miércoles, 31 de marzo de 2021

SEDUCCIÓN

 


            Acabábamos de cenar. Era de noche y hacía mucho calor. Noche de San Juan. Un placer caminar por el prado húmedo; comenzaba a helar un poco. Me fui alejando sola. Aún me ardía la espalda del sol tomado en la playa ese día. Los tirantes del vestido, largo, de florecillas, me ardían en los hombros y los bajé un poco. Me senté mirando al lago. Era la primera vez que iba; me había invitado una amiga de la infancia. Nos veíamos de vez en cuando. Esta vez me dijo que sus padres celebraban sus bodas de oro y que harían una gran fiesta en la casona familiar del pueblo y les gustaría que yo acudiese. Invitaban a todas sus personas queridas y a las de sus hijos –bueno, una hija y tres hijos–. No me lo pensé dos veces. Fui sola. Aparte de la familia y algún amigo, no conocía a nadie.

La temperatura de la noche era muy agradable. Caminé un poco por la finca, alejándome. Ya se oía distante la música de la fiesta y el parloteo amistoso de la gente. Me senté en el prado. No sé si llegué a dormirme un poco, pero sí salí después de unos minutos de un dulce duermevela –imagino que unas pocas copas de vino de mi tinto favorito cenando ayudaron bastante.

            Me pareció que brillaban a mi lado. No soñaba. Unos ojos negros, un calor distinto, la calidez de otro cuerpo junto al mío. No hubo palabras, solo murmullos, pero ambos nos dirigimos a la pequeña barca de la orilla, vieja por el uso –debía de ser la que el padre de mi amiga utilizaba para pescar en el lago, y ellos de niños–. Solo unos ojos negros fijos en los míos. Subimos y lentamente cogió los remos. En unos minutos, nos alejamos de la orilla. Manos, piel, boca, y restos de alcohol. Estrellas y caricias. El sudor resbala por la espalda mientras se me clava un corcho de pesca. No existía el tiempo, solo el espacio, brillante en el cielo, en el agua, y en unos ojos rendidos. El balanceo de la barca y el esporádico chapoteo de algún pez cotilla acompañaban el trasiego. Quedamos exhaustos, tendidos en nuestras brasas. Abrazados.

            Amanecía cuando una última caricia sellaba la noche. Sobraban las palabras y faltaba el aliento. Todo quedó en silencio.

Escuché las voces inquietas de mi amiga llamándome. Solo un vestido de flores quedó de testigo. Nunca supe su nombre, ni él el mío. Al fin y al cabo… ¡era la noche de San Juan!

 

(Cualquier parecido con la realidad… es un puro sueño).

 

REMEDIOS LLANO PINNA©

COMILLAS

MARZO 2021.

 


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