miércoles, 31 de marzo de 2021

SED•UCCIÓN


 

Si ya lo decía el Chéspir: Sed o no sed, esta es la ución. Y no hay más. Bueno, sí hay más, porque en la vida todo son uciones, y esto al Chéspir se le pasó. Porque si hay sed, tienes la ución de beber o no beber. Y si bebes, tienes una pila más de uciones: beber agua, si eres un muermo o te has quedado sin cuartos; o beber cerveza, o vino, o sidra… Hay montones de uciones. Y si, por el contrario, decides no beber nada, entonces ya la única ución que te queda es palmarla.

Un tío listo el Chéspir ese. Un poco majara, porque le da por matar siempre hasta al apuntador. Tú no sabes cómo va a empezar la historia, pero lo que no falla es que, al final, la palma todo dios. Y los personajes, zumbados todos cosa mala. Me digo “me voy a leer una obra del Chéspir, que eso se lo cuento yo a los amigos y farda y da culturilla que no veas”, y como hay tantas uciones, voy y elijo Otelo, que es un moro, y negro por más señas, y que tiene una mujer que está muy buena, Desdémona, que es cristiana y blanca, así que ya se ve que se va a armar un lío de cohone. Total, que hay un tal Yago, que es muy malo y convence a Otelo de que Desdémona le pone los cuernos. Resultado: matan al supuesto amante, que encima no se ha comido un rosco; Otelo mata a su mujer, que tampoco se había comido un rosco, la pobre; Yago mata a la suya para no ser menos; luego Otelo maya a Yago por lioso y, ya puestos, como no queda nadie más, Otelo se mata también a sí mismo. La funeraria de Venecia, que es donde sucede todo el lío, a tope. No es nadie el Chéspir ese; cuando se pone a matar, le entra el desenfreno y no hay quien lo pare.

Me ha entrado el gusanillo y me sabe a poco. Así que me digo “voy a por otra, que el tío este escribe muy bien; igual ha ido a un taller de escritura y todo” (¿se pilla la perífrasis, no? Si es que donde hay estilo…). Y entre todas las uciones, voy y escojo Romeo y Julieta, por aquello de ver si hay rollete. Resulta que son dos chavales de 16 años (chaval y chavala, se entiende, que las moderneces aún no habían llegado), que se conocen, les entra la calentura y se casan en secreto. Ya está armada: el primo de Julieta mata al amigo de Romeo; Romeo mata al primo de Julieta y se esconde para que no le trinquen; el padre de Julieta, que no sabe que se ha casado, la quiere casar con un pipiolo que se llama Paris, que no vale para nada; para librarse de él, Julieta se compincha con el cura y se toma un potingue que la hace parecer muerta, así que, en vez de boda, se celebra un entierro. Romeo se cree que está muerta de verdad y que todo es por culpa del pipiolo del Paris, así que lo mata y, ya desesperado de amores, se toma un veneno y se muere junto a su amada Julieta. Ésta se despierta –porque ya os he dicho que no la había palmado de verdad, sólo de mentirijillas– y al ver a Romeo muerto –que este sí que estaba tieso genuino–, se toma también el veneno y la casca, pero esta vez de verdad, como Dios manda, que en esta obra tú tienes que estar pendiente de si los muertos están muertos o sólo se están haciendo el muerto, chúpate los pinreles. Así que también la funeraria de Verona, que es donde se cuece todo, se pone las botas vendiendo ataúdes.

Ostras, Pedrín, el Chéspir, cómo mola. Ya estoy más enganchado que un catalán a un billete de cincuenta, así que, como en la tele sólo hablan del virus y de las vacunas, me pongo a leer otra tragedia. Miro qué uciones quedan y me decido por El rey Lear, que he oído que tiene tres hijas que son la leche. El rey de Bretaña, que es muy viejo, pone su reino en manos de las hijas: ¡craso error! A las primeras de cambio, ya deshereda a una de ellas, pero ésta, que no es tonta, se casa con el rey de Francia. Las otras dos hermanas son malísimas y putean al padre todo lo que pueden. Líos por todas partes: traiciones, torturas (a un conde le arrancan un ojo), asesinatos. Aquí se le fue la mano al Chéspir y ya no tenía suficiente con matar de uno en uno, así que la arma con una guerra improvisada entre franceses y bretones, para que haya carnicería a tope. Una hermana envenena a la otra; aquélla es ahorcada; el verdugo que la ahorcó es ajusticiado. En fin, un lío que no hay quien se aclare y lo único que se puede poner en solfa es, como siempre, que casca todo quisque. Ahora sí que ya soy un experto en Chéspir y paso de seguir leyendo, que estoy harto de tanto muerto por todas partes.

Eso sí, la más sublime de todas las tragedias de este hombre es la que vi por la tele, con un pirao que se paseaba por el escenario con una calavera en las manos y diciendo “sed o no sed, esa es la ución” –o algo así, que tengo tapones de cera en las orejas y oigo lo justo–. Muy recomendable el pájaro este, el Chéspir. Si no habéis oído hablar de él, os lo recomiendo. Escribe tope de bien, una pasada. Una buena ución para el fin de semana. Y si no, Marcial Lafuente Estefanía tampoco está mal.

 

José-Pedro Cladera Fontenla© 


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