viernes, 29 de enero de 2010

LUCHANDO POR LA VIDA

Quiero a una madre que no falte,
quiero a unos hijos que no sufran,
que no se oscurezca la noche
y brillen siempre las estrellas.

Que haya paz en el mundo entero
y no exista el hambre ni las guerras,
que crezcan en la mies las amapolas
y todos amemos la naturaleza.

Que no les falte el pan a esos niños
sin nadie que socorra esa miseria,
hacen falta medicinas y por circunstancias
de carreteras no les llegan.

Que injusta es la vida con los hombres,
que mata sin piedad y los entierra,
eso es peor que estar enfermo,
el quedar apresado entre las piedras
sin tener quien te pueda dar la mano
ni tener quien alivie tus dolencias.

Ellos claman al cielo que los salve,
que los deja sin vida, sin familia y en miseria,
la tristeza los invade con el llanto
sepultados en vida por la tragedia.

Entre todos socorramos a esas gentes
y pensemos en ellas como hermanos,
pidamos a Dios por esa gente, y que
alivie sus corazones destrozados
y a los muertos los lleve a la gloria
que tienen el cielo bien ganado.

¡Cuánto dolor!, unos sin piernas, otros
sin brazos y otros aplastados,
"se curarán las heridas de esos
corazones desolados"

Fueron miles de personas las que
allí quedaron seputladas,
heridos y muertos están apilados,
los heridos esperando ser curados
y los muertos ser enterrados.

A los siete días cinco personas han sido
rescatadas, tres eran niños, un joven de
veintiuno, y una anciana de ochenta y cuatro
a los once días, un joven fuerte se le
derrubaron encima dos pisos que parece
un milagro. Los equipos de rescate a sus
lugares de origen regresaron, ya no hay
esperanza de encontrar gente con vida.

Han salvado muchos miles de personas
y otros muchos muertos entre los escombros
han quedado, las máquinas escavadoras
se apresuran a recoger por miedo a los
contagios y tal vez, algún superviviente afortunado.

Blanca Santos ©
16/01/2010

ALMA EN PENA

El día 13 viajé al pueblo, al funeral de Jesusa. El último beso nos dimos en Julio, el día de Santa Marina.

Enfermó de cáncer, para mí, en parte, fue por todas las horas que pasó en el pórtico esperando a que su hija "Maritxu" terminara las tareas a favor del pueblo y porque quiso sufrir con su hija los indignos y envidiosos comentarios que algunos le prodigaban.

Después de las honras fúnebres, me regresé, ya que me topé con Begoña, una amiga del Colegio.

Según subía la empinada cuesta del cementerio me percaté de la semioscuridad. Jadeante, llegué hasta la cancela: ¡Cerrada! Giré la cabeza hacia la izquierda, vi la lápida de mi padre, luego hacia la izquierda, allí se hallaba la tumba de mi madre. Todos dormían, sólo se veía tierra removida frente a las flores de mi madre. Dos brazos esqueléticos se extendieron hacia mi, luego vi una cara huesuda con los ojos hueros y bizcos. ¿Dónde estaba el sepulturero? Luego oí un cric-crac de huesos y la tierra lo cubrió todo.

Empezó a lloviznar y con mi paraguas abierto disimulé mi bajada del cementerio.
En la plaza pude abrazar a Maritxu y al Miguel Ángel. No les pregunté por el ataúd de Jesusa. No veía a mi hermana, así que conduje hasta casa.

-¿No te ha extrañado que hayan incinerado a Jesusa?, -me preguntó Marina.

-¡Claro!, no te había comentado nada por teléfono, -dijo ella.

-Quizá, Isabel no sepas tampoco que enterraron a Matías frente a vuestra madre.

-¿Matías muerto?, -y me quedé petrificada, no se me movían ni las pestañas. La impresión me enajenó. La visión del cementerio, ¡claro, era bizco!

La muerte a tus cuarenta años, -continuaba mi cuñada- fue como consecuencia del mal que te carcomió las entrañas, estabas metido en el fango.

Pensé en el relato que lo había postergado una y otra vez. Ahora era la hora de escribirlo, ¡sí!.

Fui reaccionando. Lo del cementerio ¿había sido una visión debido al cansancio y al aturdimiento? ¿O era tu alma en pena que me pedía que te perdonara?

Contaré el relato sin odio, y al final, no volveré a amargarme por este capítulo de mi vida y al finalizarlo quedará tachado.

Tu último año en el Centro fue una cruz para todos, pero sobre todo para mí. Te portabas como un loco.

.Quemabas el pelo a las que se sentaban delante de ti.

.Arrojabas mochilas, (siempre ajenas), sillas, mesas... por la ventana.

.Tu arma letal eran las tijeras. Cortaste parte de la melena de una compañera. Las arrojaste directamente a la profesora de Inglés. Ella tuvo el reflejo suficiente de cerrar la puerta. ¡De buena te salvaste!

Alguien defecó en el cajón de la mesa de la clase de Inglés. Indagué pero obtuve el silencio por respuesta, ¡tanto te temían!...

Llegó el fatídico viernes. Eran las tres de la tarde, Marisa, la profesora de Inglés, reclamó mi presencia como directora ya que tú te negabas a entrar en clase.

-Matías, ya ha sonado el timbre. Debes entrar en clase, -dije.

-Déjame en paz, ¡puta más que puta!, -me expectaste.

Mi mente envió la orden y toda la fuerza y energía se concentró en mi brazo derecho. Cogió impulso y te propinó un tortazo que tu cara dio un giro de 180 grados y la huella de los dedos primero fue roja y luego empezó a hincharse. Hiciste ademán de pegarme, pero refrenaste tu ira. ¡Salvado de nuevo! Tus secuaces fueron tomando distintas direcciones, mientras tú te dirigiste a tu aula con la cabeza entre las piernas.

¿Cuántas veces había intentado ayudarte?

.Que acudieras sólo a las clases de Matemáticas y Lengua Castellana.

.Que en Naturaleza hicieras un trabajo.

.Que hicieras algún trabajito de carpintería, para los parvulitos, -¡arréglales los columpios!...

.Hasta con mi hija en brazos acudí donde tu madre, ya que ella no aparecía por el Centro.

A las seis de la tarde me llamó tu madre, me amenazó con denunciarme en la Inspección de Enseñanza. Lo que no sabíais era que tus "hazañas" eran conocidas por la Inspectora, por los padres y madres de la Asociación, incluso por el Alcalde de pueblo. Un padre de la Asociación de Alumnos te ofreció trabajo en su invernadero, ¿cuánto duraste?.

Por fin regresó tu padre de EEUU. Había trabajado como un linier en un Jai-Alai, y antes de que llegara a casa, los vecinos le pintaron el escenario con que te ibas a topar:

Dos besos de la mujer en el hall, vestíbulo. El hijo mayor enfermo en la cama. Matías cenando como un gorila, en la cocina. Un frío invernal en la salita por la falta de cristales porque tú según se reemplazaban las atacabas con tu tirachinas.

Al día siguiente se presentó en el Centro; tú le seguías como si el castigo no fuera contigo.

Le presenté el dossier con tus vilezas del último curso. La ley te permitía cursar dos años mas con el objetivo de sacar el Certificado de Estudios. Pero la ley especificaba que el alumno debería mostrar interés por los estudios y manifestar un comportamiento satisfactorio.

-¿Por qué no me habéis informado de todo esto?

-Lo intenté, pero tu mujer me ofendió con su comentario, "¿es que quieres ligar con mi marido?

-Lo siento mucho, -me dijo. Ya no te volverán a ofender, ni a ti, ni al Centro. Me estrechó la mano y os marchasteis.

Matías, con el tiempo he aprendido que nadie es malo al cien por cien. Tuviste dos hijas a las que sacabas en sus cochecitos, sillitas... Después las cogías de las manos y las llevabas a los columpios y ahora son la alegría de sus abuelos, ¡tus padres!

Isabel Bascarán ©
San Vicente de la Barquera
14 de Enero 2010

SIN PALABRAS

"En los días en que el alma esta doliente vivir no es otra cosa que morir lentamente y la "sombra" acelera la vida para apurar la muerte" Julio Sanz.

Duele el alma y duelen las entrañas.

Es un dolor agudo, penetrante, como si un estilete rasgara el pecho en mil pedazos, no dejando respirar por el dolor y por las lágrimas.

Pienso en ti, aunque no lo creas, aunque puede que ahora mire hacia otro lado y que busque en las estrellas esa luz tan añorada, la que tuve y la que quise, la que hablé de madrugada, entre sueños y entre gozos, entre abrazos y entre risas.

Pienso en ti...

Aún recuerdo tu figura delicada y siempre seria, ese pelo tan revuelto que llevabas, la mirada pensativa y penetrante, siempre cálida; y tus manos especiales con aquella cadenita que bajaba en tu muñeca, a enredarse entre los dedos.

Fue un hermoso sueño que ahí quedó, aparcado en aquella isla sin playa, en aquel mundo sin patria, en aquellos pensamientos juveniles, quizás ahogados por la fuerza del tiempo y de los años, aunque conservados dulcemente en ese cofre de los sueños, en mi alma.

Y ahora me llega la brisa y con ella tu lamento...

El recuerdo que se vuelve como un eco y me dice muchas cosas que tu gritas, que declaras, que te salen de muy dentro y que lanzas a los vientos con un grito desgarrado, esperando que te escuchen los amigos, las personas tan queridas, y quizás hasta tu alma...

No hay barqueros ni sirenas, no hay marinos en sus barcas, ni sus dulces compañeras les esperan en el puerto.

Soledad en el silencio...

Tarde gris y noche oscura con las sombras, con su manto de nostalgia, con el triste colorido de las lágrimas vertidas en un rostro, aunque no llore, aunque se ahoguen esas perlas en los ojos y te quemen la garganta, aunque sientas ese frío que te baja por el cuerpo y te aprisiona, aunque grites sin palabras a ese cielo que se aleja, de este mundo que es el tuyo, que abandona tu costado, a esos labios tan ansiados que besaste en tu delirio.

Te contemplo y enmudezco sin saber el qué decirte, pues me faltan las palabras.
Te acaricio con mis dedos invisibles, con mi mano temblorosa y vacilante, con mis labios que pronuncian y murmuran ese nombre tan querido, en este otoño, que es tu otoño.

Tu mirada es un poema desprovisto de sus versos, es un cuerpo desnudado y entregado con honor al sacrificio.

Pero no, ¡nunca te rindas ni te entregues sin batalla!

Si precisas un soplo de la vida, toma mi vida, si las sombras hoy te acechan y te agobian, ven a mi lado a que te acoja...

Yo no quiero que se muera, ni se rinda, la persona tan sencilla que miraba siempre al frente, que tenía su destino bien fijado, la que amaba sin reservas, aunque huyera de los sueños.

Quizás vivas tu presente día a día, apurando los segundos como el rezo de un rosario; pero eres tú la que ahora rezas, la que vives, la que eres, la que sientes, la que sufres, la que ríes, la que lloras, y por eso yo te pido que no cambies, ni permitas que te cambien con amores ni con bienes...

Dime al fin que nuestra luz, la que vimos y sentimos tantas veces penetrar en las pupilas y en los ojos, esa luz, la tan querida y añorada ha rasgado las tinieblas y las sombras de tu alma y que la brisa del amor y la esperanza está besando tus mejillas.

Dímelo sin miedo y nunca temas, porque albergas en el alma mil caricias, mil suspiros, mil deseos que palpitan, que están vivos, que le gritan a la vida y a los hombres y que guardan ese grito y esa llama del amor que tanto ansías y precisas...
Porque pase lo que pase allí estaré, a tu lado, como siempre, y sin palabras, con mi mano y mi presencia, con mi alma y con mi vida, para ti.

Rafael Sánchez Ortega ©
29/01/10

ACTIVIDAD 7

(Escribe un relato breve en el que el protagonista desee descollar por algo, pero que no lo pueda lograr)

Trabajo “obligado” en el Taller de Escritura Para el día 25 de Enero del 2010.

Rafael insistió en este tema porque comprendió que no supimos o no quisimos ver de dónde venía el viento, y se dijo: Pues para quien no quiere caldo, taza y media. Y nos lo endosó de nuevo.

Yo cuando hablo, palabras digo. ¿Sabéis quién es el protagonista de este relato? Pensar un poco, y no esperéis a que Rafael se parta el pecho de risa y tenga que decírnoslo él mientras rueda por el suelo entre torrentes de carcajadas… Pues el protagonista, o mejor dicho, los protagonistas en este caso, somos nosotros. Digo nosotros, y no yo, pensando que vuestros sueños sean parecidos a los que en su época tuve yo. Os cuento, y si estáis de acuerdo, los protagonistas somos todos. Si no lo estáis, el protagonista de esta actividad número siete, únicamente soy yo:

A mí, esta enfermedad de escribir se me reproduce por épocas. Me aparecieron los primeros síntomas siendo muy joven, un niño de diez o doce años, y lo noté porque sin saber por qué (como decía Juanito Valderrama, sin saber quién la cantaba ni de qué rincón salía), un día me puse a escribir cuentos, y llené de letras todos los papeles en blanco que caían en mi mano.

Después curé sin necesidad de tratamiento alguno, vamos, que dejé de escribir, pero se me reprodujo el mal, a los dieciocho años cuando me fui voluntario a la mili.

Nada más salir de casa comencé a escribir un diario, y en Valladolid, durante cuatro días que estuvimos allí esperando la salida para Marruecos, escribía sobre el petate militar que nos dieron. En Tauíma escribí cantidad de cosas sobre los bereberes y sus costumbres, y como cuando escribimos, lo que en el fondo deseamos es que nos lean, mandé cosas al Diario Montañés, y algo me publicaron.

Aprovechando que en la mili el trabajo no era demasiado, y ya que, cuando el diablo no tiene que hacer, mata moscas con el rabo, empecé a escribir una novela. No sé vosotros, pero yo, a los diecinueve años, tenía la imaginación con fiebre y deliraba pensando que hasta podía llegar el día en que la viera escrita con letras de imprenta.

Me licencié, se me pasó el delirio de ser escritor y mejoró mi salud. Pasaron los años y alguna vez sí que me retentaba el mal, pero escribía un par de cosas y se me pasaba.

Saco en consecuencia que a mí esta enfermedad se me reproduce con la vagancia. Porque escribí de niño, que no se trabaja, en la mili, que no se da golpe, y ahora de jubilado, que aunque quiera golpear, ya no tengo fuerzas. Pienso que he llegado a la fase terminal de mi enfermedad. A lo mejor la culpa la tuvo Flor, que fue quien me dijo que se iba a crear en San Vicente un Taller de Escritura, y con tal motivo conocí los poemas de Foncho, que fueron para mí como una nueva colonia de bacilos que acrecentó mi enfermedad, y los relatos del resto de los componentes de nuestro taller, que sirvieron para terminar de hundirme en el “pabellón de infecciosos de la escritura”.

Yo escribo para que me lean, porque si no fuera por eso, ninguna necesidad tendría de escribir, me contaría a mí mismo las historias, y lloraría como un tonto si fueran de pena o reiría como otro tonto si de humor tratasen.

Pero ¿de verdad creéis que nos lee alguno? Lines dice que sí, que nos lee mucha gente. ¡Ay Lines, tienes más moral que el Alcoyano! Pero si yo no hago más que dar la dirección electrónica de nuestro blog a todos los amigos, y ni siquiera por quedar bien encuentro uno que me diga que leyó algo…

¡Y mira que me apetece escribir desde que formamos esta familia de ilusos! Pero cá, que ni de chiripa me encuentro con alguien que diga: “Os leí”. Si no nos leen, ¿cómo vamos a soñar con descollar? Descollar, que es sinónimo de sobresalir. ¡Menuda pretensión! Hombre, todavía vosotros que sois jóvenes y tenéis un taller donde aprender… Pero ¿comprendéis ahora por qué me siento protagonista de este relato?

Jesús González González ©
Enero 2010

NUNCA PODRÁ SER

¿Un personaje que desee destacar en algo y no lo consiga?

El mundo está lleno de ellos. Es tan difícil… Todos tenemos en lo más profundo de nuestro ser algún sueño irrealizable.

Ahora mismo, viendo lo de Haití todos estamos trastocados. Soy incapaz de pensar. Ahí sí que hay en estos momentos gentes que jamás podrán cumplir sus sueños, gentes tocadas por la muerte de sus seres más allegados, o mutilados que no podrán desarrollar el trabajo que quieran.

¡Es tan grande la tragedia! Tantos montones de cadáveres… Hoy mismo acabo de ver que un Colegio de 300 alumnos con sus profesores quedaron sepultados.
Todos tenemos el número en el bombo. Nunca se sabe dónde será la siguiente tragedia, terremotos, volcanes, maremotos, inundaciones, tornados, fuegos, sequías y demás miserias. Tenemos ya demasiado para comprender la fuerza de la naturaleza y lo vulnerables que somos ante ella, y estamos viendo lo difícil que es atajar estas cosas.

¿Cuál es la prioridad de la prioridad? ¡Todo es prioridad en semejantes momentos!

Prioridad es el agua y algún alimento que no necesite cocinarse.

Prioridad es enterrar a tantos muertos por el peligro de descomposición con las consiguientes epidemias.

Prioridad es que a los mutilados se les atienda, porque si no morirán por cientos según he escuchado.

Prioridad es buscar entre los escombros a los seres que pueden estar vivos y rescatarlos.

Prioridad es que puedan aterrizar los aviones, que por las carreteras puedan llegar camiones y a los puertos los barcos. ¡Gracias a que existen helicópteros! Tanta es la ayuda que se precisa.

Prioridad es poner control porque está visto que en situaciones extremas nos comportamos como animales irracionales luchando por un trozo de comida o una prenda de ropa. Y luego está el pillaje que desgraciadamente aflora. En momentos tan tensos sale lo mejor y lo peor de la raza humana.

Prioridad es recoger de las calles a tantos niños como se ven, abandonados y con la mirada ausente sin comprender nada.

¿Cuál es la prioridad de la prioridad?

Se necesitan muchas manos para poder cumplir todas las prioridades al mismo tiempo, y mucho dinero “que esperemos les llegue” del mundo entero.

Mª Eulalia Delgado González ©
Enero 2010

TRAS LA FELICIDAD

Dora hacía la quinta y última de sus hermanas y nueve años menor que la cuarta, con lo cual fue para ellas un regalo. Físicamente muy diferente, alta, rubia, delicada, elegante y también alegre y divertida.

Su infancia transcurrió feliz, rodeada de amor y protección. Cada una de sus hermanas se encargaban de ella, una le decía: “No, Dora, aún no te puedes maquillar”; otra: “No, Dora, tienes poca edad para ponerte medias de cristal”..., y así las dos restantes. Todas formaban una piña a su alrededor.
Pero Dora, ya desde niña se sentía diferente a sus hermanas, quizás por la diferencia de edad o por sus inquietudes en la vida, en esa época de los años cuarenta.

Se sentía atípica, rebelde, quería ser libre, estudiar una carrera, ser médico o abogado, viajar..., era avanzada para su tiempo. Pese a su vida acomodada, sus padres la educaron en colegio de religiosas para ser primero, una señorita, y más tarde, la perfecta señora casada.

De padre extranjero y madre española, la presentación en sociedad fue en el Consulado del país de su padre, por tanto, su corazón se sentía de dos países. Los veranos de Dora eran en el norte de África. Y un buen día ocurrió, entre su grupo de amigas y amigos apareció Él, un joven nueve años mayor que ella, capitán de Marina y... la sedujo, por la diferencia de edad, por la vida que él le brindaba de viajes a otros países, culturas diferentes, eso que ella tanto deseaba, sentirse libre, realizarse, viajar en esos años en que las mujeres lo tenían tan difícil. Él le prometió además que nunca estaría sola pese a su profesión. Ante ese futuro tan prometedor le dio el Sí, posiblemente más ilusionada que enamorada.

La boda se llevó a cabo, estaba bellísima... vestido blanco, gran cola, velo, azahar... Él de uniforme de gala... Dora levitaba... Invitados, felicitaciones... Tras la noche de bodas en un lujoso hotel, zarparon rumbo a Inglaterra, él en su puesto de mando. Ya en los primeros días a bordo se sintió muy sola sin sus padres y hermanas. Él había cambiado, no era el que la enamoró, se mostraba más frío con ella; se notaba desamparada y tan joven e inmadura.

El viaje duró un mes y se quedó embarazada a sus diecinueve años. Ante su maternidad estaba muy ilusionada, pero ya de regreso a su ciudad volvió con sus padres pues su marido tenía que continuar navegando. Las navegaciones de esos años eran más largas que las actuales, por ello cuando el marido de Dora regresó, su primer hijo ya había nacido. Él no asistió al parto... Para ella esos meses de gestación y parto fueron muy duros. Sí, estaba casada, pero sin Él a su lado, desilusionada, las cosas no salían como ella había imaginado. Se aferró a ese niño. Pasaban meses sin ver a su marido, se sentía como una madre soltera.

La vida continuó, Dora embarcaba con su marido, recorría kilómetros en su coche o en avión hacia el puerto donde atracaba el barco. Viajaba con su niño, buscaba la felicidad en esos encuentros, pero Él no cambiaba, frío, distante. Cuando el niño tenía cinco años, nació su segundo y último hijo. Su vida se complicó, no podía viajar con dos niños, uno en edad escolar y el otro un bebe. Hasta que pudo lo hizo por carreteras, aeropuertos, pero tras unos pocos años al mayor lo metió en un buen internado con todo el dolor de su corazón. Tuvo que hacer de padre y madre, no tenía otra opción, era madre pero también esposa.

Viajó casi por todo el mundo tras su marido. Lo hizo todo por Él, pero sin ser correspondida, pues para tanto sacrificio nunca obtuvo la respuesta tan deseada y buscada. Logró ser independiente, viajar, conoció países y culturas, pero ¿qué precio tuvo que pagar? Dio carrera a sus dos hijos, les formó moralmente, educó, les dio cariño como madre, pero a los dos hermanos les faltó la imagen paterna y a Dora la de marido.

Sus hijos se casaron, fue abuela. Cuando Él se jubiló, Dora se dio cuenta que vivía con un completo desconocido. La felicidad tan buscada y deseada no llegó. Por último, un día preguntó a su marido: “¡Javier!, ¿por qué te casaste conmigo?”. La respuesta que obtuvo fue: “Quería una mujer joven, bella y con clase a mi lado”.

Ana Pérez Urquiza ©
Enero 2010

UN PERSONAJE DESCONOCIDO

Sí, es innecesario buscar, en realidad todos somos desconocidos o sorprendentes, tanto da. En cada momento del día tú mismo puedes asombrarte en algunas acciones, palabras incluso gestos, pueden ser motivados por efectos ajenos, por influencias de medicaciones, por stress, aunque todos decimos que la vida siempre es igual, cada instante es sumamente diferente. Por experimentado que seas, por mucho que hayas vivido, las vivencias cambian y nada se puede dar por sabido, ni de ti, ni de los demás.

Siempre me ha sorprendido cuando alguien me define o me comenta: Yo te conozco y sé cómo vas a responder. A veces reposo mi mente de pensamientos de inseguridad, más que nada porque yo misma no sé cómo resolveré ante cualquier circunstancia; analizo y me digo, “claro, a toro pasado todos vemos lo grande de sus cuernos”, pues suelen ser en su mayoría aspectos ya sucedidos o incluso pasados. Sin embargo hay quien dice que sabe con antelación cómo haré las cosas o cómo solventaré otras.

Tampoco me inquieta demasiado, me explico, todos tenemos una base en el carácter, unas reglas que más o menos siempre llevamos, estética, moral, condiciones de inteligencia, simpatía, nerviosismo, alegría, optimismo, salud, etc. Eso nos hace más o menos predecibles, pero igualmente se puede errar a este respecto. Hasta el punto que en igual enfermedad, el resultado varía por el empeño en salir adelante, quedando atrás métodos farmacéuticos, físicos o científicos.

El día o situación que menos se piense, da un vuelco a todas estas apreciaciones incluso a las propias. Puedes fallar o acertar en alguna coyuntura que teóricamente sería predecible, para bien o para mal, pequeñas cosas que quizás decepcionen o alerten a uno mismo. En ese instante el protagonista se avergüenza y el espectador pasma ante ese desliz inesperado.

Son sobresaltos que le dan a la vida cierto entretenimiento, nos dice que nadie hay conocido ni previsible, alguien que dice ser vergonzoso o tímido enarbola valor o hace la pregunta más inesperada. El bueno buenísimo y además pacífico se revuelve sin esperarlo y defiende a capa y espada incluso violentamente, aquel que hace de la estética y el orden su adalid, lo encontramos desastrado o desequilibrado en su armonía. El dócil y manejable se revuelve con fuerza y defiende su convicción con vehemencia, sin la posibilidad de cambiar su parecer.

Quizás esa persona con una maldad manifiesta nos ofrece de manos a boca una benevolencia inusitada en otros aspectos que desconocíamos. Es posible que ese frío iglú guarde en su interior calor, refugio o protección. A lo peor ese perfeccionista, manitas e inteligente, digno de admiración, termina por demostrar una rareza insufrible. Quizás el enfermo o débil muestra una fuerza acompañada de un convencimiento digno de un súper hombre.

La verdad es que después de observar a muchísimas personas, he conseguido obtener dos conclusiones que tampoco han de ser ciertas al 100%. La primera, que nos desconocemos y que igualmente seremos incapaces de hacer ese pronóstico sobre nadie. La segunda, que ninguno somos perfectos, que somos mezclas de todos los caracteres. Escuchar a cada cual nos enseña su parecer y el motivo de su forma externa de actuar. A veces demuestra un sufrimiento interior que se ignora, como normalizar o asimilar; otras veces es producto de un sacrificio inmenso, de esa manera se sienten hasta tal punto orgullosos que demuestran altivez, o ese afán que parece de notoriedad sólo es un nerviosismo mal trajinado, serenidad traída a cuento por un intento de disimular su debilidad, así hasta el infinito.

Cuando realmente tenemos esa definición de desconocidos es en el aspecto exterior. Ahí sí que tenemos la posibilidad de equivocarnos mucho. La verdad es que si todo lo que representamos por fuera diera idea de nuestro interno yo, los trabajos detectivescos y policíacos estarían de más. Porque queridos amigos, si a mí me hubieran juzgado por eso, he tenido siempre una cara de enfado de narices, con perdón.

Y con respecto a las discusiones o diferencias de opinión, donde todos podemos perder los estribos, seguro que es debido a que no hay nada mejor repartido en el mundo que la razón, todos creemos tener suficiente (Descartes). También podemos tener otro convencimiento: si tenemos la razón, para qué discutir, y si no la tenemos, buenas ganas de argumentar.

A ver quién es el “guapo” que puede decir quién es quién, me atrevo casi a asegurar, por experiencias pasadas, que lo tienen muy difícil hasta los especialistas en diagnósticos psicológicos. El paciente dice lo que vive, lo que piensa y lo que siente, aseguro que nada tiene que ver con la realidad, nada, tan sólo es lo que percibe en su mundo de angustia. Por tanto estos especialistas han de tratar de moverse con esos datos o sufrimiento del paciente, pero dudo que puedan conocer la psique del enfermo en cuestión.
Quede claro que en esos casos de lo que se trata es de evitar ese sufrimiento sensible a todo lo que les rodea, aclaro que padecen en grado sumo.

Hay otra referencia de los personajes desconocidos, esos que realmente jamás viste y por circunstancia o necesidad te has tropezado con ellos. Es curioso cómo se afrontan situaciones iguales dependiendo del carácter. Unos se desesperan y se amontonan, mientras que otros están relativamente tranquilos, otra experiencia que depende del estado de ánimo, cansancio, educación o de control. Es improbable sacar en estos casos conclusiones, son trozos de vidas perdidos en salas de espera, reuniones, conferencias o conferenciantes, libros biográficos, sin ir más lejos el retrato de la historia según quién la escriba.

Eso que decía mi güela, “cada uno habla de la feria según le fue en ella”. Otra cosa que sí he experimentado al ir a solicitar ciertos servicios o prestaciones, funcionarios o trabajadores de entidades privadas, en la forma que entres así te atienden, sí, ese paso suele ser el que decide casi siempre una atención equilibrada.

Me encanta ir “conociendo” cada segundo de las personas, es interesante y desde luego una tarea improbable de conseguir, mientras tanto da a mi vida una especie de aventura sin moverme de este bendito lugar, paisajes personales, colores de carácter, vericuetos de respuestas, precipicios en preguntas, observar el oleaje de su respiración a veces agitada, a veces en calma. Ver los detalles con anteojos o impertinentes, dependiendo de la cercanía a la persona en cuestión, aventurarse por riscos hasta ver cómo en el interior existe un lago de paz.

Es pensar que las nubes dejarán una lluvia de lágrimas, sin embargo, dejan un sosiego templado, bosques tranquilos que esconden vidas activas con disciplina y saber, colectivos semejantes a rebaños que en momentos dados se independizan, decidiendo que ya está bien, que quieren pensar y ser libres…
¡Qué sé yo la de conductas que tenemos a lo largo de un minuto! Es magnífica el alma unida a lo físico, es un tándem espectacular.
Se despide “una desconocida”.

Ángeles Sánchez Gandarillas ©
San Vte. de la Barquera
25 de febrero de 2010

SUEÑOS IMPOSIBLES

Sentado en aquel gran aeropuerto miraba con impaciencia su reloj, cuando una voz anunció por megafonía que el vuelo de Australia llegaba con retraso, ¡otra hora más de espera! Se levantó de la silla y desentumeció su cuerpo. Llevaba varias horas sentado allí, no quería perderse la llegada de su amigo y deseaba recibirle como se merecía, pues regresaba después de varios años a ayudarle a salir de ese pozo en que se encontraba metido y a estar una temporada con él.

Nervioso, comenzó a pasear por aquella gran sala en la que los pasajeros de otros vuelos iban y venían con rapidez y cargados de maletas, pero él, en aquellos momentos se sentía solo muy solo. Esa sensación la tenía desde hacía varios meses, cuando todos sus negocios se habían ido a la ruina, y todos los que un día dijeron ser sus amigos le habían dado la espalda; su familia le había abandonado, pues después de haber vivido en la opulencia aquello no lo soportaron.

Se había pasado más de media vida intentando hacer felices a los demás y empeñándose para triunfar. Los malos consejos de los que se acercaron a él para aprovecharse le habían hecho arruinarse y nadie fue capaz de tenderle una mano en estos momentos.

Por eso se había armado de valor y había escrito a su amigo de la infancia una larga carta explicando lo que sentía en aquellos momentos y en las ideas de suicidio que pasaban por su cabeza. A los pocos días recibía una llamada de teléfono de su fiel amigo diciéndole que regresaba a él, como tantas veces había hecho, y en esta ocasión tampoco le iba a fallar.

Siempre le había dado buenos consejos y apoyo, pero desde que se marchó su vida había dado un cambio y todo le había salido mal, se había dejado influir demasiado por los oportunistas de turno, que ni eran amigos ni eran nada, sólo eso, gente sin escrúpulos, que se habían acercado a él para aprovecharse.

Hoy se lamentaba de no haberle escuchado, pero no tenía fuerzas para seguir solo, y una vez más había acudido a él.

De nuevo una voz por megafonía anunció la llegada del vuelo, y pudo ver cómo el avión descendía para aterrizar. Su corazón latía acelerado y a lo lejos vio a su gran amigo bajar del avión.

Cuando llegó a su lado se derrumbó, y tras darle un fuerte abrazo comenzó a llorar desconsoladamente. Hacía muchos años que no se veían y ya peinaban canas los dos; después de aquellos instantes tan emotivos, salieron del aeropuerto y regresaron a su casa.

Allí, más tranquilo le contó lo que le había sucedido y que cuando había creído tenerlo todo, se había esfumado como un mal sueño. De nuevo su amigo le tranquilizó y le propuso que regresara con él a Australia, allí tendría trabajo, y aunque la vida sería diferente, estarían juntos.

Ya no tenía nada más que perder, no le quedaba nada, sólo deudas, así que no se lo pensó y se marchó con él.

Ahora que ya han pasado varios años siguen los dos allí, él tiene un trabajo y una nueva familia, y aún le quedan varias deudas por pagar aquí en España. Vive con humildad, pero es feliz. Estuvo a punto de triunfar, después de haber luchado mucho.
Pero no siempre en la vida sale todo como lo planeamos y los sueños a veces son imposibles de alcanzar.

Flor Martínez Salces ©
Enero-2010

DOÑA AVERIGUA Y DOÑA TODOLOSABE

De forma casual, como suele ocurrir siempre que se encuentra algo interesante, se topó con unos antiguos recortes publicados en un semanario de la comarca, allá por el año 1950.

Era muy joven cuando buscaba ansioso las páginas finales del periódico donde aparecían las simpáticas peripecias de Doña Averigua y Doña Todolosabe.

Nadie las conocía personalmente pero todos, en su imaginación, se habían hecho el retrato de esas dos viejas amigas que cada día daban su paseo matutino cogidas del brazo y hablándose bajito, casi al oído, de todas las novedades que una y otra habían conseguido averiguar desde el momento de su despedida el día anterior.

A José le temblaban las manos de la emoción al toparse con una deteriorada caja, olvidada en el desván de la casa de sus padres, a la que acudía a menudo para ventilarla.

Nunca antes había sentido la curiosidad de subir hasta el desván, pero hoy, ya sin prisas, con todo el tiempo libre que le dejaba su reciente jubilación, miró aquella casa con otros ojos.

Acudía cada quincena desde la muerte de su madre, hacía ya tres años, para abrir las puertas y ventanas de aquel caserón que tantos recuerdos guardaba de su niñez y juventud.

Todavía tenía la misma estructura desde su construcción porque a pesar de los cambios en las modas del diseño, su madre, siempre quiso conservarla como la disfrutó con su difunto marido.

Cuando alguna obra de reparación se hacía necesaria ella decía:

- Arreglad lo que queráis pero el espíritu no se lo quitéis.

Y así se hizo siempre. Un arreglo aquí, una pintura allá, un remache por el otro lado… Pero su madre tenía razón, después de muchos años y muchas componendas “el espíritu” se mantenía.

Todavía se conservaba en el rincón de la sala la vieja silla con apoyabrazos de forma semicircular, con su tapizado ya ajado y descolorido por el paso de los años y el desgaste propio del uso. Aún puede adivinarse su color rojo “sangre de toro”, como lo describía su madre, y unos ramilletes de flores dibujadas en color “oro viejo”.

Parece, viendo ese tapizado, que el tiempo no ha transcurrido apenas si tenemos en cuenta que su mujer, medio siglo después, ha empleado los mismos tonos para decorar su novísimo piso en la ciudad.

Girando en redondo sobre sus pies fue echando un vistazo a la sala, clavando su mirada en la puerta del desván. Nunca había notado esa sensación de curiosidad y nostalgia que ahora sentía por ver lo que podía estar guardado y olvidado allá arriba; y con la misma ilusión e incertidumbre que un niño en la mañana de reyes subió los escalones que lo condujeron hasta una enorme sala en penumbra donde se podían distinguir innumerables sombras.

Encendió la vieja lámpara colgada de una viga y un mazazo de emociones y recuerdos golpeó su interior a la vista de tantos objetos que creía perdidos y olvidados.

Viejos muebles que daba por destruidos, candiles de todos los tamaños, la máquina de coser de hierro con la que su abuela le hacía los pantalones cuando era un niño; todo el menaje de cocina que se utilizaba una vez al año en la matanza del cerdo. En su recuerdo los tenía grabados mucho más grandes de lo que ahora le parecían
aquellos pucheros que ponían al fuego de la cocina de carbón y leña para cocer los boronos que tanto le gustaban.

Recordó cómo en una ocasión, jugando al escondite, llegó a meterse en uno de esos pucheros. Toda su infancia se veía reflejada en aquellos enseres.

Recordando las historias de todas aquellas cosas podría contarse la vida de su familia, y también a la inversa, relatando sus vivencias tomarían vida todos esos trebejos.

Y las cajas… ¿qué sorpresas guardarían?

Fue abriendo algunas que, por su peso, era de suponer estuviesen llenas de libros, y efectivamente, todos sus libros y cuadernos, desde que empezó a ir a la escuela de su pequeña aldea, hasta los enormes “tochos” que se estudió en la universidad.

Nunca se había preguntado qué habría sido de ellos y allí estaban. Todos colocados en cajas con el año escrito, en uno de los laterales, con letra irregular y mano temblorosa.

Pasando la vista por todas ellas le llamó la atención una sobre todas las demás donde podía leerse: Doña Averigua y Doña Todolosabe.

Esto era ya el máximo que su corazón podía resistir sin salírsele del pecho.
Todas las parodias de sus dos personajes preferidos estaban allí, en las hojas recortadas del viejo periódico, ordenadas por fechas. ¡Ni una sola faltaba!
No pudo contenerse y comenzó a leer una de aquellas viejas y sutiles parodias protagonizadas por las dos amigas que se contaban los chismorreos de la época.




POR LAS CALLES DE LA VILLA




- ¡Va… vaaaa…! ¿Pero quién da aldabonazos tan fuertes?

- Yo, Doña Todolosabe. Yo, que con este magnífico día de sol, se apetece estirar las piernas y dar nuestro acostumbrado paseíto. ¿Le place?

- Pues claro que sí. Espere un momento que me quite las zapatillas y me calce los zapatos porque gracias a Dios el tiempo es “antimadreñero”.

- Aguardo pacientemente.

- ¡Ajajá! Ya está.

- - Cuidado con las escaleras, no baje tan deprisa.

- No se preocupe Doña Averigua, el pasamanos me libra de todo accidente que pudiera ocurrir.

- Bueno, ya estoy a su lado. ¿Pero qué olorcito tan agradable echa usted?

- Nada de particular, mi amiga. Un café. Café legítimo del Brasil que me envían unos buenos amigos que residen en aquellas tierras y unas gotitas de auténtico ron “Negrita” de la Habana, regalo también de unos parientes.

- Y ¿cómo lo toma?

- Mitad y mitad, Doña Averigua, para que ambos vean que reparto “el cariño” por igual. La invito el próximo día. ¿Por dónde vamos hoy?

- Pues aprovechando este sol estupendo, hasta La Vega…

Mientras continuaba leyendo los recortes una sonrisa se dibujaba en su boca al tiempo que las lágrimas resbalaban por su rostro.

Laura González Sánchez ©
Enero 2010

viernes, 15 de enero de 2010

LA HIPERACTIVIDAD, PRESENTE Y PASADO...

Cuenta de un sabio que un día, tan pobre y mísero estaba, que sólo se sustentaba de unas hierbas que cogía.

-Habrá otro, -entre sí decía, -más pobre y mísero que yo?

Y cuando el rostro volvía halló la respuesta viendo que otro sabio iba cogiendo las hierbas que él arroyó.

(.Calderón de la Barca lo introduce en el siglo XVI en La Vida es Eueño.
.D. Juan Manuel lo inclye en el siglo XIV en El Conce Lucanor.
.Alfonso X El Sabio, en el siglo XIII lo mandó traducir de un poema hindú llamado Cabila el Dimna)






Ding-Dong... Ding-Dong... Ding-Dong... Las doce campanadas. Yo no fui muy exigente: "Virgencita, Virgencita, ¡déjame como estoy!"

Los días se sucedían grises y sin altibajos, pero el día cuatro de Enero mi querida amiga vino a saludarme... ¿Qué tal tu hermano?, preguntó mi boca. Salió sin pensarlo, por propia voluntad. A mi amiga le temblaronlos labios, se le empañaron los ojos.

-Pues mal, muy mal. Hace seis meses nos dieron el diagnóstico de su enfermedad: sufre Hiperactividad.

En aquel instante sentí que se me morían algunas neuronas e intenté enviar energía positiva a las otras para poder escucharla.

Oyentes, serenad vuestros òrganos, proteged vuestra mente con mensajes positivos. Tranquilos, he decidido comenzar con una experiencia positiva.

I. Hace 15 años, Sergio, llegó a nuestro Centro de Secundaria. sin documentación oficial. Venía acompañada de informacion muy seria. En el Centro de Innovación Pedagógica (CIP), (con el permiso de sus padres), le habian pasado los tests necesarios y el diagnóstico fue: ACIS (Adaptación curricular individual) en Lengua C., Euskara, Inglis; Matemáticas. Padecía de Dislexia, sufría d euna lectura invertida y para colmo de adornos era un chaval hiperactivo.

Estos Centros de Innovación Pedagógica "CIP" surgieron después de los COP.s (Centros de Orietación Pedagógica) Y si remontamos unos 10 años antes de los COP.s sólo existían los Centros Espe3ciales para alumnados discapacitados Física y Mentalmente. En Vitoria la pionera de estos Centros Especiales fue la Diputación.

Sergio llegó sin haber superado los estudios de Primaria y a mí me tocó la lotería; iba a ser alumno de mi grupo. Contábamos con profesorado de Educación Especial para (niños con ACI), con Logopedas y con un Piscólogo Orientador. Sin embargo no había ayudas para tratar la hiperactividad.

Joseba, el Psicólogo, y yo, empezamos a dar palos de ciego. No disponíamos de directrices, ni de reducación de horas lectivas, ni de suplemento económico. Sólo contábamos con la Voluntad férrea de ayudar a un alumno necesitado de cariño.

El primer lunes que nos juntamos con Sergio y sus padres fue un pasito positivo, (hasta entonces hubo muchas excusas). Eran las dos de la tarde, nuestro tiempo libre. Se sentaron. El padre de espaldas a Sergio y yo lo invité. Joseba, más sensato que yo invitó a Sergio a que fuera al recrea. La madre, con el pañuelo en los ojos callaba.

Rehicimos el círculo. Desde el primer momento les dejamos claro que si ellos estaban dispuestos a sacrificarse por su hijo, Sergio daldría adelante. Nos dieron su palabra.

Cada lunes nos juntábamos todos, menos Sergio. La madre fue desahogándose: Su soledad, sus gritos... El padre admitió sus continuos golpes, desplantes, malos consejos... Todo para quitarse a Sergio de su lado.

Sergió tardó un mes en acudir al Círculo. Venía con la cabeza muy alta, comosi fuese un ganador de la contienda. Empezamos con la triple cuartilla: cada bloque apuntaba los deberes que sergio debía realizar en casa.

En casa, tendría que poner y recoger la mesa. Debería leer diez minutos bajo la supervisión del padre.

Salió con la cabeza gacha, ni se despidió. Poco a poco, (siempre con su consentimiento), íbamos añadiendo nuevas tareas en nuestras cartillas. Si no las cumplía se le quitaría la llave del garaje-laboratorio.

Los encuentros fueron distanciándose, ya que los padres actuaban con diligencia y Sergio había mejorado en casa.

Sí acudía nervioso a clase; comenzaba a romper objetos comunes y me dedicaba "lindezas" como: "Eres una dictadora, coartas mi libertad, valoras más las normas que la persona..."

Cerrábamos los libros y comenzaba la hora de reflexión tutorial.

Toda persona tiene derecho a su espacio. Toda persona tiene derecho a que se le respete. Toda persona tiene derecho al camino, no sólo Sergio.

Él agachaba la cabeza. Por lo menos nos había escuchado. Y así poco a poco empezó a valorar a sus compañeros.

En 2.º Cursos, Sergio, se hizo amigo de todos. Entre él y yo, se extendió un hilo de seda impregnado de cariño.

A las 2,30 yo acortaba mi hora del café y encontraba a Sergio aseado y repeinado, reíamos, jugábamos en inglés, pero sobre todo reíamos.

Cuando sacó el título de Graduado Escolar, (en un C. Forun Proj.) vino a contármelo. Había sido un alumno modelo. Sus "viejos" estaban felices.

II. Aquí me tenéis, escuchando a mi dolorila amiga: "Mi hermano ha sido siempre problemático. En el colegio se portaba mal, sacaba malas notas... y fue dando tumbos de colegio en colegio.

-¿Por qué? -Se preguntaban sus padres.

-¿Por qué? -Se preguntaban los profesores.

Reflexion sobre el Sistema Educativo de hace 35 años. La edad del "hermano". No sólo adolecía de serios recursos económicos, sino que los problemas mentales no se mencionaban. Llevar a un educando al psiquiatra era como admitir que la locura había entrado en casa. Las personas adultas eran encerradas en un manicomio. Y los problemas psíquicos eran tratados con reglazos y con una disciplina aún más férrea.

Esta Navidad, el hermano de mi querida amiga, les ha hablado de suicidio, ya que su vivir es un sinvivir. Por un lado, como persona adulta, se da cuenta del sufrimiento continuo que causa a las personas que más quiere y más le quieren. Por otro lado, como persona adulta ha enraizado muchos vicios: La mentira que le sirve para no defraudar. La bebida que le hace encontrarse más relajado. Los consejos y la medicación prescritos por el psiquíatra son olvidados con facilidad. La compañía de algunos malos amigos que se ríen de lo que hace, que no quieren sacrificios...

Y cuando "nuestro hermano" está sobrio, la angustia le come las entrañas, no le encuentra sentido a la vida y se nos hunde.

AHORA BUSCAMOS UN CENTRO PARA ADULTOS HIPERACTIVOS.

Isabel Bescarán ©
S.Vicente de la Barquera
5-1-10

martes, 12 de enero de 2010

FIESTAS NAVIDEÑAS

Las fiestas Navideñas
son de alegría y de paz,
también son de tristeza
si algunos de los tuyos
ya no están.

Las fiestas Navideñas,
las más hermosas del año,
se derrocha amor y alegría
y unidad con los hermanos.

Estas fiestas se dedican
a malgastar el dinero,
aunque mañana no tengas
para poner el puchero.

Nosotros pasamos las fiestas
sin hacer grandes excesos,
comiendo poquita cosa
para no ponerte enfermo.

Se acerca el día de Reyes,
de ilusiones y regalos,
nos complace ver a los nuestros
disfrutando como enanos.

Recordamos estas fechas
de cuando éramos pequeños,
esperando a nuestros Reyes
muy alegres y contentos.

M. Blanca Santos Gutiérrez ©
Enero 2005

LA NOCHEBUENA DE TELESFORO

Telesforo era viejo, y como casi todos los viejos, testarudo y cabezón. Los años vividos le hacían suponer que sabía más que nadie, o al menos más que resto de los componentes de su familia, que por algo era el mayor. Esa era para él la palabra justa: mayor, no viejo. Viejos eran los demás, esos que aunque teniendo menos años, tuvieran más achaques, o más lentos los reflejos, o menos sentido del humor, o les faltaran otras posibilidades que a él parecíanle sobrar.

Telesforo permanecía en continua batalla con todos aquellos que por considerarle demasiado mayor no hacían otra cosa más que prohibirle: No corras, que te agitas demasiado. No discutas, que te acaloras. No bebas, que tiene alcohol. No comas, que tiene grasa. No mires a las mujeres, que ya no puedes…

Llegó la Nochebuena y con ella los hijos y toda la recua de nietos. Los críos corrieron hasta el Belén, las mujeres se apresuraron a decorar la mesa, y Telesforo sacó botellas que los hombres abrieron presurosos.

Patés y langostinos sobre el mantel blanco bordado con rojas flores de Pascua atrajeron sin demora a los comensales en torno a la mesa. Telesforo alargó su diestra hacia el plato, y antes de llegar a tocar una barba de los populares crustáceos, se interpusieron la espumadera y la voz de la esposa.

-Quieto hasta bendecir la mesa, que es Nochebuena.

-Si, hoy nació Cristo. Pues reza pronto recristo, que tengo hambre.

Comieron después de las preces. Telesforo peló langostinos con increíble destreza y como aderezo alternó vinagreta con mayonesa. Endivias con anchoas además de nueces con queso blanco, y salsa de soja fueron atrapados por las zarpas de Telesforo quien curándose en salud dijo a todos que un día es un día, y Cristo venía una vez al año. Cuando llegó el lechazo informó a hijos y nietos que con dientes postizos mal se roen huesos, que a él carne tierna y limpia y que de ensalada, nada, que el verde es comida de grillos. Y bebió rioja, y gustó de torrijas y mazapanes , y más tarde turrón y espumosos Cuando no pudo más aseguró que había comido como Dios manda, y que con el permiso de Dios iba a tomar otra copa, y eligió un licor que le hizo chuparse los labios dando chasquidos como si al aire besara.

El alcohol ingerido le nubló ligeramente la vista al tiempo que le hizo cosquillas en el cerebro. Le pesaron los párpados, y las mejillas le ardieron. Intentó decir algo a sus nietos pero se convenció así mismo de que estaba mejor callado, y en tanto la charla de los demás se fue animando, Telesforo eligió la cama.

Se quedó dormido nada más acostarse. Roncó, sopló y resopló y se movió inquieto con cien vueltas en la cama. Soñó que se le convertía el cerebro en una cafetera a pleno hervir, y los sordos y profundos ruidos de un volcán presto a entrar en erupción, revolvieron sin compasión sus tripas. Sintió contraerse los músculos del vientre, y el sueño se transformó De repente se vió de niño frente a su madre pidiéndole: “quiero hacer caca en el baño de Pablito” porque en casa de Pablito tenían el mejor ambientador del mundo, pero no le daba tiempo a llegar al baño de su vecino. Hizo un esfuerzo sobrehumano para contraer todos sus músculos y cerrar a cal y canto la puerta de aquél esfínter que pugnaba por dilatarse como abertura de parturienta, lo que desencadenó un alud de retortijones en el vientre maltrecho. Se despertó asustado y sudoroso. Intentó levantarse con los músculos encogidos dudando si en aquella postura podría llegar al baño. Apretó con fuerza las rodillas, con la mano izquierda oprimió sin compasión una nalga con la otra mientras que con la derecha sujetó el pantalón del pijama por la bragueta, y dando pasos de geisha consiguió llegar a su destino.

Levantó la tapa y se giró con movimiento de chotis. Se dejó caer sentado sin fuerzas y al instante se escuchó algo parecido a la explosión del Machichaco , o las Torres Gemelas por tenerla más reciente. Un suspiro de alivio profundo como una sima sin fondo, y Telesforo se quedó plácidamente dormido como un rey en su trono.

Jesús González González ©
Diciembre 2009

AÑO NUEVO

Día 1 de Enero. Día de buenos propósitos para casi todo el mundo. Este día es especial para mí. Mientras casi todos duermen yo me paso la mañana delante de la televisión. Empiezo escuchando la Misa del Papa desde el Vaticano, pero sin terminar comienza lo que más me gusta y es contemplar a la Orquesta Filarmónica de Viena en el Concierto de Año Nuevo.

Este año, su director era el francés Georges Prêtre de 85 años, que disfrutó como un niño; era todo un espectáculo contemplar las caras que ponía. La música imperecedera de Johann, Josef y Eduard Strauss, sus valses, marchas, polkas y mazurcas…

La decoración, todos los años diferente con un sinfín de hermosísimas flores.

Fue maravillosa la pieza de Barcarola de los “Cuentos de Hoffman”.En el intermedio pusieron una filmación de cómo se había hecho y con el modisto Valentino diseñando el vestuario de los bailarines. Un derroche de fantasía y elegancia.

En la segunda parte desde el Museo de Arte histórico de Viena, los bailarines de ballet en riguroso directo bailaban de salón en salón con sus saltos alados y el colorido de los vestidos vaporosos.

El final siempre es el mismo, pero eso es lo que le da ese caché especial. Mientras se escuchaba el “Danubio azul” contemplaba el río desde su nacimiento y los países por los que va pasando hasta su desembocadura, un delta protegido con muchas aves en Rumanía.

El colofón, para los que nunca se han interesado en verlo es la Marcha Radetzky. Es muy pegadiza y el público bate palmas. Estoy segura que las bate casi todo el mundo que en esos momentos esté conectado. Yo desde luego que sí.

Ya ni se desde cuando lo veo. El sonido de la Lotería y el de este concierto está metido de tal manera que ya forma parte de mi Navidad.

Quiero terminar con una frase por unos primos que siempre son geniales en su felicitación navideña. “Quien tiene un porqué para vivir, encontrará siempre un cómo”

¡Feliz Año Nuevo!


Mª Eulalia Delgado González ©
Enero 2010

UN INSTANTE EN LA FIESTA

Esta es época de fiestas, alegría, reuniones, algo de comida y consumo, regalos, nieve, músicas, dulces, religión y tradiciones.

Normalmente suelo ser positiva en casi todos los acontecimientos pero, hoy quizás porque estoy un poco resfriada, me ha pillado floja y me he dejado llevar por nostalgias un poco dramáticas.

A tanto ha llegado la situación, que me he lanzado a escribir un poema un tanto doloroso. Eso de lanzarse nunca mejor dicho, porque han tenido mucho que ayudarme, pues perdí en el tiempo muchas de las reglas, medidas, rimas de la poesía. La verdad que he sido demasiado atrevida con la “arquitectura poética”, tiene una gran disciplina y seriedad.

Lo peor del caso es que he estado afectada del mal de la pena cada vez que comenzaba el trabajo de nuevo, me era imposible evitar las lágrimas y el dolor. Han pasado varios años creí tenerlo superado, pero el alma siempre tiene alguna forma de recordar...

Quizás todo ello vino de la mano al faltar una de mis hijas a la cena de Navidad, es la primera vez que ocurre. A pesar de que yo no le doy mayor importancia, cualquier reunión familiar me es reconfortante sin fecha fija ni dirigido a golpe de no se cuantos tinglados en favor de la familia u otros conceptos. Por supuesto que no pasa nada por hacerlo en estas fechas, pero también me vale en otras.

Por cierto este domingo nos reuniremos todos los hermanos, sobrinos, cuñados, etc., porque estamos todos en España, nada más.

Espero que no apenaros demasiado, es tan solo un instante en la fiesta.




FRAN


Contemplando en la noche las estrellas,
escuchando silenciosa en la ventana,
apoyando mis sueños en las manos
con el viento rozándome la cara.

Sujetando en los dedos un pañuelo,
restañando las lágrimas del ojo,
sin anhelos, sin fuerza, sin medida,
y esperando la paz como un tesoro.

Todo negro, mi vida y esta noche,
con la luna remisa, ni se asoma.
¿Quién quisiera venir a visitarme?,
esa nube lo impide, es mi sombra.

Es lo oscuro, la pena, la tristeza;
evitarlo no estaba en su destino.
Al dolor en los años que se cumplen,
se juntó el accidente y el martirio.

Ese tiempo, tantos días de dolores,
¡No, por Dios, no quiero!, ¡esto no es cierto!
Reclamando en silencio con sus ojos,
"hermana, por favor, que ya no puedo" .
por mi solo cargar con tanto peso.
Yo salía llorando de aquel sitio
con angustia apresando todo el cuello,
¡Por favor Señor, que es el más crío!

Es el chico de todos los hermanos,
Que a mi padre también te lo llevaste.
Déjalo conmigo y... que se quede.
El teléfono vibrando a cada instante,
Van pasando los días, son veintiuno,
y las cosas aún no cambian nada.
la noticia se mueve en mi cerebro,
Esa hora maldita y la llamada,

Y el alma se estrechaba ya mi vida.
pues mi madre se vuelve con el llanto,
con los brazos abiertos en el aire,
abrazando los temblores de mi mano

Ahora sé que todo ha terminado,
No comprendo como es que no me muero.
Es lo fácil, de veras lo más fácil,
Pero ahora, no me quieren en el cielo.

Los sollozos no salen, solo pienso
en mi hermana, pues allí estuvo sola,
y después nada tengo en el recuerdo.

Solo queda el coraje y la violencia,
la tristeza, el dolor con esos rezos.
Oraciones, la gente y ese duelo
al final, nada resta, es el entierro.

Al llegar a la casa en el silencio,
de los besos de hermanos que nos dimos
recogiendo a las niñas muy pequeñas,
explicarles todo aquello sucedido.

En sus caras con miedo he descubierto,
que no entienden la historia que les cuento,
¿Como puedo decirles con cuidado
con mi alma quemada desde adentro?

Esa muerte desollándonos por fuera,
en el alma hiriéndonos por dentro,
En espera de que el tiempo va pasando
y curando las heridas, lento, lento.


Ángeles Sánchez Gandarillas ©
San Vte de la Barquera
21 de diciembre de 2009

CARTA DE LOS REYES MAGOS

Esa noche le pidió a su madre que se acostase con él un rato hasta que se quedara dormido porque tenía muchísimos nervios y quería tener a alguien a su lado con quien poder abrazarse y contarle todas sus dudas y preocupaciones referentes a esa noche tan mágica. Antes de meterse en la cama repitió hasta la saciedad a toda la familia que debían de retirarse pronto para que los misteriosos visitantes que estaba esperando no encontrasen ninguna luz encendida, ni oyesen ruido alguno.

Tardó lo que para él fue una eternidad en quedarse dormido y despertó demasiado pronto pues su madre le había advertido que si despertaba antes de las siete de la mañana no se le ocurriese molestar a nadie. Todavía faltaba media hora para las siete y aunque el suspense y la emoción eran grandes aguantó en su cama sin moverse porque él sólo no se atrevía a asomarse al salón. Otros días sí se levantaba sólo sin ningún problema pero hoy tenía miedo porque a lo mejor se encontraba a Gaspar por las escaleras y aunque siempre dice que le gustaría conocerles, llegado el momento piensa que mejor no encontrárselos por la casa.

Con estas cavilaciones estaba cuando escuchó las campanas del reloj de la iglesia …..una, dos, tres …. ¡¡ las siete !! ¡¡ Ya puede levantarse !! y lo hace de un salto. Corriendo acude a llamar a su madre para que lo acompañe.

-¡¡Mamá, mamá, ya son las siete. Vamos, despierta. Vamos a ver si han venido!!

Bajan corriendo las escaleras hasta el salón y….. ¡ sí han venido y han dejado muchos paquetes!

Miran rápido los nombres que hay en los regalos y el pequeño pone aparte los suyos para empezar a abrirlos. Todos le gustan.

-¡Qué listos son los Reyes! ¡Cómo saben lo que me gusta y lo que necesito!

Hay un sobre también y dentro una larga carta que lee bajito y con mucha cautela pues en ella pueden aparecer cosas buenas o no tanto. El sabe que habitualmente se porta bien, pero de vez en cuando enfada un poco a su madre y los Reyes se enteran de todo.
Después de leerla bajito a petición de su madre ya la lee en voz alta:

Querido muchachote. No vamos a preguntarte cómo estás porque ya sabemos que te encuentras bien. Nosotros sabemos todo lo referente a los niños. Este año hemos querido escribirte nosotros a ti. Ya sabes que recibimos millones y millones de cartas, desde todos los rincones del mundo, durante todas las Navidades; y todas esas cartas son leídas con mucho interés por nuestra parte pero desde hace unos años estamos echando en falta las tuyas.

Un poco preocupados por no saber los motivos que causan las ausencias de tus misivas hemos enviado a tu pueblo a uno de nuestros más eficientes pajes para que investigue las causas que han motivado tal falta.

Lo que el paje ha averiguado nos llena de emoción y alegría. Ya sabíamos que eres un buen niño y nuestro asistente nos lo ha confirmado.

Tenemos aquí delante tu última carta para nosotros.. Por aquella época tenías tres años solamente, por lo que deducimos que a pesar de ser tan pequeño tienes unos principios muy arraigados y una personalidad casi tan grande como tu bondad.

Domer, nuestro paje, nos ha dicho que no nos escribes porque cualquier cosa que te regalemos te hará ilusión; incluso eres capaz de asumir, sin enfados ni pataletas, el hecho de que pasemos de largo por tu casa sin dejarte nada. Esto no es que nos lo haya contado Domer, lo hemos comprobado nosotros hace unos años. ¿Te acuerdas cuando tenías seis años que se nos ocurrió gastarte una pequeña broma al dejarte los regalos escondidos y no los encontrabas por toda la casa? ¡Vaya susto que te llevaste! Ese año, con lo pequeño que eras de estatura nos enseñaste lo grande que eres de corazón.

Siempre te acuerdas de esos pobres niños que ves por la tele tan sucios y desharrapados. Pero no debes sufrir por ellos, tú no eres el culpable de su situación, no te corresponde a ti solucionar la miseria del mundo. Disfruta de lo que la vida te está dando, sé feliz mientras seas niño y cuando crezcas tendrás muchas oportunidades para poner tu granito de arena en la erradicación de la miseria en el mundo.

Este año te dejamos pocos regalos y sabemos que no te enfadarás porque eres conocedor de la gran crisis que hay y entiendes lo que significa compartir.

Queremos agradecerte también todas las viandas que nos dejas cada noche de Reyes para que recuperemos las fuerzas perdidas en este gran ajetreo que es el reparto de juguetes por todas las casas. A partir de este año no nos dejes ese licor tan rico que parece café con leche, y que tanto le gusta a Baltasar, pues se lo bebe con tantas ganas que después se confunde en el reparto y algunos niños se enfadan cuando no encuentran lo que nos han pedido.

Tienes que perdonarnos por lo revuelta que te dejamos la cocina pero no podemos perder demasiado tiempo recogiéndola y además, ya sabemos que tú por la mañana lo colocas todo en su sitio de buena gana y sin enfadarte.

Por este año nada más. Hemos de dejarte porque es una época de mucho trabajo para nosotros y no podemos detenernos durante mucho rato.

Te dejamos un abrazo muy fuerte de cada uno de nosotros y ya sabes que el año que viene aquí estaremos de nuevo para hacerte una visita.

Melchor, Gaspar y Baltasar.


Laura González Sánchez ©
Enero 2010

ESTRELLA MÁGICA

"Pide un deseo en esta noche de mágicas ilusiones, cree en ello firmemente y quizás la vida te sorprenda"...

Pues sí querida estrella, eso hice en está noche mágica y pasada, cerré los ojos, pedí un deseo y simplemente me quedé soñando en esa sorpresa que a lo mejor la vida me tiene reservada.

Noche de Reyes, noche sueños, noche de Paz y de Esperanza, en el año que comienza. Noche en la que se ansía el nuevo día para correr a ver qué hay de nuevo en el corazón de las gentes, de los amigos, de los familiares y también para ver tu propio corazón, ese correoso y veterano símbolo que ha sido el motor de tu vida y también el centro neurálgico por donde tu sangre oxigenada se renovaba y volvía a tus venas, a tu cuerpo con una nueva energía y con unas ganas diferentes de emprender nuevas empresas y proyectos.

Pero al sentir tu llamada y tu consejo, pedí ese deseo en esta noche, con más fuerza, con más ganas, y le pedí por uno en especial, un deseo que puede parecer una quimera, como es el de poder llegar a ti, a mirar tus ojos, a tomar del lago tu reflejo y a rozar tu cara con mis dedos.

¿Pedí mucho, en esta noche mágica, a los Reyes?, ¿pedí ese imposible al que no quiero renunciar, como es llegar hasta tu lado?...

Dices que lo pida y que crea en el deseo, que lo haga como si fuera una súplica a la noche misteriosa, a las sombras con su encanto y su hermosura, a la magia que se encierra en esos cielos, en lo alto y en la eterna providencia que gobierna nuestros pasos.

Y porque tengo fe, así lo hice. Tu consejo fue mi súplica en la noche, y le pedí ese algo tan sencillo, ese encuentro y utopía con tu luz y tu reflejo, con tu encanto y tu figura, con la imagen de mis sueños, una tarde ó una noche, en invierno ó en verano, en un parque ó en un café, paseando ó contemplando otras estrellas, rodeados de gaviotas y sirenas que reclamen nuestro tiempo, que nos lleguen y saluden, que nos hablen, nos empujen y nos digan en su jerga y sin palabras "que adelante, que rompamos ese hielo y ese miedo y el temblor de nuestros dedos se acreciente y agilice y se busquen nuestras manos, sin vergüenza.

Ya he pedido ese deseo en esta noche mágica. Ya he cerrado los ojos ante el sueño y ahora espero, simplemente espero y ansío esa llegada, esa llamada, ese roce de tus labios con los míos en un beso sin principio ni final, a pesar de las personas, a pesar de las miradas y a pesar de tantas cosas.

Dices que ojalá la vida me sorprenda, pero yo diría algo diferente, ¡ojalá tu me sorprendas!, ó quizás debiera decir también, ¡ojalá yo te sorprenda! y me mires como soy, con lo que tengo, para que veas que lo que ansío es tu sonrisa, tu mirada, tu cariño y el deseo de mi vida, en este año, es la caricia de sus días, para estar siempre a tu lado, en la risa y en el llanto, en los sueños y en la vida, y caminando y suspirando siempre juntos de la mano.

Rafael Sánchez Ortega ©
06/01/10

MI NAVIDAD

Cada navidad es diferente a otra e irrepetible y a medida que he ido cumpliendo años la he celebrado de distinta manera; ahora si que añoro las navidades en que era pequeña, celebradas con ingenuidad y alegría, sin prisas ni agobios.

La aventura de salir a buscar con los niños del barrio aquel musgo pegado en los paredones para colocar el nacimiento encima, con ese olor tan especial que me parece oler todavía, después lo poníamos sobre la cocina de carbón para que se secara, en un ritual de preparar el nacimiento con aquellas figuras que año a año nos compraban para ir haciéndole un poco mas grande.

Debajo, de soporte, unas cajas de madera de la fruta que tapábamos con una tela, el río hecho con papel de aluminio, las nubes con algodón, y la cama del niño Jesús con virutas de madera que pedíamos en la carpintería.

El adornar el árbol, el acebo que entonces se salía a cortar al monte, y aquello también era una aventura, con nuestros padres, unas viejas Katiuskas y un hacha, pasábamos la tarde escogiendo el que nos parecía mas bonito, para después, ya en casa, colgar aquellas bolas tan bonitas poniéndolas cuidadosamente, porque si se caían se harían mil pedazos.

Esa nostalgia de ir sacando poco a poco todos los adornos guardados cuidadosamente de un año para otro, envueltos en interminables papeles de estraza para que no se rompieran; aquí hago una parada cierro los ojos y me veo sentada al lado del fogón, siento su calor y una lagrima resbala por mi mejilla, ¡que feliz me sentía en aquellos momentos!.

Hasta me parece saborear aquel chocolate hecho lentamente en el fogón de carbón y el olor de aquellos ricos tortos de maíz que nos hacían para acompañarlo.

Hoy día de reyes me he sentado a escribir todos aquellos detalles y recuerdos, ya que es el último día oficial de las navidades y esta jornada, que en aquellos años era tan mágica, nos acostábamos muy temprano para que los reyes nos dejaran los regalos en nuestras zapatillas, colocadas la noche anterior al lado de la ventana junto a una copa de anís para los reyes y un cubo con agua para los camellos, y a la mañana siguiente el barrio se llenaba de alegría y todos los niños en la calle jugábamos con lo que nos habían traído.

Me asomo a la ventana intentando ver esa escena de nuevo, en la calle no se oye nada, no se ve a nadie, todos deben estar en sus casas jugando con lo que les han traído los reyes, un ordenador, una Nintendo, un móvil, o el último videojuego de moda. Siento pena, hoy será difícil ver en la calle a algún niño disfrutando de su preciosa bicicleta o a una niña con un carricoche de muñecas, pues los juguetes que les han dejado no se pueden sacar a la calle porque tienen que estar enchufados.

Otra lágrima recorre mi cara y de repente me veo en mi calle rodeada de todos los niños de mi barrio y jugando todos muy felices con lo que nos han traído los reyes, esta si que es mi navidad, con ella me quedo y con el recuerdo añorado de lo que hace años viví, las próximas navidades volveré a recordar aquellos años y de nuevo me sentiré niña otra vez.

Flor Martínez Salces ©
6-enero-2010

VÍSPERA DE REYES

Era casi víspera de reyes, y Paula, todavía no había enviado la carta.

No sabia que pedir, y no era porque no quisiera regalos, sino porque no podía escoger sólo uno.

Pero ella sabia, que en su casa, los reyes dejaban un regalo. Aunque no entendía muy bien el porque, ya que a Pedro, el vecino del tercero, siempre le dejaban miles y miles de regalos.

Pero mami, le había contado, que cuando fuera mayor, los reyes se lo explicarían. Paula enfadada, siempre decía "cuando sea mayor, no me acordaré". Mami se reía y le contestaba, "tranquila cariño, yo te lo recordare".

Mientras Paula leía la lista de regalos, e iba eliminando los menos interesantes, los Reyes Magos la observaban, hasta que por fin, en esa lista solo quedaba una cosa.

Los reyes, al leerlo, no podían creerlo. Había pedido, “un saco lleno de sueños, salud para disfrutarlo” y como P.D. ponía, “ los sueños no son todos para mi, son para compartirlos con la gente que me quiere, y la salud también”.

Su mami, vio lo que se había pedido, y antes de que le preguntara nada, Paula le dijo "he pedido mas de una cosa, pero no son para mi sola".

Su mami sonrío y no dijo nada.

Jezabel Luguera González ©
Enero 2010