El día había comenzado como todos los sábados desde que habíamos decido
vivir juntas, oliendo a tostadas y zumo de naranja aderezado con café con
leche, al sentarme frente a mi taza de Mr. Wonderful: “Si no encuentro mi media
naranja, será que soy una pera”. Unos ojos oscuros como las tormentas de
invierno me interrogan sin piedad, escondidos detrás de una taza “Uso exclusivo
de doña marimandona”.
–Cariño, ¿no piensas decirme nada?
Me vas a hacer el castigo del silencio, por lo que veo.
–Princesa, no te mereces menos, de verdad...
–¿En serio? –preguntaba Ana, con una
media sonrisa en sus labios.
–Claro. ¿O no eras tú la que me
insistió ayer para que lo hiciéramos?
–Mi amor, era el momento y lo sabes.
Lo necesitamos, no podíamos seguir así. Y
ahora, mira que bien estamos, descansamos después como princesas –y sus ojos se
tornaron en dos pequeños luceros.
–¿Perdona?
Y mi mente empezó a rememorar la tarde de ayer, y la imagen hermosa de
enfrente se difuminó y aparecieron flashes de nuestra… primera... aventura.
Caras coloradas que no tenían descripción alguna, gritos de dolor –o
mejor dicho, de esfuerzo–, piel más que otra cosa, miradas cómplices que
explicaban preguntas no realizadas, ropa tirada en una habitación desordenada, Luna
maullando como loca al otro lado de la puerta, muchas dudas, alguna que otra
sonrisa nerviosa, instrucciones debajo de la alfombra, algún que otro enfado
tonto y dolor de espalada.
–Marina, que parece que te obligué a
punta de pistola y que fue el peor momento de tu vida, ¿qué quieres contarme
que yo no sepa? Yo, la verdad que quiero seguir intentándolo hasta que sea
perfecto.
–¿Perfecto? ¿Quieres repetir hoy también? En serio..., yo necesito...
descansar, pensar...
–Cariño, por favor..., que ayer fue nuestro primer... mueble de Ikea que
montamos juntas y nos quedan como mínimo unos veinte. Así que deja de quejarte,
que, encima, la cama la montamos mal y tenemos que volver a montarla y no sé dónde
tiraste las instrucciones cuando te frustraste... –y unos labios me callaron de
golpe, dejándome claro que era la primera y la última vez que compramos muebles
desmontados y que prefería hacer otras primeras veces.
Jezabel
Luguera©
1 comentario:
¡Ay, esa empresa tiene miga!
Un final inesperado. Me gusta.
Jeza, ojalá que en octubre podamos vernos como si fuera la primera vez...
Abrazo.
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