UNA VEZ SOÑÉ…
(Tema obligado con el que
iniciaremos
nuestra andadura en el año 2017)
Hace unos días y por primera vez, nos
juntamos en la Biblioteca Municipal los componentes del Taller de Escritura y
los del Club de Lectura. Nos sentimos más arropados, más hermanados. Por
sorpresa para mí, también asistieron dos concejales de nuestro
ayuntamiento (uno de ellos, la de Cultura), que escucharon con atención la
lectura de nuestros relatos y sus comentarios correspondientes. Aquella noche
fue la de mi sueño:
«La Concejala de Cultura permaneció
hasta el final, con una atención increíble. Después nos felicitó. Dio la mano a
cada uno de nosotros y se despidió prometiendo que asistiría a todas nuestras
reuniones, siempre que le fuera posible.
Volvió varias veces con un entusiasmo
creciente. Tanto fue así que su imaginación comenzó a madurar una idea,
que, según nos dijo, iba a exponer en el primer pleno que se hiciera en
el Ayuntamiento: “Tomar cuatro o seis escritos de cada uno de los
componentes del Taller y editar un libro”. En el pleno hubo consenso total y
editaron el libro. La corporación municipal regaló un ejemplar a cada uno de
los autores y dos ejemplares a cada biblioteca municipal de nuestra Comunidad
Cántabra.
Fue como una fértil semilla dejada caer
sobre un terreno ansioso de producir. A los dos o tres meses, la
semilla germinó, y prácticamente todas las bibliotecas municipales de
Cantabria tuvieron funcionando un taller de escritura. La historia se repitió.
Cada municipio publicó su libro, que también regaló a las demás
bibliotecas, con lo que estas se fueron enriqueciendo, y así todos los
lectores pudieron conocer la creatividad, el trabajo y sentir de sus
congéneres más cercanos.
Como la curiosidad es la madre del
atrevimiento, algunos de los pocos cántabros que jamás tuvieron un libro
entre las manos, primero, quisieron saber lo que por escrito contaban
sus conocidos y se atrevieron a leer lo editado por su ayuntamiento. Quedaron
satisfechos y luego quisieron saber lo de los demás ayuntamientos. Sin darse
cuenta, estaban ampliando sus conocimientos. Y así, a lo tonto, que dirían en
mi pueblo, o a la buena de Dios, que diría alguien más recatado, la Comunidad
entera se aficionó a la lectura. Los hubo que empezaron por leer
a los aficionados como nosotros y terminaron por leer a los clásicos, ¡que
ya es leer!»
La presión de mi vejiga me despertó. Medio dormido, me fui al baño y, como todavía no había despertado totalmente, en lugar de orina. Vi como mi cuerpo eliminaba una catarata de libros diminutos que el sanitario fue tragando uno tras otro.
Jesús González González
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