sábado, 27 de febrero de 2021

DE IBÉRICO

 



 

Me encanta el jamón, el bueno, el pata negra, como a todos, claro; o casi todos, porque luego están los especialitos. Bien, pues de patas voy yo a hablar. En primer lugar, de la que metí comprándole a mi maridito una por nuestro aniversario. Era mala; no, malísima, y lo peor es que nos la comimos. Al poco tiempo fue su cumpleaños y decidí resarcirme y le regalé otra en condiciones. ¡Ésta si que está buena!

Queda claro que el jamón me gusta; pero más que el jamón, mucho más, me gustan los negocios. Cada vez que tengo una idea, no pasa mucho tiempo hasta que alguien la lleva a cabo. No todas me interesan, así que claramente las dejo pasar. ¡Hay tantas cosas por hacer!

Aquí va la última idea, ¡buenísima!, por si alguno la quiere. Va de jamón. Cortaba Óscar, entusiasmado, su regalito de cumpleaños, súper concentrado, cuando, en un descuido, pesqué un trocito –sin muy buena pinta, por cierto, porque tenía lo que yo creo que era un poco de tendón– y me lo metí en la boca. Masticaba y mis papilas gustativas saltaban de alegría. Lo mejor es que nunca se acababa, era un chicle de ibérico. ¡Imaginaros! Supersaludable, sobre todo por las endorfinas que segrega el que lo disfruta. ¿Que te entra hambre a media mañana?: te tomas un chicle. Mismo sabor, menos calorías. No produce caries. ¡Lo tiene todo! No es goma de mascar con esencia de jamón, como las patatas fritas. No, tiene que ser auténtico: ternilla, como la que yo tomé, con saborcito que dura y dura.

Ahora maquino dónde lo pueden vender. Será difícil encontrarlo. A lo mejor lo tiene Tinita. Seguro que en el Duty Free de la T4.

 

Almudena Pascual©

No hay comentarios: