Esta vez no es uno de mis relatos al uso. Voy a procurar
narrar unos hechos acaecidos a principios de los años noventa. Hechos reales
con los que pude comprobar lo que es la buena estrella.
En aquella época, yo era catequista en Comillas. Un grupo
de amigas, junto a otras ya veteranas en estas lides, decidimos dar catequesis
durante un par de años o tres, motivadas por el hecho de que nuestros hijos
querían hacer la primera comunión. Queríamos formarlos nosotras para evitar
injerencias externas y tal vez algo alejadas de nuestra forma de vivir la
religión. Tan felices que empezamos. El sacerdote responsable era una persona
sensata y cercana, amable, aunque estricta en su relación con los niños. Entre
todos hicimos un buen equipo. Así fue todos los sábados por la mañana durante
dos años.
El tiempo transcurría relajado y feliz.
Teníamos campamentos, cines, juegos, viajes a la nieve; pero el éxito total
eran las excursiones. Y date aquí que planeamos una excursión a Liébana. El
destino era la ermita de la Virgen de
Valmayor, cerca del pueblo de Vega de Liébana, a pocos kilómetros de
Potes. Un hermoso lugar próximo a la montaña, con arboledas y praderas, donde
habíamos proyectado hacer una comida campestre y una tarde de juegos con todos
los niños. Llegó el día. Amaneció soleado y brillante, un cálido día de junio.
De Comillas partió un autobús con unas sesenta y cinco personas: niños y niñas
entre los siete y trece años, sus catequistas y su sacerdote. Llegamos después
de un buen viaje y el lugar nos pareció fantástico. Tras tomar contacto con el
lugar y organizarlo para comer a la sombra, nos preparamos para celebrar la
misa en la ermita.
Se daba el caso de que el sacerdote tenía sus costumbres,
y le gustaba que los feligreses ocupásemos siempre los primeros bancos, sin
huecos –“como hermanos”, nos decía–. No quería gente desperdigada por la iglesia
–“cosa bien triste”, solía decir–. Y henos aquí a todos bien juntitos en la
parte delantera, ocupando algo más de media ermita, quedando la parte trasera
literalmente vacía.
Aunque
era sábado, había unos obreros trabajando en el tejado; se estaba restaurando
el templo y nos comentaron que querían acelerar los trabajos. Nos prometieron
no hacer mucho ruido. Las catequistas ocupamos los bancos detrás de los niños.
Poco antes del padrenuestro, donde antes solo se escuchaba el piar de los
pájaros, comenzó a retumbar algo parecido a un trueno. No paraba. Recuerdo
mirar atrás y levantar la vista, y ver el cielo, literalmente. El techo y con
él el tejado se estaba desplomando despacio, el ruido y los escombros iban
avanzando de atrás adelante. Un obrero, el más joven, se aferraba a una viga a
varios metros del suelo, gritaba aterrorizado, y el tejado seguía cayéndose.
Durante unos segundos, el silencio fue sepulcral en los bancos. El terror
plasmado en la cara de los niños, vuelta arriba su mirada. De pronto, todos a
una, comenzaron a gritar, asustados. Como pudimos, mantuvimos la sangre fría y
les fuimos sacando poco a poco por una pequeña puerta lateral. Todos a salvo,
con motas de cal y arena sobre nosotros, que luego los pequeños mostrarían
encantados. Cayó más o menos un tercio del tejado. Una mano compañera y
valiente agarró al chico que estaba colgado en el vacío y logró levantarlo y
ponerlo a salvo.
Ya en la braña, todo eran gritos y lloros. Grande fue el
susto, muy grande. Poco a poco, llegó la calma. Bajaron los obreros y se
unieron a nosotros con fuertes y nerviosos abrazos. Temblaban, pues sabían la
cantidad de niños que había en el interior. Más tarde se terminó de celebrar la
misa al aire libre. Al poco tiempo, comenzaron a subir coches desde Potes: el
alcalde, el párroco, la Guardia Civil… Cuando los obreros bajaron y dieron la
noticia —entonces no había móviles—, el miedo se apoderó de unos cuantos.
Nosotros terminamos el día en un ambiente festivo y
feliz. Comida campestre, juegos, risas, e invitados inesperados que, mirando a
los niños, solo sabían dar gracias a Dios.
Ahora decidme: ¿Fue cosa de brujería o solo un capricho
de la diosa fortuna? Yo creo que la Virgen de Valmayor fue quien estuvo al
quite.
Remedios Llano Pinna
Comillas. Abril 2022.

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