sábado, 16 de abril de 2022

¿SE PERDIÓ EL HADA?

 



 

            La vida es una tómbola

            ton, ton, tómbola...

 

            En la tómbola del mundo

            yo he tenido mucha suerte... 

    

            Mi infancia transcurrió entre risas y juegos, sobre todo, los musicales a la comba: El cocherito, leré...; ¿Dónde están las llaves, matarile, rile, rile...?; En la barca de los mares... Los de destreza mental: El juego del pañuelito. Los de habilidad visual y motricidad: El juego de las tabas e incluso los juegos didácticos: deletreando, a la pata coja, El nombre de Gertrudis, que nueve letras tiene – la g, la e, la r, la t, la r, la u, la d, la i, la s... Y por encima de todas, las habilidades: la acrobacia sobre la bici. ¡Gracias, Asun! Fui una correcaminos de habilidades... Volvía a las clases con la mente oxigenada y el  ánimo estudiantil repleto.

 

            Ton, ton, tómbola.

            La segunda etapa: Con su varita mágica, mi hada Fortuna me transformó en una mocita pizpireta, colegiala bromista, estudiosa, de ideas revolucionarias: una Teresita de Ávila. Tan animosa y sacrificada que, después de la jornada de estudios, era capaz de viajar y ayudar anímicamente a jóvenes desorientadas del colegio de Otxarkuaga, en Bilbao. Este peregrinaje, cinco horas en total, ¿fue cosa de brujería o sólo un capricho de la diosa Fortuna? Exhausta, mas colmada de felicidad, me entregaba al sueño reparador. Etapa altruista, de empatía y de desarrollo intelectual y personal.

    

            Ton, ton, tómbola.

            Quiso la diosa Fortuna que gozara de la vida en libertad; que sólo me preocupara por la docencia excepcional –el resto de las horas, me liberó de todo quehacer–. Me asía a su mano sedosa; pero me dejaba modelar libremente. Se dirigía donde mis deseos y mis pies la llevaban.

Gracias, hada Fortuna.

 

            Cuarta etapa. Llegaron los desvelos por las lágrimas de los hijos: ¿qué mal les afligirá? ¿Por qué se escaquearán de las clases? ¿Por qué optarán por el vicio? A los porqués se sumaron mis propios ayes: caí en una profunda depresión. Mi hogar hacía agua olas arenosas, olas tenebrosas, olas gargantúas... avanzaban hasta dudar de la diosa Fortuna. Era, pues, incapaz de traspasar el vestíbulo, el miedo me atizaba. Me  postraba en la antesala de la no existencia.

            Una tenue luz me llevó hacia el psiquiatra Arizmendi y a la psicoterapeuta Armentia. 

      
           
En la tómbola del mundo...

 

            Con un parcheo casi perfecto, recuperé mi salud mental. ¡Yupi! Disfruto por Noruega: entre fiordos, entre cataratas, entre montañas Everest, entre aguas cristalinas y asalmonadas... ¡Ay, pero qué despertar!: un trombo en el tríceps derecho. Con un dolor intenso (similar al que había padecido en la pierna izquierda), con náuseas –pero sin vomitar la milagrosa sopa de pescado en Bergen–, con mareos..., aguanté erróneamente, por no ir a Urgencias y dejar sin vacaciones a mi pareja; la diosa Fortuna me imbuía aire y así llegué al hospital Txagorritxu, de Vitoria. El trombo había formado embolias en los pulmones... La especialista me dio la bienvenida a la vida.

 

            ...Yo he tenido mucha suerte porque todo mi cariño a la suerte yo aposté.

 

                                                               Isabel Bascaran Garechana©

                                                               San Vicente de la Barquera, a 7 de abril de 2022

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