UNA VEZ SOÑE QUE…
―¡Estrella!
¿Otra vez en las nubes? ¿Se ha enterado de lo que acabo de decir?
―Sí, hermana; tenemos que hacer un
relato sobre “Una vez soñé que…” ¡En las nubes, que estoy en las nubes! Yo
estoy más allá de las nubes. ¿No me llamo Estrella?
―¡Quiero el escrito para el lunes! Tienen
todo el fin de semana para hacerlo.
La
tarde es calurosa, ya se acerca el fin de curso. Las ventanas de la clase están
abiertas y del jardín se ha colado una lagartija. La miro y me río por dentro.
Si se dan cuenta mis compañeras van a comenzar los chillidos…
¡Anda,
que la que nos armó la monja el otro día con lo de las duchas! Estábamos en el
dormitorio, nos hizo salir a todas de nuestras camarillas y nos puso verdes: ¿QUIÉN
HABÍA OSADO TAPAR CON PAPELES LA VENTILACIÓN DEL GAS? Todas nos mirábamos
perplejas. Al día siguiente apareció el alma del delito. ¡Una rata! Era una
rata… ¡Nos pidió perdón! Menos mal.
Nos
dieron la merienda y salimos al patio. Me subo al tobogán de cemento. Debajo
hay como una gruta con una imagen de la Virgen. Desde allí se ve la huerta de
las monjas y las gallinas, a las que tirábamos a principio de curso muchas
miguitas de pan. Cada vez se iba extinguiendo más y más la costumbre hasta
quedar en nada.
―¿No vienes a jugar? ―me dijo una
compañera.
―¡No, estoy pensando!
Pero
a ver… ¿Y qué escribo yo ahora? ¡Un sueño! ¡Pues como no me lo invente! Si los
sueños de verdad están todos mezclados… Y son rarísimos. ¡Los recuerdas a veces
con nitidez un rato y luego se suelen esfumar para siempre!
Ya
habían apagado las luces del dormitorio, y sigo pensando. Como tengo cerca el
baño, me levanto y voy. Es grande y su ventana, la única desde donde puedo ver
las estrellas. De repente, suena un toc, toc, toc…
―¿Todavía despierta?
¡La
monja! ¡A la cama!
SABADO:
Toca paella en la comida. Esparzo el arroz por el plato hasta que me lo unen y
me instan a comerlo todo ¡Que no quede nada!. Mis compañeras de mesa me
dijeron:
―¿Te pasa algo? ¡Qué callada estás!
―No,
es que estoy pensando…
La tarde
la paso entretenida en clase de Labor. Sigo sacando hilos para hacer el filtiré
en el juego de cama bordado que tengo entre manos. El Francés, la Taquigrafía y
la Mecanografía quedan para el lunes. ¡Y EL MALDITO SUEÑO!
Me
quedo al estudio nocturno. ¡Ahora o nunca, mañana es domingo! Y escribo. No
mucho, la verdad; pero para salir del paso, servirá…
DOMINGO:
Por la mañana, subo con mis compañeras cantoras al coro para la misa. Al bajar
a comulgar, tenemos que hacerlo por las escaleras que dan a la entrada del colegio
y entrar en la capilla y, como siempre a esa hora, ya están los cestos del pan
con ese olor tan irresistible. ¡Me comería todos los bollos!
Por
la tarde, visitas familiares. Pude estar con mis padres e ir a la cafetería del
pueblo a merendar con ellos (chocolate con bollo suizo). ¡Vivaaa!
LUNES:
De nuevo en clase. Hoy llueve y las ventanas están cerradas. Toca Lengua a
primera hora, pero estoy tranquila. ¡Tengo mi escrito! Me toca detrás de
Teresa. ¡Menudo sueño que lió, con excursiones y monedas falsas! ¡Perdió el
autobús y tuvo que andar un montón de kilómetros!
―La siguiente.
Comienzo
a leer:
«Una
vez soñé que me encuentro entre mucha gente, amigos y familia. Era muy curioso:
había mar y como piscinas y, para bajar de un sitio a otro, escaleras; pero
escaleras rarísimas, muy altas y que teníamos que hacer cabriolas para cambiar
de bajar a subir, pero todos lo hacíamos como la cosa más natural del mundo.
De
repente, un barco enorme de pasajeros encallaba en las rocas y todos echábamos
a correr, saltando de roca en roca como podíamos porque unas olas gigantes se
nos venían encima.
Ya
estábamos a salvo, en un corredor entre rocas, que parecía como un claustro. El
suelo era bastante liso, hasta que, de repente, un socavón enorme nos impedía
seguir. Habían puesto una escalera, pero faltaban peldaños. Me tenía que agarrar como podía, estirarme como si mis
brazos y piernas fueran de chicle, pero lograba pasar sin que nadie me tuviese
que ayudar. Y seguimos por las rocas hasta volver a subir por el otro tramo
parecido, y seguíamos caminando por el pasadizo que ahora tenía luces de
colores estratégicamente puestas y era largo, larguísimo…
FIN»
―¡Eso lo ha soñado o se lo ha
inventado? ―dijo la monja.
―¡De verdad que lo he soñado!
―¡Bueno, bueno! Puede sentarse. La
siguiente…
En
realidad, lo que no sabe es que son tres sueños. Los llaman sueños recurrentes.
Entre escaleras rarísimas, rocas y más rocas y peldaños sueltos, me despierto
agotada; pero lo supero y salgo siempre airosa. ¡Hala! ¡Como son sueños! Pero
luego tendré que tener cuidado cuando suba otra vez al tobogán…
Mª
EULALIA DELGADO GONZÁLEZ
Enero
2017
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