MANÍAS
Quien tiene manías es un maníaco. Y me
suena tan mal la palabra que hasta me horroriza un poco admitir que yo lo
pueda ser.
El tema de las manías me interesó. Y me
empecé a estudiar a mí mismo con interés creciente, tratando de descubrir ese
yo maniático que ignoro, y… no. Decididamente, no soy maniático. Yo no tengo
manías.
Convencido de ello estaba cuando escuché a
mi mujer que me preguntaba: “¿En qué estás pensando, que tienes en marcha el ‘círculo
de lectores’? ¡Ay, coño, con esta manía!” Y es que, cuando me quedo
pensativo, sin darme cuenta, me agarro la barbilla y giro, despacio pero sin
cesar, el índice de la mano en rededor de los labios. A esa manía de girar el
dedo, la llama ella ‘círculo de lectores’, en memoria, sin duda, del que fui
socio hace un montón de años.
Y de repente también, sin necesidad de
ningún esfuerzo, descubrí otra manía a la que soy incapaz de encontrarle
el origen –oye, una manía rarísima, porque no es física (¿se la podría llamar
‘manía virtual’?)–. Es una manía del subconsciente: todas las mañanas,
absolutamente todas, descubro mi subconsciente cantando el Himno de Infantería:
“Ardor guerrero vibra en nuestras voces, y
de amor Patria henchido el corazón…” –pero, coño, si yo hice
la mili por aviación, ¿de dónde me pueden venir a mí esos recuerdos?– “…Entonemos
el himno sacrosanto, del deber, de la Patria y del honor, ¡honor!…”
En cuanto me doy cuenta de que el
subconsciente canta, lo rechazo y me obedece al instante. Pero en cuanto me
descuido, en tanto no me asee y me despeje un poco, ahí lo tengo otra vez con
la misma historia:
“…Los que tu amor y vida te consagran,
escucha España la canción guerrera; canción que brota de almas que son tuyas,
de labios que besaron tu bandera…” –¡Hay que joderse!,
pero si hasta me sé el himno de memoria, y ni idea tengo dónde lo pudo aprender
este puto subconsciente mío…
“…Nuestro anhelo es tu grandeza, que sea
noble y fuerte. Que por verte temida y honrada, contentos tus hijos irán a la
muerte…” –¡Pero si yo solo vi la guerra por el agujero de
los seis a los ocho años que tenía cuando terminó!
Por amor a la vida militar, tampoco, que
las armas de fuego nunca me gustaron; y cuando por necesidad tuve que hacer
prácticas con ellas durante el servicio militar, el teniente que me acompañaba
me dijo:
–Si Franco te ve tirar, te licencia.
–¿Y eso por qué, mi teniente?’
–No le sirves para nada. Ni por casualidad
has dado un tiro en la diana.
Me despierto al día siguiente, y ahí está
otra vez:
“…Si al caer en lucha fiera, ves brillar
victoriosa la bandera, ante tu misión postrera orgulloso morirás”.
–Sí, por los coj…
¡Y pensaba que yo no tenía manías! ¿Tú qué
crees? ¿Ves estas cosas normales, o debo ponerme en manos de algún siquiatra
castrense…?
Jesús González ©
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