La vida es una tómbola
ton, ton, tómbola...
En la tómbola del mundo
yo he tenido mucha suerte...
Mi infancia transcurrió entre
risas y juegos, sobre todo, los musicales a la comba: El cocherito, leré...; ¿Dónde
están las llaves, matarile, rile, rile...?; En la barca de los mares... Los de destreza mental: El juego del
pañuelito. Los de habilidad visual y motricidad: El juego de las tabas e
incluso los juegos didácticos: deletreando, a la pata coja, El nombre de Gertrudis, que nueve letras
tiene – la g, la e, la r, la t, la r, la u, la d, la i, la s... Y por
encima de todas, las habilidades: la acrobacia sobre la bici. ¡Gracias, Asun!
Fui una correcaminos de habilidades... Volvía a las clases con la mente
oxigenada y el ánimo estudiantil
repleto.
Ton,
ton, tómbola.
La segunda etapa: Con su varita
mágica, mi hada Fortuna me transformó en una mocita pizpireta, colegiala
bromista, estudiosa, de ideas revolucionarias: una Teresita de Ávila. Tan
animosa y sacrificada que, después de la jornada de estudios, era capaz de
viajar y ayudar anímicamente a jóvenes desorientadas del colegio de Otxarkuaga,
en Bilbao. Este peregrinaje, cinco horas en total, ¿fue cosa de brujería o sólo
un capricho de la diosa Fortuna? Exhausta, mas colmada de felicidad, me
entregaba al sueño reparador. Etapa altruista, de empatía y de desarrollo
intelectual y personal.
Ton, ton, tómbola.
Quiso la diosa Fortuna que gozara de
la vida en libertad; que sólo me preocupara por la docencia excepcional –el
resto de las horas, me liberó de todo quehacer–. Me asía a su mano sedosa; pero
me dejaba modelar libremente. Se dirigía donde mis deseos y mis pies la
llevaban.
Gracias, hada Fortuna.
Cuarta etapa. Llegaron los desvelos
por las lágrimas de los hijos: ¿qué mal les
afligirá? ¿Por qué se escaquearán
de las clases? ¿Por qué optarán
por el vicio? A los porqués se sumaron mis propios ayes: caí en una profunda
depresión. Mi hogar hacía agua olas arenosas, olas tenebrosas, olas
gargantúas... avanzaban hasta dudar de la diosa Fortuna. Era, pues, incapaz de
traspasar el vestíbulo, el miedo me atizaba. Me
postraba en la antesala de la no existencia.
Una tenue luz me llevó hacia el
psiquiatra Arizmendi y a la psicoterapeuta Armentia.
En la tómbola del mundo...
Con un parcheo casi perfecto,
recuperé mi salud mental. ¡Yupi! Disfruto
por Noruega: entre fiordos, entre cataratas, entre montañas Everest, entre
aguas cristalinas y asalmonadas... ¡Ay, pero qué despertar!: un trombo en el tríceps
derecho. Con un dolor intenso (similar al que había padecido en la pierna
izquierda), con náuseas –pero sin vomitar la milagrosa sopa de pescado en
Bergen–, con mareos..., aguanté erróneamente, por no ir a Urgencias y dejar sin
vacaciones a mi pareja; la diosa Fortuna me imbuía aire y así llegué al
hospital Txagorritxu, de Vitoria. El trombo había formado embolias en los
pulmones... La especialista me dio la bienvenida a la vida.
...Yo
he tenido mucha suerte porque todo mi cariño a la suerte yo
aposté.
Isabel Bascaran Garechana©
San Vicente de la Barquera, a 7 de abril de 2022

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