lunes, 11 de enero de 2016

EL   FARO
 
        Las inundaciones del año 82 habían anegado las tierras que cultivaban en Valencia por lo que Pau Pons se preparó para las oposiciones a farero que se convocaron en el BOE en 1985.

       Recoge los pocos enseres que posee y acompañado por su resignada esposa se traslada a Santa Pola,(Alicante),  a  ocupar su plaza de farero.

       A sus 48 años, Pau añora el trabajo al aire libre,  unas veces segando, otras arando la tierra dando órdenes a Percherón: “¡Sóoo!, no tengas tanta prisa; el trabajo o se hace bien o no se hace….!“!Arre!, ¿Qué, te levantaste holgazán?  A este ritmo, llegarán las lluvias y nos cogerán sin plantar el arroz”.

        Manuela ha preparado arroz blanco para comer; la estancia está nublada y ardiente aunque el aroma a pan recién hecho ensalive la boca de placer. La humedad de las paredes se mezcla con las lágrimas del matrimonio.  Mientras Pau descansa durante diez minutos, Manuela se dedica a quitar las telarañas que forman nubes de seda y polvo  en la pared circular.  La pobre tose y moquea, pero sigue con su asfixiante trabajo.  “¡Si pudiera espantar los erizantes chillidos de sus sueños…!”  No quiere atormentar a Pau con sus malos presentimientos, bastante tiene el hombre con gobernar el faro:  la limpieza de las bombillas, la temporización de las ráfagas, el ajuste del pulsador de la sirena… Por lo que con sus manos dulces acaricia los golpecitos constantes de su amor.

       Con el alba, enciende la lumbre prepara las rebanas de pan con aceite de oliva,  calienta la leche que con el café recién hecho aromatiza la estancia de tal forma que atrae a su esposo como un imán.    Manuela sostiene el bol en la cuenca de sus manos.  “Quieran los dioses que  el amor que espera sea tan hermoso como la cerámica que acaricia”  Con los ojos cerrados, el sentido del tacto acaricia el fino y aterciopelado material adornado de azahares perfumados.  Nocturnas risitas la devuelven a la realidad.

  “¡No llores más mi amor,no llores!” musita mientras va girando en torno.  La creación de faros y más faros mitigan su pesadumbre, el chirriar de la rueda borra  otros sonidos.  Saca del horno las torrecitas ya secas e introduce las nuevas.  Para el mediodía, el hogar ya ha perdido su rojo bermellón y Manuela se dispone a preparar  el pescadito frito.  El ambiente está muy caldeado por lo que Manuela abre el ventanuco  enrejado.  El bebé se ha dormido acunado por la brisita.  Los faros se van hermoseando: parecen de oro en contacto con los rayos de sol.   ¿”Será su amor tan perfecto”?

        ¡No llores mujer!  ¡Enjuga esas lágrimas!   Pau pasa sus diez minutos acariciando  con sus curtidas manos el futuro tesoro mientras Manuela hecha un ovillo se acurruca en el pecho de su risueño esposo.  ¡Ya  no hay telarañas en el faro!  El polvo se ha ido posando  bajo las gotas de agua y las lágrimas.

        Manuela ha dormido de un tirón.  Su cara muestra menos arrugas,  las ojeras se han reducido; solo su amor se ve más espléndido. Manuela dirige los diamantes de sus ojos hacia sus otros tesoros.  “¿Once? “ Se frota los ojos y los va contando cual matemática:” Sí,“once” ¿Quién se burla de ella?,  ¿Su Hijo?, ¡No! No siente patadas de enfado.

  Está determinada a pasar la noche en vela.  Toma  un tazón de café cargado.

Oye el pausado dormir de su esposo, ve los  haces intermitentes del faro, siente el corazón latente de su amor… y de pronto, percibe unos soplidos y golpes de pala.  Manuela lleva sus manos al vientre; el bebé duerme mecido por los soplos del padre.  Estira  la cabeza cual jirafa que busca las hojas más altas de acacia., y ve cómo un gnomo  se hace con uno de sus faros, luego ase otro, y otro… y los va escondiendo en un saco que acarrea en su espalda.   “Ji, ji, ji”… y se  aleja.

     El dormitorio se ha convertido en la alcoba de la felicidad.  Manuela sabe, por fin, que su amor vive feliz en ella.

       El médico les hace la visita mensual; el chupito lo deja para después del parto.  Manuela acostumbrada a las tareas  duras del campo da a luz sin histerismos.  Suavemente fluye el hijo en su membrana proyectora.   En la mesa, sobre el aguamanil, luce un lienzo tejido con  hilos de oro.   Manuela envuelve a su gran amor en él.

 Sus ojos se fijan, por un segundo, en la repisa vacía.

                                San Vicente de la Barquera, 13 de diciembre de 2015

                                              Isabel Bascaran

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