La rebeldía es el único refugio digno de la
inteligencia frente a la imbecilidad.
(Cita de Arturo Pérez-Reverte)
Ella lo mira a través
de la puerta entreabierta del zaguán, acechando como una loba. Recuerda por
unos instantes el antiguo anuncio de la Coca-Cola. Una tenue sonrisa asoma por
sus húmedos labios. Se da la vuelta y entra a la sala contigua, donde huele a
fresco y a flores. El cristal del gran ventanal brilla dejándola casi ciega,
pero sus ojos descienden por el cuerpo del muchacho, en el que se dibujan
elásticamente todos sus fuertes músculos. No necesita ver. Temblorosa, se
aparta del incandescente cristal mientras su cuerpo jadea.
Él no la ve, pero la
intuye.
El marido no está en casa.
El despacho es su vida.
Como cada lunes, el
joven jardinero corta el césped del jardín y arregla los parterres de
espléndidas flores rojas.
Ella aspira el aire
viciado de la mansión. Sube al vestidor descalza, quitándose por el camino la
ropa interior. Se pone un vestido blanco, fino, deliberadamente mojado para que
transparente. Sale a su encuentro con una limonada fría y seductora entre sus
manos. El muchacho la ve. Su cuerpo se tensa cuando roza los dedos de la mujer en
torno a la superficie helada vaso. Ella cierra los ojos, capturando el precioso
instante, dejándolo sudoroso y sin aliento.
La mujer piensa en la
amargura de lo que está bien y mal, creándole una perversidad cada vez mayor.
¿El bien? ¿El mal? ¿Dónde empieza el uno y termina el otro?
Vuelve a entrar en la
casa. El dormitorio está suspendido entre indolentes presagios. De pronto, nota
que el reloj se para. La puerta de la habitación se abre como una sombra. La
suave brisa la agita. El olor es fuerte, a sudor cargado de deseo. El muchacho
se acerca por detrás. La tumba en la cama de la traición y el pecado. El mojado
vestido yace ya lejos de su cuerpo. Sus pensamientos se desbocan. Todo su ser
la abandona. El muchacho se desnuda y se tiende a su lado. Ella adivina un mar tormentoso,
lleno de una inmensa y delicada humedad.
¡Oh, Dios ensombrecido!
¡Oh, Dios que estás en la Tierra! Renazco de entre las tinieblas para abrasarme
en un cabalgante sol.
Ella es poeta en
esencia. Todo son tambores y música a su alrededor. El vicio no lo rechaza.
¿Quién es quién para expresar el significado de esta palabra? Sonríe
tímidamente mientras su amante la tiñe con una apasionante y delicada ola. Está
en el sitio que quiere estar. Es agua y hierba a la vez. El aire se tiñe de una
melodía celestial. No hay vencedores ni vencidos. Ningún malvado la
despreciará. Siente de nuevo sus labios, jugosos, ávidos, hambrientos, y se
pierde en el mal.
Medio lúcida entre
sábanas llenas de sudor y propósitos ocultos, oye detenerse el ruidoso motor
del Porsche y cerrarse su puerta. La devuelve a ese mundo consciente. Unos
pasos ligeros se acercan a la corredera de cristal del jardín de atrás. Una voz
ronca, conocida y generosa, la llama.
Ella toca su cuerpo,
cubierto de sepulturas cerradas. Quiere huir, pero está herida de muerte.
El marido vuelve a
llamarla desde lo alto de la escalera: baby,
te traigo un regalo que te va a encantar. Su voz le recuerda el sonido del
restallar de unos leños.
There is no
love without forgiveness, and there is no forgiveness without love. No existe el amor sin el perdón, y no
existe el perdón sin amor. Bryant McGill.
El martirio de la mujer
al oír las palabras, la avergüenzan. Pero… se ríe satisfecha entre las sábanas
blancas, revueltas, atesoradoras de furtivos y guardados silencios.
Finalmente, ya
despierta del todo, se pregunta: ¿Fue cosa de brujería o sólo un capricho de la
diosa Fortuna? Y se fue a la ducha. Apremiaba.
Francis Cortés Pahissa©

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