martes, 18 de enero de 2022

EL BALANCEO DE LOS ELEFANTES

 


 

Si os dijera: “Tres elefantes se balanceaban…”, seguro que estaríais cantando la canción, ¿verdad? Pues venga, que la acabamos: “…sobre la tela de una araña…”

Qué increíble es la imaginación cuando eras pequeño, cuando una muñeca podía ser astronauta, veterinaria y profesora al mismo tiempo, sin olvidarme de que podían vivir en una isla paradisiaca o en lo alto de una montaña sin salir de nuestra vieja alfombra del dormitorio. Y todo esto lo sabíamos porque ella misma nos lo contaba, porque era nuestra mejor amiga.

Me encantaría volver a tener esa imaginación, creer que todo es posible, ¿a vosotros no? Esa sensación de nervios en el estómago el 5 de enero porque sus majestades mágicas se iban a colar por el hueco de la lavadora con camellos incluidos (en mi casa, era el hueco de la lavadora; otros son por la chimenea), o la felicidad que regala un ratón que intercambia dinero por tus dientes de leche, y tú deseando que se te cayera otro y sin miedo a ser un desdentado. Ojo, que la puerta del ratoncito Pérez está en la boca del metro del palacio Buenavista (os confieso un secreto: yo la busqué en mi último viaje a Madrid y allí estaba; durante un tiempo, fui niña otra vez).

Walt Disney dijo en una ocasión: “si puedes soñarlo, puedes hacerlo”. Y eso es lo que nos falta a los adultos: creer que todo es posible. ¿Por qué no iba a poder aguantar una majestuosa telaraña a tres elefantes, ¿no? Actualmente, la imaginación se ha ido reduciendo según aumentan las olas: es inversamente proporcional.

Creo que si el sombrerero loco saliera del país de las maravillas, nos diría lo mismo que a Alicia: “imaginad tres cosas imposibles antes de desayunar”. Y yo le sumaría que cada día durante un mes. Y veréis que al principio cuesta; luego es un reto y, al final, esa sensación se convierte en un hábito que alimentará a vuestro niño interior –o, por lo menos, te reirás un montón.

 

Jezabel Luguera©

 

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