EL
FARO
Era
un mes de septiembre, el día se presentaba soleado y alegre, todavía con
vacaciones, pero Clara se había despertado rara, tenía como azogue en el cuerpo
y un ligero dolor en el bajo vientre. Se quedó en la cama.Sintió a su madre
subir las escaleras.
-¿Por
qué no bajas a desayunar?
-Porque
no me da la gana, –contestó.
-¡Qué
contestación es esa!, ¿te pasa algo?
-¡No!
Déjame en paz.
La
mañana transcurrió de mala manera. A la hora de comer, los mismos modales con
sus padres y hermano.
-¿Tampoco
quieres comer?, –volvió a decir su madre.
-¡Por
qué sois tan pesados,no, no quiero comer!
-¿Qué
modales son estos?, –dijo su padre.
-Está
así desde esta mañana, pero no suelta prenda, -contestó su madre-.
-¡Qué
pesados sois, no hay quién os aguante!
-Señorita,
-dijo su padre-, el que tengas trece años no te da ningún derecho a hablarnos
así. Sube a tu cuarto, por favor. ¡Ya hablaremos!
Clara,
con mucho remango, tiró la servilleta encima de la mesa, corrió con brusquedad
la silla y cogiendo un trozo de pan salió refunfuñando.
Volvió
a tumbarse en la cama de su habitación alegre en la casita de verano que sus
padres habían alquilado para pasar las
vacaciones en un pueblecito junto al mar. Puso música, las molestias seguían.
Fue al baño y entonces ocurrió. Aquello que creía eran ganas de orinar, en
realidad fue un flujo de sangre. Se asustó mucho, pero reflexionó ¡Ah! Esto es
lo que me han dicho que me puede pasar en cualquier momento. ¡Es el periodo, ya
soy mujer!
Pensó
en contárselo a su madre, pero en lugar de eso, le cogió una compresa, se la
puso y volvió a su habitación.
¡Quería
salir corriendo! Caminar y caminar… pero
estaba castigada.
La
tarde declinaba. Clara abrió la puerta.
No se escuchaba nada. ¿Seguirían sus padres en casa?
Fue
de nuevo al baño, esta vez se metió dos compresas en sendos bolsillos de su
pantalón vaquero, cogió al vuelo su jersey y echándolo sobre sus hombros bajó
las escaleras.
¡La
cocina libre! Tenía hambre. Vio el frutero repleto y desgajó dos plátanos del
racimo. Abrió la puerta con cuidado saliendo al pequeño jardincillo. Ya tenía
la mano en el pomo para salir a la calle cuando escuchó la voz de su hermanito:
-¿A
dónde vas?
-¡A
donde no te importa!, –contestó.
-¡Estás
castigada, se lo voy a decir a papá!
-¡Como
digas algo te crujo!, –le contestó de nuevo.
Abrió
la cancela y salió corriendo.
La
carretera libre, no se veía un alma. Se metió por el sendero que era un atajo
para llegar a la playa. Escuchó risas y se escondió al resguardo de una cerca
abierta. Un grupo de chicos y chicas alegres contando chistes pasaron junto a
ella.
Llegó
a la playa, casi desierta a esas horas, y en esas alturas del verano que
declinaba. La marea estaba baja y dejaba libre el camino hacia la Rocona Grande
con un pequeño faro, que parecía dividirla en dos.
Sin
pensarlo dos veces, se descalzó y fue hacia ella por la arena húmeda y fría.
Tuvo que trepar, estaba más alto de lo que parecía, y llegó hasta el faro que
así de cerca ya no le pareció tan pequeño. Dio una vuelta alrededor, un poco de
hierba crecía por algunos sitios al resguardo y una puerta de madera medio
desvencijada la saludó.
Estaba
cansada, se sentó y se recostó contra ella; los rayos caducos del sol la
acariciaban. Se estaba bien allí. Se comió un plátano. La entró un sopor
desconocido… ¡Quedó profundamente
dormida!
Un
chasquido la sobresaltó ¿Pero qué pasaba? La noche lo cubría todo y el agua
también. Las olas, menos mal blandas, lamían la roca. Estaba aterida y muerta de
terror. El viejo faro no emitía ningún destello. Solo veía las luces del pueblo
alejadas, para ella muy lejanas.
Nadie
la había visto. Y sus padres, estarían preocupadísimos, quizás la estuviese
buscando hasta la Guardia Civil. “¡Papá… Mamá…!” Gritaba con todas sus fuerzas,
pero no parecía que la escuchasen.
Se
puso el jersey, se arrebujó otra vez contra la puerta que aún conservaba un
poco del calor del sol, y con las lágrimas corriendo por sus mejillas, se
acordó del plátano que la quedaba y de las dos compresas que seguían en su
bolsillo.
Mª
EULALIA DELGADO GONZÁLEZ ©
Diciembre
2015
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