martes, 1 de noviembre de 2016

GAFAS

LAS   GAFAS

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           Y de nuevo, volvía a intentarlo.  Y con  una gamuza, suavemente, la frotaba.

            Le encantaba tocar el piano, y pasaba horas,  “erre que erre”, hasta que atinaba con las notas.  Ante las teclas blancas y negras, apenas se acordaba de la lámpara “mágica”.  Pero luego, sentado en el suelo, ante el puzzle del  Big Ben, sus ojos apenas discernían los colores y los dibujos.  Se frotaba los ojos con ansiedad.  Cogía la suave tela y con brío abrillantaba la lámpara que le había regalado  su “grandma”.  Con el paso de los años, fue admitiendo a regañadientes, que le faltaba el don de Aladino.  Y guardó la lámpara en un baúl misterioso. Sus padres le llevaron a renombrados oftalmólogos y todos aseveraban que Elton no sólo padecía una miopía severa, sino que sus córneas tenían una dureza anómala: eran unas cataratas apenas formadas para la intervención.

            Practicó sin descanso y desde muy joven, creó unas piezas magistrales.  Y le compraron las primeras gafas.  Se sentía “como un niño con zapatos nuevos”  Y los puzzles los componía con más celeridad.  Era embriaguez… y compuso  obras excepcionales.  Empezó a dar conciertos y comenzó su colección de gafas, gafas de  todos los colores del arco iris y de todas las formas geométricas – como si Agatha Ruiz de la Prada las hubiera inventado.  Se aferraba a la idea de que, algún día, aunque le costaran un Potosí,  llegarían unas que romperían el diagnóstico de los agoreros cirujanos. Por de pronto, las que mejor le iban eran unas gafas de cristales algo ahumados, de moldura redondeada y rojizas cual el sol en su crepúsculo.

          Los años y la inteligencia le llevaron a aceptar la opinión de los expertos:   el problema solo se solucionaría con las correspondientes intervenciones quirúrgicas.  Y sus obras tomaron un cariz country, un matiz gospel, un tono más melancólico y lírico.  Su espíritu ya no era tan ingenuo, tan ruidoso, tan frenético del rock anterior.  Fue enriqueciéndonos el alma con música más compleja, más completa.  El abanico   abarcaba más corazones, según se iba abriendo.  Y se convirtió en un Divo accesible y la misma reina le otorgó el título de Sir.


        Sus conciertos salieron de su país.  Su música era conocida por el mundo, y todos visualizaban al músico,  compositor y cantautor por sus prendas valiosas y ultramodernas y sus extravagantes gafas; es decir, un ídolo excéntrico, pero virtuoso y afable.


        En su viaje a Brasil, reservó lujosos aposentos; uno de ellos lo designó para el baúl de sus gafas.  La excentricidad pasaba a la música cuando sentado en el taburete se entregaba en cuerpo y alma a la melodía y al público.  Tocaba como los clásicos y cantaba como los ángeles. Sin señal de cansancio, hacía las delicias de los melómanos. Al acabar los bises, unos espontáneos le exhortaron a que no se desprendiese de sus gafas, a lo que Elton amablemente  respondió:


-“Pero si no veo nada con ellas”

   Al regresar a sus aposentos, se percató con horror, que unas gafas habían sido apartadas y los cristales rotos yacían sobre una jarapa tejida con hilos de seda.  La desafortunada chica del plumero le había dejado una misiva ensangrentada y húmeda y le pedía que recibiera el lienzo con todo su dolor.  Elton valoró, sobre todo, la franqueza de la muchacha, y a su vez, le dirigió unas letras sobre aquel regalo mágico que recibió.
   -“He sido muy afortunado con tu dádiva”: EL color celeste del centro del tapiz es una prolongación de los girasoles de Van  Goph, el tejido aterciopelado me hace pensar en la suavidad de tus mejillas, su aroma rezuma la esencia  de los lirios blancos, sus nacarados botones suenan como una samba vibrante…Gracias a ti, tengo la base para otra canción.  La titularé    -Candle in theWind-   Y para que mantenga mi corazón siempre niño, lo guardaré cerca de mi lámpara mágica, “Love”

                                        San Vicente de la Barquera,  a 9 de mayo de 2016
                                                       Isabel Bascaran



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