , ¿ quien es Kennedy

-Chuuuss, es el presidente de América.

-¿Dónde esta América?

-Lejos.

Al rato...

-Tía , ¿qué es una familia numerosa?

-Cuándo, son muchos hermanos.

-No es justo.

-¿El qué, Elvira?

-Que a mí no me den ese premio, porque no tenga hermanos.

Sol, sonrió, tomó la pequeña mano de su sobrina y la besó. Pero, Elvira, continuaba con sus porqués;

-¿Por qué corren esos niños si ropa?, hay fuego, tía no me gusta.

-Elvira, no todos los niños son felices, hay injusticias, tu, aún, no lo comprendes y ¡calla por favor!

Por fin, la película comenzó;

Mar...Ce...li...no... pan ...y ...vi ... no, qué titulo tan largo para leerlo. Era triste, ¿por qué, si Marcelino, era un niño que tenía hambre y que crecer, le daba pan a Jesús, que era mayor?

-Dame, otro caramelo.

-El último, ¿vale?

Al final de la película, Elvira, no pudo contener sus lágrimas y pequeños hipidos, Sol, la abrazó diciéndole;

-Es solo una película, es como un cuento, no es real.

-Vale, pero... ¿y lo de antes, lo de los niños sin ropa corriendo y llorando, por culpa de ese señor Vietnam?

-Mira, Elvira, nos quedan dos caramelos, uno para cada una, de fresa y de limón, ¿cual quieres?

-El de fresa, mi favorito, pero guárdalo para esa niña que corría llorando y sin ropa tía.

Ana Pérez Urquiza ©

EL CINE


Cuando el otro día, me encontré a una compañera del taller, y me contó cual era el tema de esta semana, se me ocurrió un titulo, “las cara del cine”. Pero como ya habéis observado, he cambiado de historia.

Ayer, bueno esta noche, vi una película que hizo, que volviera a coger mi bolígrafo y dejara que mis pensamientos tomaran forma.

Era una de esas películas románticas “americanas”, que sabes el final sin haberla visto; pero esta tenía algo especial. Y no era la historia, o los protagonistas, sino que hablaban de unas “mujeres” (LAS SECRETARIAS DE JULIETA)

¿Sabéis quien son?, ¿os lo cuento?:

Unas mujeres anónimas, que contestan una a una las cartas que las enamoradas, (de cualquier parte del mundo), dejan pegadas en la pared de la casa de Julieta en Verona. Le piden consejos a Julieta, la mujer enamorada por excelencia; ¿quién mejor que ella para resolver una duda de amor?, y lo más increíble de todo es que existen. Y son sencillas, dan los mejores consejos que pueden, a preguntas silenciosas y doloras, que cualquiera de nosotros nos hemos hecho alguna vez. ¿O no?

Sabéis, he escrito mi propia carta a Julieta:

Querida Julieta:

¿Alguna vez la gente dejaremos de dar consejos y los llevaremos a cabo? O por lo menos seremos valientes, y lucharemos por aquellos que nos hacen sonreír cada día.

Una aficionada al cine que de vez en cuando escribe.

Jezabel ©

“El CINE: (ese lugar húmedo)”


Hoy, he tenido ocasión de verla en la televisión, pero, como hace cuarenta años, tampoco esta noche, he seguido la película con demasiada atención La nostalgia me ha alterado.

Ellas ocuparon una mesa algo alejada de la nuestra. La más alta, guapísima, era demasiada seria: dedujimos que estaba comprometida. La que se sentó de frente era alegre como unas castañuelas y exhibía una voluminosa delantera. De la tercera, solo podíamos ver su melena negra y sus bellas manos acabadas en unas uñas largas, de color cereza. Seis ojos se fijaron en ellas. A mí me gustó la que hablaba con las manos. Con el pretexto del café, las inspeccionamos con fingido disimulo. Mi seductora caminaba la última. Con su vestido blanco, su cuerpo se cimbreaba al compás de sus tacones altos.

Al día siguiente, nosotros nos encontrábamos en el bar cuando aparecieron. Mario, el camarero, les guardó los libros y ellas pasaron al comedor. Ella, sobre unos tacones de escándalo, se había adornado con un precioso vestido verde y en la mano llevaba una rebeca blanca a juego con sus zapatos. ¡Desde luego, tenía mucho gusto!. Ya en la mesa, seguí los movimientos de sus dedos largos, apetecibles; la más alta sonreía ahora; la modelo Botticelli lanzaba sonoras carcajadas. Pronto, llamaron a mi elegida al teléfono. Después de media hora, volvió con las mejillas sonrosadas. Oí la palabra Milán y sentí celos de aquel amor al que le imaginé rico.

Un mediodía, las amigas entregaron sus bártulos a Mario y se dirigieron al comedor; algo después mis amigos también se fueron a comer. Cuando llegó ella, oí a Mario saludarla por su nombre, mientras melosamente le cogía los libros. Ante tal zalamería, me aventuré:

-Beatrice, me llamo Paolo, ¿sería tan amable de acompañarme al cine esta tarde a las ocho? ¿Le gustaría ver la película Papillon? Y ella accedió, dijo que PAPILLON la ponía; ¿o dijo que PAPILLON la imponía?

Llegué al cine con antelación, saqué las entradas. Ella también llegó puntual. Y no solo yo me fijé en ella: su pantalón prieto, prieto no ¡muy prieto!; por encima, llevaba una camiseta de manga larga, color cereza que le cubría casi todas las líneas de la braguita, pero que le dejaba al aire un precioso escote. Podía jactarme de su provocación, aunque, he de ser sincero y decir que incluso ahora, su buen gusto imperaba sobre todo lo demás.

Dentro del cine, lamenté haberla dejado elegir. Escogió la fila diez, butaca cuatro, demasiado cerca del pasillo. Me senté a su izquierda. Mientras la gente ocupaba los asientos traseros, le dije que trabajaba allí, en Turín, en Tubacex, como químico. Ella, a su vez, me informó que su amiga Francesca la más alta, se había especializado en quitar los mocos y las babas a los bambinos, mientras que Rebeca y ella, por vocación, se dedicaban a desasnar….No finalizó la expresión, pues le dirigí una mirada fría –yo, por entonces, ejercía como presidente de la asociación de padres y madres de alumnos.

El telón se abría: “PAPILLON”. Ella se acomodó en la butaca. Fijó los ojos en la pantalla. Cuando Steve McQueen fue forzado a trasladar las piedras al otro extremo del patio, ella se puso a remarcar la raya de mi pantalón, por encima de mi rodilla derecha con su índice y su pulgar izquierdos. Cuando finalizó la escena, sus dedos se calmaron. Yo posé mi mano derecha sobre su hombro y la atraje hacia mí. Mantenía su mano izquierda completamente estirada, casi sin rozar mi muslo.

El Alcaide hizo saber al protagonista que su ración se vería reducida, que ya nadie le infiltraría cocos vitamínicos, y que se le privaría de luz. Fue entonces cuando su mano, lentamente, comenzó a moverse hacia delante y hacia atrás, hacia delante y hacia atrás; después su palma fue trazando círculos concéntricos, cada vez más amplios y recios, sobre mi muslo, hasta que la oscuridad absorbió a Papillon. Ella cesó toda su actividad, parecía inerte. Volví a aprovecharme de la situación: posé mi mano derecha sobre su mano izquierda y la conduje a mi entrepierna La moví hacia delante, hacia atrás. Ella se dejaba llevar. Luego la imité en los círculos concéntricos… Antes de que el preso saliera de aquel suplicio yo ya había gozado asaz de su bella mano.

Durante la segunda huida -la carrera junto al chico homosexual, el disfrute amoroso de McQueen con una exótica nativa- yo me atreví a cogerle, de nuevo, su mano y llevarla sobre su sexo. Reaccionó de golpe y se asió al brazo de la butaca; solo la soltó cuando un gendarme francés, de un culatazo, le rompió todas las falanges de los pies a su amor. Se enjugó las lágrimas de su cara.

Ya con Dustin Hoffman y Steve Mc Queen en la Isla de los Cochinos, ella vuelve a poner su mano suavemente sobre mi rodilla. Y cuando Papillon salta al vacío, ella presiona su palma sobre mi pantalón. Con el protagonista ya echado sobre la cocobalsa, su dedo corazón va contando sobre mi rótula –las seis veces que las olas han roto contra el acantilado. Antes de la séptima batida, el intrépido personaje –conocedor del receso de las aguas- por fin, sale al tranquilo mar: PAPILLON HA LOGRADO SU ANSIADA Y JUSTA LIBERTAD. Ella, feliz, me estampa un beso muy breve en mis labios.

-La película la imponía; ¿o la ponía?

A la salida del cine, yo mantuve mi jersey cerca de la cremallera del pantalón. En la acera la esperaban las dos carabinas, ¡Cómo no! Beatriz nos presentó. Francesca quiso saber mi opinión sobre el film y yo balbucí que… que… muy bien. Rebeca se interesó por la opinión de su amiga -yo fui todo oídos- y Beatrice les hizo saber que la película había sido muy húmeda.

Las tres amigas, con Beatrice en el medio se fueron alejando. Ninguna risa rompió el silencio de la noche; y yo, por si acaso, aligeré mis pasos: no quería oír ninguna risotada...

Isabel Bascaran ©
San Vicente de la Barquera,
25 de marzo de 2011

EL CINE


El cine, llamado “Séptimo arte” tiene mucho que ver en nuestras vidas. Como con la lectura, vives otras experiencias , pero en vez de inventarte a los personajes en tu mente, los ves en la pantalla reales como la vida misma. Unos te pueden gustar mucho, otros nada, te pueden hacer reír, llorar, suspirar o aterrorizarte. Vives sus amores o desamores, sus tormentos y sus alegrías, a veces basadas en hechos históricos o en hechos reales.

Me veo cuando era pequeña. ¡Ya es domingo! Cojo mi montoncito de cuentos para cambiar antes de entrar al cine. Ya estoy en la cola con mis amigas para sacar las entradas, con los empujones de los chavalillos que no nos dejan en paz. Ya estamos dentro con el olor de ambientador dulzón y comienza el sonido de triscar pipas, el crujir de los papeles de caramelos y de vez en cuando el estallido de una “bomba” de chicle.

Comienza el NODO para dar Información Nacional. ¡Ya comienza la película!. Cuando venía el “beso cortado” se escuchaban muchos silbidos y pataletas. Pero era nuestro cine.

Ahora disfruto viendo el programa por TV. DE “Cine de Barrio”, muchas de esas películas que entonces decíamos “españoladas”- Para mi gusto muchas adolecían de demasiados actores cómicos, pero nos gustaban, con actores como Concha Velasco, Carmen Sevilla, Arturo Fernández, Sara Montiel, Tony Leblanc…

De algunas, recuerdo que si te gustaban mucho, hasta podías hacer colección de cromos. Tenía “Marcelino pan y vino”, “Pollyana”, “Los diez Mandamientos” Esa nos dejó a todas sobrecogidas cuando se abrió el mar.

Las películas de Disney en dibujos me encantaban y me siguen gustando. Recuerdo haber visto “Fantasía” de música y colores. “Cenicienta”, “Blancanieves”, “Bambi” y “Peter pan”.

En el Colegio, por supuesto también nos ponían alguna que otra película de vez en cuando. Me dejó mucha huella la de “Molokai” con el padre Damián en la Isla de los leprosos. ¡Como No!”Fátima”, “Fray escoba” y también “El Quijote”, todas en blanco y negro.

Nos entusiasmaban las de aventuras, como “Los viajes de Gulliver” “La isla del tesoro” o “La vuelta al mundo en 80 días”.

Mención aparte, cuando era más mocita, las de Marisol. No me perdía una, y las de Rocío Dúrcal. Pero las que más me gustaron fueron las de “Sisí” “Sisí Emperatríz” y “Los jóvenes años de una reina” ¡Aquellos vestidos!, aquellos paisajes tan idílicos, ver Venecia con sus góndolas reales… Las he vuelto a ver de mayor y me siguieron gustando.

Me dejó huella “Mujercitas” con Liz Taylor.

¿Y las de Tarzán, siempre saltando de liana en liana, con su sonoro grito llamando a los animales de la selva que eran sus amigos y con su mona Chita?

Mas allá, comencé a ver películas francesas de B.Bardot o las italianas con la exuberante para los hombres Sofía Loren.

Las películas de Ciencia-ficción, espectaculares con sus efectos especiales. Es increíble lo que se puede desarrollar (parece poder hacerse todo). Las caracterizaciones, las bombas, las caídas (por especialistas casi siempre).Ahora están de moda, las catastróficas del fin del mundo, el Titanic que se hunde, terremotos, incendios en rascacielos…

Y luego están las maravillosas Bandas Sonoras, muchas famosísimas, tanto como sus películas.

Todo ello es un mundo de fantasía y realidad. Mucho trabajo y demasiada inversión en algunas que no alcanzan el éxito y todo son pérdidas.

Las Superproducciones, alguna que recuerde en estos momentos y que me dejaron huella como “Ghandi” “Lo que el viento se llevó” “Gigante” “55 días en Pekin” “Cleopatra” y “La lista de Shiler”

Otras que recuerdo y que me gustaron “El puente sobre el río Kway” “Mogambo”, “Vivir”, “Niágara” con Marilín Monroe, “Ghost” “Esplendor en la hierba” “Sonrisas y lágrimas” y las de la “Familia Trapp” con Julie Andrius.

En los últimos años, estamos todos delante de la TV, y ya casi no vamos al cine; nos quedamos a ver las que nos echan y si no nos gustan cambiamos de canal, pero es cierto que he visto películas que quise ver en su día y no pude. Con todo, el cine entretiene, forma o deforma que de todo hay, pero no deja indiferente.

M.ª Eulalia Delgado González ©
Marzo 2011

BUSCABA EN LA PANTALLA LA RESPUESTA...


Buscaba en la pantalla la respuesta
los años tan felices de su infancia,
buscaba como buscan los inquietos,
con fé, con devoción y confianza.

Los buenos persiguiendo, tras los malos,
la joya del amor que les robaran,
los niños tras los sueños infinitos
en busca de princesas encantadas.

Más todo se quedó en aquel espacio
y el cine despertó con telarañas,
un día sin saber cómo ni cuándo,
en medio del silencio de las salas.

Aquellos escenarios tan grandiosos,
los patios tan repletos de butacas,
las luces que guiaron tantos pasos,
linternas hoy dormidas y olvidadas.

Y atrás, en un rincón muy apreciado,
estaban los asientos con su marca,
testigos de minutos prolongados,
de besos y caricias sin palabras.

Recuerda aquellos ratos del pasado
mirando fijamente la pantalla,
sintiendo entre las manos otra mano
y un pulso acelerado que temblaba.

El cine era la excusa más perfecta,
la perla del domingo y la jornada,
el rato en que podías encontrarte
a solas, con tu novia cara a cara.

Allí se concentraban los suspiros,
susurros y las frases tan veladas,
caricias de unos dedos muy sutiles
en medio de disparos y de dramas.

Hoy todo está en silencio, y el olvido
es nota de un pasado que destaca,
quedaron esos cines enterrados
y en ellos se perdió tanta esperanza.

Los sueños se quedaron suspendidos,
también las mariposas encantadas,
la máquina del cine perdió vida
y todo quedó atrás, sin una lágrima.

"...Buscaba aquel poeta entre sus letras
la esencia tan sutil de tanta magia,
la eterna referencia de un pasado
vivido y ya olvidado, en la distancia..."

Rafael Sánchez Ortega ©
15/05/11

EL CINE DE ANTAÑO


Entró en la sala, sus ojos recorrieron el patio de butacas y al fondo observó la vieja pantalla, todo estaba igual aunque deteriorado por el paso del tiempo, levanto la vista y pudo ver la ventana por donde se proyectaban las películas, subió hasta el cuarto donde aún se conservaban el proyector y muchos metros de aquellas cintas que contenían numerosas historias de aquél cine.

En la habitación olía a humedad y las telarañas cubrían todo lo que allí se encontraba, con sus dedos fue rozando y pasando la cinta que se hallaba tirada en el suelo, la puso a contraluz y vio como pasaban las imágenes que esta contenía después de quedarse un rato absorta recordando los buenos ratos que paso durante tantos años.

Descendió de nuevo hasta el patio de butacas y se dirigió a la primera fila, le pareció ver como se iluminaba la pantalla y como una voz anunciaba el comienzo de la sesión de cine.

De pronto recordó el lugar donde se cargaba la caldera de carbón para que todo aquello funcionara y se encamino hacia él; también estaba todo igual, como si el tiempo se habría detenido, todavía olía a humo en esa estancia donde la vieja caldera conservaba trozos de carbón y aún tenía ceniza en su interior.

En la pared había muchos carteles de las viejas películas que se habían proyectado, algunas ya ni se podían distinguir, el papel estaba ennegrecido de tantos años recibiendo el humo del carbón, que salía de aquella caldera.

Conocía todos los rincones del cine, pues durante muchos años fue regenteado por unos tíos y a pesar de que no pudo ver las películas debido a su corta edad, pues entonces solo eran para gente adulta y los niños no podían entrar, ella había sido privilegiada disfrutando de todos los preparativos antes de las sesiones de las películas, y muchas veces sus amigos la envidiaban por poder entrar en aquella sala donde ellos no podían acceder.

Muchos años después el cine se convirtió en una sala de fiestas donde se ofrecían actuaciones de cantantes de moda de aquellos tiempos y a los que tuvo la suerte de ver cuando entraban y salían de la sala, pues sus tíos la avisaban para que pudiera curiosear, ya entonces había crecido ,pero aún no tenía la edad necesaria para poder entrar a ver lo que ocurría, todavía conserva de aquellos años, algunos carteles del viejo cine y autógrafos de los cantantes que por allí pasaron, en una vieja caja de lata, que ya esta oxidada, aún tiene guardados los recuerdos de aquel cine de antaño.

Flor Martínez Salces ©
mayo,2011