UNA VEZ SOÑÉ
Una
vez soñé que era condesa. La más hermosa del condado, todos los nobles y
campesinos estaban de acuerdo. Hija de un anciano conde. Era rubia, ojos verdes
y piel blanca. Todos los nobles caballeros de las proximidades suspiraban por
mi amor. Ninguno de ellos, sin embargo, logró ganarse mi simpatía. De las
visitas al castillo, todos se volvían melancólicos, tristes por mi
indiferencia.
―¿Quieres
renunciar a las alegrías y dulzuras del matrimonio, Jimena? ―me preguntaba mi
padre―. Yo soy ya viejo y...
―No,
padre ―respondía―, sólo me casaré con un hombre que sea hermoso, rico, fuerte,
príncipe o rey.
―En
amor, hija mía, más vale ternura que riqueza ―decía mi padre.
Una
tarde de verano, llegó al castillo un apuesto joven, vestido de rojo, cabalgando
sobre un caballo negro azabache. Dijo que era un poderoso señor, que venía de
lejanas tierras atraído por mi belleza.
En
el castillo, era un día de gran fiesta para celebrar la llegada del joven
noble. Se organizó un gran banquete, donde no faltaron trovadores y juglares.
Cuando miré al joven desconocido, noté un sentimiento nuevo para mí.
La
estancia del misterioso joven se prolongaba; en el castillo, los banquetes y
las fiestas continuaban. Una noche, después del baile, el caballero, vestido
siempre de rojo, se acercó y me dijo:
―A
media noche, ven a la orilla del río; te espero junto al puente de madera.
―Iré;
a las doce en punto, allí estaré.
Llegué
puntual. Le dije:
―Aquí
estoy, ¿qué quieres de mí?
―Decirte
que te amo, Jimena, y que te quiero como reina y señora.
―Yo
también te amo.
―Pues
sígueme.
―¿Y
mi padre?
―Sígueme,
un trono te espera. Ven a recibir la corona que tengo dispuesta.
De
pronto, un relincho; apareció el caballo negro azabache, como por
encantamiento. El extraño caballero montó y me tendió sus brazos.
―¿Seré
reina?
―Sí,
lo serás, Jimena mía.
Me
cogió bruscamente y me sentó en la grupa del caballo. Una nube espesa me
envolvió. Me sentí zarandeada. De lejos, oía:
―Levántate,
perezosa, vas a llegar tarde al colegio. ¿No has oído el despertador?
Ana
Pérez Urquiza ©
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