—¿Pero todavía no la has
visto? Joder tío, tienes que verla, ya estás tardando, es una pasada todo: la
fotografía, el vestuario, la música, las interpretaciones. Es onírica —me dijo el
gafapasta para rematar. Nunca nadie me había dicho que una película fuese
onírica, y aquí tenía toda la razón, ésta era profundamente onírica.
Llego a casa, ceno y
propongo a mi mujer ver la película. Le digo que parece ser que es la obra
magna del momento. Según las críticas, algunos de los adjetivos que emplean
son: insólita, deslumbrante, emocionante, bellísima, sofisticada, exuberante,
sensual, devastadora.
Vamos al lío. Nos
acoplamos. Empieza. Pura poesía, no hay duda. ¡Qué planos!, embriagadores. Y la
música: Charán, charán, tantirorín tantirorín…
Me despiertan los primeros
rayos de sol desnucado en el salón.
Voy a desayunar, baja mi
mujer.
—Oye, una pasada la peli de
ayer —le digo.
—Sí —me responde—. Te
quedaste dormido a los diez minutos. Intenté despertarte, pero fue imposible.
—Joder, pero me estaba
encantando, ¿a ti no? Esta noche la rematamos.
Volvemos a ponerla una
noche más: ¡qué vestuario! Y la música otra vez: Charán, charán, tantirorín
tantirorín…
—Anda, despierta y vete a
la cama, que otra vez te has vuelto a dormir.
—¡Joder, qué sueño me entra!,
será la música.
—Sí, sí, la música, ¡te voy
a dar yo a ti música!
—¿Qué, hacemos otro intento?
A mí me gusta.
—A mí también, pero es que
te duermes y terminas contagiándome.
¡Qué elegancia hasta para
fumar tienen estos actores!
—Oye, ayer volvimos a caer.
Debemos de estar muy cansados. Últimamente curramos mucho, pero mira que me atrapa
la película. Hoy que he dormido bien y es sábado, seguro que la vemos entera.
Charán, charán, tantirorín
tantirorín. ¡Y el vestuario, los kimonos de ella y los trajes de él! ¡Y los
diálogos: porque mi marido esto y mi marido lo otro!
—Buenos días. Hemos
avanzado bastante, pero hemos muerto de nuevo.
—Claro que sí. Yo he soñado
que hasta mi marido me regalaba bolsos. ¿Hasta cuándo vamos a seguir
intentándolo?
Vigésimo intento, ¡por fin!
La vimos entera. Sé que para algunos será un sacrilegio lo que voy a decir,
pero puedo asegurar que esta película funciona mejor que un Temazepam o cualquier otro somnífero.
Es
curioso pero, con el tiempo, se la he recomendado a un montón de amigos. Es
más, compré la secuela, que todavía, y después de veinte años, sigue con film retractilada. Vamos, que ni la he
abierto. No me atrevo, no vaya a ser que sea tanto o más exuberante, onírica y
sensual que la anterior y no me despierte jamás.
Estoy
hablando de la célebre, y que ahora cumple veinte años desde su estreno,
“Deseando amar” o, en original, “In the
mood for love”, de Wong Kar-Wai.
Y me despido recordando algunas
estrofas de una de las canciones de su banda de sonora:
Y así pasan los días
Y yo desesperado
Y tú, tú contestando
Quizás, quizás, quizás.
Estás perdiendo el tiempo
Pensando, pensando.
Por lo que más tú quieras
¿Hasta cuándo?, ¿hasta cuándo?...
Óscar
Nuño©
No hay comentarios:
Publicar un comentario