LA LUZ DE LAS SIRENAS
Desde que soy pequeña me han
fascinados las historias fantásticas y los seres mágicos, sé lo que estáis
pensado, que a los niños le apasiona todo aquello que no pueden entender, pero
era tal mi afición y amor a la magia que recuerdo que una mañana, cuando yo
tenía 7 años me peleé con mi mejor amigo David, le empujé tan fuerte que cayó
de cabeza a un pequeño estanque, que estaba al lado de donde jugábamos; como
consecuencia se partió un paleto y desde entonces “zezea” parece que le estoy
viendo lleno de barro y diciendo
–zizi te vaz a enterar.
Aunque si le preguntas a él,
fue que se tropezó y no que una niña le pegó.
Pero como os iba contando era
una gran defensora de la magia y toda la culpa la tenía mi padre. Todos los
días, al irme a dormir, llegaba con un gran libro, era más grande que mi
carpeta de ir al colegio, tenía una cubierta de color vino, comida por la
humedad y en medio de ella, unas letras doradas que ponían “Mundos de Leyendas”. Él me leía dos páginas
y luego me daba un beso de buenas noches. Cuando aprendí a leer hicimos un
trato que él me leería tantas hojas como yo le leyera a él cada noche. A los
pocos años me aprendí todas las leyendas de memoria y mi padre empezó a tener que improvisar. Las
primeras improvisaciones os podéis imaginar eran… las mismas historias, nada
más que en un lugar diferente y cambiando de nombre, pero desde la noche en la
que cumplí diez años todo cambió, las leyendas empezaron ser magnificas, la de
aquella noche fue la luz de las sirenas.
“En un pequeño puerto
pesquero, vivía una joven costurera de redes, desde bien pequeña cosía y arreglaba las redes del
barco del capitán “Media noche”, (le llamaban así
porque su barba era de un color gris perla su melena negro azabache).
Todas
las mañanas Alana, que así se llamaba la joven, soñaba con conocer todos los océanos porque su pequeño mar “Brático”
se le había quedado pequeñ; estaba enamorada
del mar, de los peces, de los arrecifes de coral, pero sobre todo de las sirenas. Se podía pasar horas y horas
escuchando al viejo capitán “Media noche” contar como había rescatado a una joven sirena de las redes de un
barco oriental , o la primera vez que vio una sirena nadar con los delfines en
los mares del nuevo mundo…
Una
mañana, mientras Alana estaba sumergida en su mundo, una escama de color gris-verdoso, (como el mar), la sacó de su
sueño, no por el color sino por el tamaño. Era más
grande que su mano, y sin pensarlo dos veces la guardó en su roído delantal.
Ella la había encontrado. En la noche
la pondría debajo de la lupa de papá, ahora tenía que seguir con la faena. “¿De qué ser será esa escama?”, Pensó.
En
cuanto la sirena del muelle informó que era hora del fin de la jornada, salió corriendo todo lo que daban sus
pequeñas piernecitas hacia su casa, llegó sin respiración
y no le dio ni un beso a su madre que estaba cocinando como siempre, subió las viejas escaleras de dos en dos
esquivando todos los agujeros con gran maestría;
entró en la habitación de sus padres, cogió la lupa y se encerró en ella.
Tras pasarse
cinco minutos mirando su nuevo tesoro, bajo la lupa y la luz de una vela, lo tenía clarísimo esa escama era de
una sirena no había duda, conocía todas las especies
de peces de su pequeño mar “Brático” y ninguno era tan grande para tener una escama de tal tamaño y el color tampoco
era muy corriente.
La
puerta de su cuarto se abrió y, tras ella, su madre con el labio fruncido le
decía que esas no eran formas de
entrar en casa. Alana intentó explicarle que había encontrado un tesoro, pero su madre le dijo que se
dejara de fantasías y que le llevase la cena a su
padre al faro.
A
regañadientes, aceptó cogió la pequeña bolsa de tela con la fiambrera y le dio
un beso a su madre y comenzó el pequeño
viaje de diez minutos hasta el faro. Al llegar, su padre, con perfecta barba rojiza y arreglada le esperaba con una sonrisa; ella le contó lo que había
encontrado y que estaba segura de que era de una sirena, además le explico que su madre no le había creído,
diciendo que eran fantasías, según ella.
- Cariño, no es así
mamá sí te cree es más por eso te ha mandado a que me traigas la cena al faro, normalmente es ella quien
me trae la cena y no tu mi niña.
-Igual
tienes razón, pero ¿Cómo me ayuda traerte la comida?
-Ven,
siéntate conmigo pequeñaja, cenemos juntos porque mama ha puesto cena para dos, sabía que tardarías en bajar y
resuelvo tu misterio.
-Vale,
la verdad es que sí tengo algo de hambre.
- Alana,
tú sabes qué trabajo tengo y lo que hago ¿verdad?
-Claro, -dijo
con una sonrisa que le recorría toda la cara, -eres farero ayudas a que los barcos sepan donde esta tierra.
-Eso es
mi niña, pero hago algo más.
-¿Haces
algo más?, -Con cara de…. -Me estas engañando.
-Sí, le
doy color a las profundidades del mar
con la luz de las sirenas.
-¿Cómo?
Papá, me estás mintiendo y mamá dice que las mentiras no se dicen que nos crece la nariz como a Pinocho.
-Escúchame
pequeña, déjame que te lo explique y luego te dejo que me preguntes lo que tú quieras, ¿vale?
Mira,
con la luz del faro indico a los barcos donde estála tierra para que atraquen,
eso es verdad, pero además yo
enfoco la luz a sitios muy concretos en el mar. Y dependiendo a donde enfoco la luz ,ésta hace que las
colas de las sirenas tomen un color u otro porque,
si no lo sabes, las sirenas nacen con sus colas del color del mar como la escama que tú encontraste, para que nadie
pueda verlas hasta que sean adultas y en cuanto alcanzan la madurez se pone bajo la luz del faro y estas les
da su color.
-¿Y para
que quieren su color? ¿Cuántos colores hay? ¿Has visto alguna sirena?
-Haber,
quieren color en sus colas porque dependiendo qué color tengan podrán hacerse cargo de una cosa u otra del
océano, por ejemplo las sirenas de color verde son
las encargadas de las algas y el plancton, las de azul oscuro de los peces de
gran tamaño, las rojas se encargan de
los corales y así… infinidad de colores y además sin el color de las sirenas el mar no tendría color pues las sirenas
son las encargadas de que, el color del marsea azul.
-He
visto muchas sirenas, pero solo los fareros tenemos ese privilegio, porque sino
la gente las pescaría y los
océanos dejarían de ser como son.
-Papá no
me puedo creer que tengas el mejor trabajo del mundo, yo quiero ser farera y prometo guardar tu secreto para
siempre.
-Cariño,
sé que guardarás el secreto pero no es solo mío, todos los fareros del mundo tenemos el mismo trabajo yo solo me
encargo de un trozo del mar … los océanos son muy
grandes.
Y tengo
que darte una mala noticia, tu tesoro, tienes que dármelo, no es tuyo pertenece
al océano. ¿Me lo das?
-Claro
papá, toma y sacó su tesoro del viejo delantal, pero prométeme que cuando sea farera me lo devolverás. -Dijo alana
con una sonrisa de pillina
Y aquí acaba la leyenda de la
luz de las sirenas, espero que os gustase y forméis parte de los defensores de
la magia.
Mañana por la noche os
contare otra leyenda.
Jezabel Luguera ©
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