EL
LIBRO
Querido rey Baltasar:
“Gracias” a los tres por vuestros incontables regalos y “Gracias”
por vuestro inconmensurable esfuerzo.
Quiero pedirte disculpas, a ti, mi querido mentor Baltasar,
por la vergonzosa actuación de muchos políticos de este país: que si por una
iglesia laica, o que si por una iglesia
antisexista han montado un
esperpento que el mismo Ramón María del Valle-Inclán dejaría su reposo para
echarles de sus poltronas a tantos fantoches.
Desearía que el año que viene, me designaras, también, como tu ayudante.
Y celebrar, así, un precioso día.
El regalo que me llegó de Oriente, por correo certificado,
era más liviano del que yo esperaba, pero es digno de princesas: su saya
púrpura, cubierto de un vestido de seda
-nada desmerecedora de las sedas que portaba Marco Polo. Me has sacado de la obligación de volver a
hollar calles y sin esfuerzo convertirme
en una madrina abuela maga perfecta.
El día 7, aún con las imágenes de patinetes, crones, muñecas
que beben y vuelven a beber -en este
caso leche-, nublados por marionetas magas, salí a la calle por una barra de
pan. Al pasar por la librería “Aranbide”
avisté el vértice superior derecha de un libro blanco. Deduje que era el que yo deseaba. Seguí el camino hacia la panadería, eché una
ojeada a las rebajas de la zapatería.
Sentí como un vuelco en el estómago.
Todos los sabores degustados formaban un quimo amargo, que con las
atrayentes ofertas optaban por subir al esófago, pero no pisé la alfombra
roja. Con rapidez, crucé el semáforo
en verde. Me sentí orgullosa de mi
determinación. Sonriente, absorbí el
aroma de la “txapata” y saboreé el “Kurrusko”;
Baltasar, créeme, era el manjar de los Magos.
El día 8, nada más bajar los cuatro escalones del portal, me
fijé en el carro del cartero. Nos
saludamos. Yo emprendí la marcha con
lentitud, por si se acordaba de algo… De regreso, con la fruta fresca, variada
y exótica, frené en seco ante una de las cristaleras del escaparate
“Aranbide” El vacío que vi anegó mis
ojos: vacío de bordes blancos…Descargué
el peso y me cercioré con las lágrimas en la manga. Gema subió sobre el papel protector y me
saludó. ¡Qué contenta estaba! “Claro”,
pensé, “así cualquiera, ha hecho el agosto”
y fruncí el entrecejo de rabia.
Tres paredes níveas y un escaparate transparente. Ni bolas, ni lazos, ni Vosotros cabalgando
tras la estrella hacia el Portal de Belén.
La tristeza, la desazón, la soledad
-pues ni te había despedido-, y
la desaparición del libro blanco…Me derrumbé.
Una mano se posó en mi
hombro. Lo siento, Andrea,te he
asustado. He optado por hacer entrega de
la correspondencia mientras tú regresabas de tus compras. Ten.
Seguro que alguien de mucho linaje, con gran poder adquisitivo y
pletórico de amor te lo ha enviado.
Desprendí, con sumo cuidado, la envoltura y allí estaba tu
despedida. Besé al aire.
Se lo pasé
a Amador:
Todo Mafalda
Quino
50
Edición especial aniversario
1964- 2014
San Vicente de la Barquera, 10 de
enero de 2016
Isabel Bascaran
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