Querida Laura: Han pasado quince días desde nuestra última conversación telefónica y, tal como me exhortaste, hablé con el señor Leo. Le pregunté por su estado anímico después de la pérdida de su hermana Tere. Su respuesta fue un bien escueto. Rápidamente, pasé a alabarle su foto de Navidad y, ahora sí, tomó la palabra y, entre risas, no la soltó durante horas. Me representó el paisaje con: cientos de personajes, los animalitos y los presentes de los pastorcitos y un sinfín de escenarios con las casas, gremios, establos, dependencias y..., cómo no: los tres Sabios de Oriente. Y que, cuando tomó el Niño Jesús en el cuenco de sus manos, le recordó su libro: Navidad no es un cuento; es un poema. Se le notaba henchido de orgullo y amor... Siguiendo tu consejo, dejé caer que el 7 de enero iba a llegar a la ciudad para descambiar unos regalos, por si le apetecía tomar un café. Aceptó la invitación sin titubeos. Pero, Laura, ahora me encuentro en la tesitura de qué le puedo regalar a él.
Hola, Andrea. Las dos sabemos lo que les gusta a los hombres leo: objetos de calidad, originales, atractivos..., que acentúen sus hermosas colecciones. Ya sabes que está prohibido traficar con marfil, mas mi amigo Amir trabaja con material tan perfecto que ni el más experto notaría la diferencia con el excelso hueso. Seguro que una cajita, con compartimentos separados y con cerraduras independientes, pudiera servirle para guardar las fotos de sus bellas conquistas, de curvas sinuosas, de bellas melenas de color dorado. No te entristezcas, querida Andrea, que seguro que guardará el aposento más suntuoso para la futura Alfa. Te enviaré el paquetito por la agencia Seur y, por favor, llámame en cuanto esté en tus manos. Acaricio mi bola de cristal..., que implica suerte.
Muchas gracias, Laura. Cuando
termine este asunto, ya me pasarás la minuta, el precio de la cajita
mágica, el envío y todos los gastos que te vaya suponiendo la difícil
encomienda.
El día 7 de enero, me presenté en el
hotel Toledo, vestida con mi nuevo abrigo leonino, el vestido –también nuevo–
de color caldera y bolso y zapatos negros –que los estrenaba–; el pelo arreglado
y realzado con mechas rubias, las uñas color fuego, y rezumando el perfume de
L´Air du Temps. Cada cristal de las arañas del saloncito reflejaba mi silueta,
hacía girar las cabezas de los clientes. Sabía que él me había visto y que Nina
Ricci le había despertado la pituitaria. Un tórax erguido, el pelo blanco
grisáceo, gafas modernas, con el diario El País entre las manos; la
cristalera lo reflejaba. Había elegido
la vista al bonito parque de Doña Casilda. Le rocé el hombro. Me miró, se levantó con una sonrisa encantadora. Me
recogió el abrigo, retiró mi silla y me invitó a que me sentara. Todo un
dechado de detalles. Ya había tomado un café, pero se me unió a un cortado. Nos
desprendimos de las mascarillas. Me preguntó por el viaje, si había pasado por
la tienda Gala a cambiar el regalo. Fue entonces cuando le ofrecí su dádiva. El
mío era su libro Al filo de la palabra,
con una dedicatoria poética. Con sumo cuidado, separó el
envoltorio. Observó la cajita, la acarició con dulzura, se colocó mejor sus
quevedos; tardó en abrirla. Su mano izquierda no cejaba de acariciarla. En el
cuenco de su mano derecha, me sostuvo la cara. Sus ojos azul grisáceos
permanecían tranquilos; los míos chispeaban... Acercó sus labios imantados a
los míos.
¡Ay, Laura! Retengo su mirada, su mano y sus labios en mí... Quiero seguir enajenada...
¡Ay, mi sensata, pero enamoradiza, Andrea! Mi consejo, como la
vidente Laura Millán, es que sigas así: halagándole, escuchándole, adorándole.
Sé la reina que él, como rey, espera. Sin embargo, mientras prescindo de mi
preciosa bata negra con amorosos claveles rojos, recojo mi melena azabache en
una coleta y me desmaquillo con agua Micelar; regreso a mi otro yo: Juana Ruiz.
Te invito a que seas la original virgo: analítica, pacífica, realista,
independiente, capaz de apagar con tus pies el fuego de Leo. En cualquiera de los casos, amiga Andrea,
siempre te apoyaré.
¿Qué te parece que nos encontremos en el hotel Colón, el día de
San Jordi, el 22 de abril, a las 13h.? Un abrazo.
Isabel
Bascaran Garechanan©
San Vicente de la Barquera, a 19 de marzo de 2021
No hay comentarios:
Publicar un comentario