EL ENCUENTRO
Esta vez me va a pillar el toro. Entre los
ensayos del teatro y, ahora, el viaje a Tenerife, se me está echando encima la
fecha del Taller de Escritura y aún no sé ni de qué voy a escribir. “El
encuentro”… Pues como no se me ocurra pronto un tema, va a ser un encuentro muy
breve. Algo habrá que hacer, no voy a presentarme en blanco. Podría dedicarme a
relatar lo que veo durante estos días de vacaciones, pero entonces me van a
decir que estoy copiando a Jesús, que, cuando se va a Mallorca o a Salou, nos
cuenta hasta la marca del papel higiénico que se gastan en el hotel. Paso,
paso… Hombre, también podría escribir algo sobre ese pajarito que está
paseándose por la barandilla del balcón de mi habitación, pero tampoco: igual
se piensan que me ha escrito el relato Laly y ya sabemos cómo son en estos
pueblos, que enseguida se inventan que tenemos un rollo oculto por ahí. Paso,
paso también, que no quiero líos con la parienta, que es pequeñaja, pero
matona. Así que, al pajarito, ¡que le den! ¡A ver si voy yo a buscarme ahora un
lío por una mierda de pajarito! Mira, voy a tomarme un lingotazo de whisky de
malta, que está de muerte, y voy a dejar que la imaginación fluya libremente.
¡Qué bueno está, el puñetero! Ni bourbon ni
whisky irlandés ni Dyc ni monsergas. Donde se ponga un buen malta escocés, los
otros no tienen nada que hacer. Vamos a tomarnos otro y a escribir como un
descosido.
Ahora sí, ya noto que me llega la
perspiración. El pajarito sigue ahí tocando las cantimploras. Pues si piensa
que le voy a echar migas, va iluso perdido. No me sirve ni para escribir sobre
él, la madre que lo parió. Qué me importa a mí el pajarraco ése… ¡que te
largues de una vez, hombre! Déjame en paz… Me voy a tomar otro whisky, a ver si
se me pasa el mal humor que me ha creado el puñetero pájaro y me concreciono de
una vez.
¡Buah! ¡Qué pasada! Cómo rasca cuando cae
gaznate abajo. Y da un calorcito… Ahora sí, ahora sí que estoy preparado para
transcribir lo que sea. ¿Dije transcribir? Bueno, algo así, ya me entenderán.
Para qué detenerse en pijadas cuando uno está lanzado. Ahora sí que estoy
sembrado. Si tuviera el ordenador… Pero, claro, todo son dificultades para el
creador: ahora tengo que escribir con un puto boli y un folio del hotel, como
si fuera un matado primitivo. ¡Si ahora ya no sabemos cómo se escribe a mano,
tíos, que eso está anticuado! Ahora, teclado, como Dios manda: a lo moderno.
Pero, aquí, me las he de arreglar con boli y papel, manda huevos. Suerte que
estoy perspirado y ahora voy lanzado. Agarro el boli y voy a parir historias
por un tubo: de pájaros, de paisajes o de amaneceres, como la Laly.
El malta hay que beberlo sin agua, a ver si
os enteráis, que hay horteras que le echan hielo como si fuera whisky de
garrafón y se quedan tan frescos, como si bebieran tinto de verano o un
calimocho. ¡No te fastidia! ¡Cómo va a ir bien el mundo así!
No me lo puedo creer. Se había largado y ya
ha vuelto otra vez. ¡Pero vuela ya, pajarraco estúpido, que me tienes hasta los
gemelos! Porque no tengo una piedra, que si no, os juro que a este gilipollas
lo mato yo de una pedrada en todo el morro. Mira, me ha vuelto a poner de mala
uva. Me tendré que poner otro whiskorro, que así, con estos nervios, es
imposible escribir. ¿Era escribir o transcribir? Bueno, qué más da: los dos, y
ya está.
¡Ups, qué rico! Es una cosa… Bueno, ¿a qué
estábamos? Tenía yo algo pendiente, pero se me ha ido el santo al cielo. Me
pasa, me pasa. Igual empiezo a tener Alzheimer. Estoy yo preocupado, no es
broma. ¡Ay, la leche! ¿Y eso qué es? Yo juraría que es un pájaro, pero lo mismo
es una boñiga, porque no se mueve. ¡Y a mí, qué! Yo, a lo mío, que ya me
acuerdo qué era lo que tenía pendiente. Agarro el Bic de las narices y voy a
componer un poema que se va a cagar el Foncho. Sólo que yo paso de rimas entonantes,
concordantes, transeúntes o como se llamen. A mí me van las rimas altisonantes
y, además, voy a componer una obra de marte que lo mismo se lea al derecho que
al revés que de lado. Se va a enterar la listilla de la Lines: cuando la vea se
va a fumar hasta el móvil.
¡Cagonlamar! ¿Quién habrá sido el imbécil
que ha cerrado el cajón de la mesita de noche dejándose mi dedo dentro? ¡Qué
daño! Así no hay forma de reescribir, ¿eh? Así que tendré que tomarme otro
lingotazo de la botella del escocés ése, para que se me pase este sufrimiento y
me vuelva la contracción. ¿La contracción? Bueno, era algo así, ¡y qué más da!
¡Ay, qué bien me he quedado! Ya estoy a
punto, ahora voy lanzado. ¿Pero dónde cóño he dejado yo el dedo? Juraría que lo
había dejado encima del folio, ¿no? ¿Y cómo escribo yo ahora sin mi dedo? ¡Ah,
sí, mira: ahí está! Montblanc, nada menos, que me lo regaló la parienta cuando
aún movía la colita para hacer méritos. Si es que todas son iguales… No se
puede uno fiar. De todas formas, ¡para lo que lo quiero! Si es que no sé de qué
escribir, no hay forma de que me llegue la respiración. De momento, iré
haciendo la lista de la compra, que después se me olvida todo. Claro, que no
tengo ni idea de lo que hay que comprar, así que, de momento, apuntaremos una
botella de whisky, que me parece que la parienta debe de darle cuando no la
veo, porque está ya casi vacía, y a mí que me registren.
¡Anda, una boñiga en el alféizar de la
ventana! ¿Cómo habrá llegado la vaca hasta un tercer piso? Tengo que preguntarle
a Jesús, que de esto entiende un huevo, si hay vacas que vuelan, porque esto es
raro, raro… ¡Oye, que se mueve la boñiga! ¡Hostia, que se ha echado a volar! De
verdad os lo digo: yo no vuelvo por Tenerife en mi vida, que aquí debe de haber
emanaciones del volcán ése, que encima no vale un pepino, y te alteran el
cerebro y así no hay quien se reconcentre. Lo cuento al volver a San Vicente y
me toman por loco. Igual se piensan que iba bebido.
¿Sabéis qué os digo? Que paso de escribir
nada, porque, además, este folio canario tiene una forma muy rara. Yo nunca
había visto antes un folio que estuviera enrollado y tuvieras que ir tirando de
él y que tuviera agujeritos de vez en cuando para que se rompiera página a
página. Y, por otra parte, esto me parece a mí que no es una mesa de escribir
muy habitual, ¿eh? Será cosa de los guanches o de lo que sea, pero esto, más
que una mesa como Dios manda, tiene toda la pinta de ser un retrete. ¿Y cómo
escribo yo un poema bicéfalo, o troglicérido o cuadrúpedo bipolar o como se
llame, sentado en un escritorio con un boquete en medio? ¡Y, encima, sobre una
boñiga que vuela!
¡Hala, se acabó! Que les den a todos. Paso
de escribir. Yo me voy a tomar un trago, que ya va siendo hora, porque me
siento el gaznate seco, y que se lo monten ellos solos, que ya son bastantes.
¡A más ver!
José-Pedro Cladera ©
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