YO CONFIESO
Creo que sueño todas las noches. Cuando
era joven, recordaba perfectamente lo que soñaba. Ahora no. Ahora
tengo la impresión de que solo sueño en las mañanas cuando estoy próximo a
despertarme, y lo soñado se me escapa como peces sorprendidos. Se escurre
de mi mente con una rapidez increíble, y solo me queda en el subconsciente una
débil estela de lo soñado.
No obstante, hay sueños que recuerdo
perfectamente. Son los que sueño estando despierto y que, por estar despierto
cuando los sueño, no sé si, mejor que sueños, debería llamarlos ilusiones.
Posiblemente su verdadera identidad esté a mitad de camino entre ambas
definiciones. Creo que sueños de este tipo los tenemos todo el
mundo. Son sueños íntimos de los que no hacemos partícipe a
nadie. Sueños secretos en los que siempre nos recreamos en la más absoluta
intimidad. Sueños que ocultamos no por temor a nada, sino por puro
pudor, y que nos ruborizaría como niños dejarlos al descubierto.
Pertenecen a la vida interna de cada persona, y supongo que son un eslabón
más de esa pequeña cadena de cosas que nos diferencia de lo que llamamos
animales.
En esta ocasión escribo para el Taller de
Escritura, y el tema que hoy tenemos a redactar es ‘La Confesión’. Por ello, y
por primera vez para vosotros que sois mis amigos, os voy a confesar,
(también en secreto), uno de mis más viejos sueños que nunca veré cumplido.
Guarda íntima relación con la escritura, por lo que espero acojáis la confesión
de este sueño con la máxima comprensión y benignidad:
Como
a vosotros, siempre me gustó escribir. Y a quienes escribimos, nos gusta
que nos lean. Es la más normal de las aspiraciones de todo aquél que
practique cualquiera de las distintas artes que embellecen nuestra existencia.
(Un cantante no cantaría en un escenario sin público, ni un rapsoda
declamaría un poema sin alguien que le escuchara). Nosotros, (al menos
yo), no escribiríamos si supiéramos que nadie había de leer lo que escribimos.
Pues bien, siempre soñé con ver publicado
alguno de mis escritos, y acabo de llegar a la conclusión de que nunca se
realizará este sueño. Sí es verdad que han aparecido algunas cosas mías
en periódicos locales y en alguna revista, pero eso no ha sido ‘mi
sueño’. Mi sueño fue un libro. Y la imagen siempre soñada, fui yo parado ante
el escaparate de una librería, leyendo mi nombre impreso sobre
la cubierta de un libro.
Mitigo mi decepción pensando que
quizás yo no hice lo suficiente por conseguirlo. Aunque también pienso que, de
haberlo hecho, mis escritos no interesarían al gran público, porque solo
escribo cosas sencillas sobre temas rurales de escasa importancia. Pero me
hubiera conformado con eso: una publicación menor, para un reducido número de
lectores sin grandes ambiciones literarias.
Nunca lo conseguí. Sin duda, por justa
penitencia a mi pecado de íntima vanidad. Y tras esta confesión de auténtica
sinceridad, solo espero de vosotros, mis amigos, la más noble y
comprensiva de las absoluciones….
Jesús González ©
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