Idear es querer encontrar un camino.
Trazar es acercarse con suavidad al objeto de deseo. Concebir es como parir,
pero menos doloroso. Planear puede ser aburrido, pero necesario para convivir.
Planificar es lo que te relaja el esfínter la mitad del año. Urdir es meter el
dedo donde no te llaman.
Y para laburar entusiasmado con todos
estos infinitivos, no hay nada como beber cerveza en la Taberna de los Conspiradores.
Y si ni urdir, ni planificar, ni
planear, ni concebir, ni trazar, ni idear te funcionan, por favor, te agradezco
que no convulsiones y me proyectes toda tu flema mientras disfruto de un bocata
de calamares con una cerveza bien fresquita en la terraza del Brillante. Porque
si los árboles no me dejan ver el bosque, saco la taladora y me pido otra igual
de fresca y a vislumbrar.
La mera existencia debería ser un
proyecto para unos, al igual que tras la muerte lo es para otros; pero si no
hay proyecto, no hay ni vida ni muerte.
¡Qué importante es el proyecto!, decía
a sus alumnos don Gaspar mientras se fumaba un Kaiser. Pero si no hay proyecto,
la vida se convierte en muerte y la muerte desaparece.
Óscar
Nuño©
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