viernes, 20 de febrero de 2009

LA MAR




¡Hola mar!...

He estado diez días sin pisar tu arena, pero por fin hoy, día de la festividad de San Blas, la lluvia nos ha dado una tregua y aquí estoy, con el cuaderno sobre mis rodillas, dispuesta a dedicarte una página.

No sé que pensará el gruista que arregla el paseo al viejo faro. Quizá que estoy loca. Loca como la enamorada del muelle de San Blas. Mar, dime al oído: ¿por qué le arrebataste su amor? ¿Querías que te amara sólo a ti?, ¡Mira que eres antojadiza!

Pero la verdad, mar, es que yo quería hablar bien de ti. Perdóname pues un indiscreto comentario, ¿te acuerdas de cuando aparecí ante ti como una espantapárajos? Hundida en mi depresión no tenía ánimos ni para saludarte sin embargo, tú fuiste encendiendo velitas, antorchas, piras... en mi y por fin levanté la cabeza y te vi: nos sonreimos.

Isabel Bascaran Garechana ©

San Vicente de la Barquera 3-2-09

NUESTRO PRIMER TRABAJO...




Este es nuestro primer trabajo sobre "El Mar, nos ha dicho el profesor.

Vivimos en el Planeta Azul y a pesar de ello, ¡cuántos millones de personas no lo conocen de Verdad!

Nosotros tenemos la suerte de vivir junto a él, ya que se mete descarado y maravilloso, junto con la Ría, hasta nuestras casas, siendo así uno de los pueblos más bonitos de la costa cantábrica.

Fuente de riqueza, (pero no inagotable, que hay que cuidar), de tanto y tanto pescado como alberga; proteína pura con muchas vitaminas, minerales y sus grasas, tan airadas ahora, como los Omega 3. Pero es más bonito pensar en sabrosas merluzas, deslumbrantes y brillantes bonitos, los ricos cabrachos, doradas, lubinas... apetitosos mariscos... y las riquísimas sardinas, que cuando se asan te chupas los dedos.

Me encanta el mar. Tuve un padre al que le gustaba mucho y, casada con un marino, siempre que podíamos aterrizábamos en alguna playa cercana.

Siempre me ha fascinado ver el mar embrabecido, dando con esa fuerza monstruosa contra los acantilados, saltando metros y metros por encima.

¿Y cuándo hay maremotos y las consecuencias terribles que todos conocemos nos traen?, ¿y los naufragios de tantas y tantas embarcaciones que nos llenan a veces de luto?

Con todo el mar sigue siendo hermoso de contemplar.

¿Y los cambios de color?, oscuro profundo y atemorizante, alegre verde esmeralda, azul índigo, todo depende del color del cielo.

Para mí es una auténtica delicia pasear por su orilla, con los pies descalzos, o dejar que las pequeñas olas te batan cual auténticos baños de hodromasaje, o calmar el espíritu cuando está quieto y sosegado y te sientas a su orilla en la arena, escuchándolas con su susurro repetitivo; y entonces ves lo que ha dejado la marea... algas, conchas y a veces demasiada porquería.

¿Y qué decir de la experiencia de ver de cerca a los delfines, santando en la proa del barco, ¡es fantástico!. Se dan cuenta perfectamente de que los estás mirando y no paran de hacer cabriolas y más cabriolas.

Pienso que El Mar nunca nos deja indiferentes, siendo a cada rato diferente.

María Eulalia Delgado González ©
16 Febrero 2009

LA MAR


Escúchame, Mar: la idea fue de Flor, y Rafael, (Foncho, para los cercanos,) le dio forma y la puso en marcha. De inmediato nos apuntamos Laura, Laly, Ana, Isabel, Pili, Lourdes, María, y el que suscribe, para formar el primer Taller de Escritura, que en febrero del 2009 comenzó a funcionar en San Vicente de la Barquera.

Foncho hizo la presentación de lo que pretendía ser el Taller, y después de tratar varios temas propuso, y nosotros aceptamos, hacer todos un pequeño relato sobre un tema obligado: La Mar.

Por eso me llegué hasta la playa para verte y hablar de ti con una imagen reciente. Te encontré enfurecida, Mar. Aprovechándote de que la playa estaba desierta, de que en aquel momento no entraban ni salían barcos cuyos tripulantes te pudieran acusar, batías con fuerza el espigón, como a traición, como con odio. Te ensañabas en él empujándole con tus brazos enormes en forma de olas gigantescas, y tratabas de derribarle. En tu retroceso te amparabas en las rocas emergentes sobre las que estribabas para regresar con furia renovada, y repetías sin reposo tus terribles embates...

Durante largos minutos contemplé tus malévolas intenciones.
El cielo estaba encapotado, y tu, camaleónica siempre, vestiste su gris sombrío para confundirte con él, allá en el horizonte; pero a media distancia ya se adivinaba tu movimiento ondulado y tenebroso que venía a desvanecerse convertido en sucia espuma sobre la playa empequeñecida y triste.

De tus entrañas parecían salir los sordos rugidos que atenuados por la distancia, y confundidos con el reventar de tus olas, llegaban a mis oídos.

La luz de la tarde había perdido sus brillos, y nos envolvía a ti, a mí y al paisaje entero, un resplandor mortecino que a duras penas nos llegaba de poniente.

Motivado por todo ello no pudomi mente ver otra cosa que no fuera tu saña y crueldad de movimientos, y pensé en los cuerpos de bañistas incautos que a traición tragaste; en los pesqueros engullidos en alta mar sin opción de salvamento, en los paquebotes zarandeados sin piedad, y los maremotos con los que, asociados con huracanes, barriste sin piedad poblaciones enteras, llevándote por delante vidas, casas y enseres de gentes inocentes y pacíficas...

Te pillé en mal momento, Mar. Por alguna razón que tú sola conoces, actuabas con furia enloquecida, y yo no puedo contar de ti más que lo que tu estampa embrutecida me inspiró.

Todos hacemos cosas que no debemos hacer; yo también. Por ello te prometo volver otro día cuando estés calmada y serena. Cuando te vistas de color azul cielo y te adormezcas plácidamente, para contar como es tu lado bueno, Mar, que sabemos que también lo tienes...

Jesús González ©
Febrero 2009

DIFÍCIL RETO...



Difícil reto escribir sobre el mar, aunque para qué engañarnos, difícil reto escribir de cualquier tema.

Me atrae y me asusta. No vivo de él, ni para él, pero me cuesta la vida sin su presencia.

Contemplarlo me transmite paz, incluso en los momentos en que nos muestra su gran braveza.

Esta es mi visión poética sobre un ente con poder para la destrucción y la muerte.

El mar, la mar…
que mucho nos da…
y con un solo movimiento…
todo nos lo puede quitar.

Mi amigo de siempre y para siempre, del que nunca me podré fiar.

Esa es la grandeza del mar.

Laura González Sánchez ©
Febrero 2009





EL MAR


Junto a tu orilla me siento
tus aguas a contemplar,
pues ellas me producen
mucha serenidad.

El sol refleja en tus aguas
muchos y bellos colores,
y tus fondos marinos
emanan dulces olores.

La espuma de tus olas
de blanco se van tiñendo,
y hacen en tus aguas,
remolinos con el viento.

La marea sube y baja,
y va dejando una estela,
y en la orilla de la playa
tus surcos se contonean.

En el horizonte lejano
con las nubes te codeas,
las das bellos colores
y el viento las anea.

El rumor de tus sonidos
parece querer hablar,
y contar miles de historias
alojadas en tu mar.

Mar intenso y misterioso
entre tus agus tu guardas,
aromas y sensaciones,
historias inacabadas.

Flor ©
Febrero 2009




Tu mar, me embriagas con tu aroma, tus aguas tranquilas me dan paz y armonía. Siempre he estado junto a ti, creo que no podría vivir sin tu olor a salitre y el rumor de tus olas cuando rompen a la orilla de la playa.

Tú me has hecho compañía desde mi infancia, de la que guardo bellos recuerdos de aquellos días de verano jugando junto al mar, donde hacíamos castillos en la arena esperando que subiera la marea y se los llevara para volver a construirlos de nuevo.

También recuerdo los baños en tus olas de espuma blanca que nos hacían tan felices y en los charcos que dejabas, cuando había mucha resaca y nos servían de piscina.

Han pasado ya los años y ahora me gusta pasear junto a la orilla y contemplarte con tu inmensidad y tu belleza, sentir esa añoranza de aquellos ratos que pasé disfrutando a tu lado, desde donde hoy te escribo, para decirte que cuando no puedo dormir pienso en ti, con tus aguas tranquilas y ese rumor de tus olas.

Al final, respiro profundamente, huelo de nuevo tu salitre y poco a poco, me voy quedando dormida.

Flor ©
Febrero
2009

QUERIDO Y PROFUNDO MAR CANTÁBRICO...


Querido y profundo mar Cantábrico:

¿Te acuerdas de lo mucho que te añoré cuando viví lejos de ti?... Lo hice durante veinte largos años, a mil kilómetros, lejos de aquí, ¡justo doblando el mapa por su mitad!

Allí me encontré con el tranquilo, azul y sereno mar mediterráneo, pero ¿sabes?, no olía como tú, ni rugía como tú.

Casi saliendo de mi adolescencia, en aquellos años, Serrat cantaba "Nací en el mediterráneo"... Entonces yo cambiaba la letra por la de "Nací en el Cantábrico", no sonaba igual, pero no importaba, pensaba que así, me sentía un poco más cerca de ti.

Ahora de nuevo estoy cerca, sí, cerca de ti, me gusta contemplarte, olerte y escucharte...

Hemos tenido buenos y malos ratos navegándote, ¿te acuerdas? Los malos, los he olvidado y perdonado, pues no fue tu culpa sino nuestra.

Querido mar Cantábrico, continúa así, oliendo como tú sabes y rugiendo como tú lo haces.

Gracias por ser así

Ana Pérez Urquiza ©
Febrero 2009

domingo, 8 de febrero de 2009

¿POR QUÉ TE ESCRIBO, MAR...?


¿Por qué te escribo mar, por qué te escribo?...
Te escribo por tus olas tan gigantes
que rugen y se estrellan en la costa
y dejan en las playas los corales.

Te escribo cuando veo los navíos
que marchan a pescar a otros lugares,
en ellos van curtidos marineros,
a playas ignoradas, sin sextantes.

Te escribo cuando pienso en las sirenas,
que vienen con sus cantos otoñales,
aquellas que soñamos en la infancia,
dejando entre las brumas sus saudades.

Te escribo por tus puertos y tus muelles,
los mismos que albergaron tantos bares,
las tascas, las tabernas y el buen vino,
corriendo por los vasos a raudales.

Te escribo mientras noto la punzada,
y el hilo de la caña y los sedales
me anuncian que unos peces han picado
y puedo con paciencia faenarles.

Te escribo cuando bogan tantos remos
y entonan esos cantos inmortales,
los pechos de marinos bien curtidos,
que cantan a la Virgen una Salve.

Te escribo en ese verde claroscuro,
a ese agua que llevas por tu sangre,
a la sal y salitre de tus venas,
a las algas, que van en tu equipaje.

Y te escribo mi mar, porque te quiero,
porque fuiste la cuna y mis cantares,
ese sitio sagrado que venero,
el tesoro legado de mis padres.

Yo te escribo y te guardo en el recuerdo,
y te añoro mi mar, por lo que vales,
por la bella gaviota y compañera,
por los lindos recuerdos de las tardes.

Yo te escribo quizás, desde pequeño,
cuando tú me enseñabas aquel baile,
ese vals de las olas, una noche,
y a la luna mojándose su traje.

Yo te escribo en febrero nuevamente,
sin preguntas que lleven los palangres,
y te dejo mis versos con un beso,
mientras siento el susurro de tus mares.

Unos mares que llegan con tus olas
y me piden y gritan que las ame,
que en el mar de la vida y de los sueños
dormirán estos versos invernales.

Dormirán para ti, mar de mis sueños,
con tu Estrella del Sur tan admirable,
la que marca este rumbo de mi barca
y me lleva a tu lado para amarte.

Rafael Sánchez Ortega ©
Sierrallana 03/02/09