LA INFANCIA
Es
el primer periodo de nuestra vida; el recuerdo que tengamos de ella, de nuestra
persona y del mundo que nos rodea. Nos fundimos con nuestro entorno (no hay
nada más allá de eso). Poco a poco, vamos descubriéndolo; sobre todo, al llegar
al colegio y comenzar a tener amigos. Ya no son solo papá, mamá, tíos, primos,
vecinos…
Las
primeras letras. La P con la A: PA. La M con la A: MA. PAPÁ, MAMÁ. Al poco
tiempo, ya sabemos poner nuestro nombre y, con ayuda, hacer una tarjeta de
felicitación para ellos.
Ahora
nos hablan de muchas cosas… Del planeta Tierra, en donde vivimos; del punto en
el mapamundi que es nuestro país, y del puntito invisible en el que estamos.
Nos hablan del SOL, de la LUNA y las ESTRELLAS, del DÍA y la NOCHE; de las
estaciones, de los CINCO CONTINENTES y sus RAZAS.
Vamos
comprendiendo nuestro entorno y la naturaleza que nos rodea. Que la leche que
tomamos por la mañana viene de esos animales tan grandes que se llaman VACAS, y
los huevos tan ricos donde mojamos el PAN, que se hace con TRIGO del campo, proceden
de otros animales que se llaman GALLINAS; que las frutas tan ricas que nos
comemos de postre están en los ÁRBOLES FRUTALES.
Y
nuestra habitación está hecha de MADERA de ÁRBOL. También nos hablan del MAR,
de los BARCOS y de los pescadores que cogen esos bichos tan raros que tienen
espinas y mamá nos las quita y nos vamos dando cuenta de cómo se hace, para
sentirnos como héroes si lo conseguimos sin ayuda.
Esos
jerséis tan bonitos, que seguro nos hizo mamá, o las tías o abuelas, con esos
ovillos esponjosos y suaves de colores con los que tanto nos gusta jugar son
LANAS que salen de las OVEJAS que vemos pastar por los prados, y los vestidos
son de una planta que se llama ALGODÓN. También sabíamos de la SEDA, que sale
de esos gusanos blancos y fríos que cogíamos y metíamos en una caja de cartón,
dándoles hojas de morera, y viendo cómo se iban convirtiendo en capullos
amarillos. Otro experimento era coger renacuajos de una charca y meterlos en un
frasco de cristal para ver su metamorfosis.
Y quién no hizo las ALUBIAS entre
algodón húmedo, para ver las raíces y esa hojita verde y tierna que enseguida
queríamos plantar en un tiesto y la ahogábamos de tanto regar.
Los
días especiales de nuestra infancia eran las fiestas de cumpleaños, del nuestro
o de nuestros amigos (merienda y diversión asegurada). Y ya, para qué decir de
lo MÁGICA que era la NAVIDAD, con sus luces, sus bolas de colores, tan frágiles
y maravillosas, para el ÁRBOL, y las figuritas para hacer nuestro BELÉN, agrandándolo
poco a poco a través de los años y
echando harina que simulaba la nieve (yo echaba mucha).
El
remate final era el día de REYES. Ya por la radio, en aquella época, se hacían
campañas de Navidad y juguetes, y es que, aunque éramos pequeños, no éramos
tontos. ¿Nos traerían a nosotros algo pedido a nuestro REY en la carta que, con
ayuda de nuestros padres y tanta ilusión, habíamos escrito? Si habíamos sido
buenos, igual caía algo; pero el carbón también existía, como ahora… –¡de
dulce, claro!
Mª
EULALIA DELGADO GONZÁLEZ ©
Noviembre
2017
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