miércoles, 30 de junio de 2021

PRIMERA Y ÚLTIMA VEZ

 



El día había comenzado como todos los sábados desde que habíamos decido vivir juntas, oliendo a tostadas y zumo de naranja aderezado con café con leche, al sentarme frente a mi taza de Mr. Wonderful: “Si no encuentro mi media naranja, será que soy una pera”. Unos ojos oscuros como las tormentas de invierno me interrogan sin piedad, escondidos detrás de una taza “Uso exclusivo de doña  marimandona”.

            –Cariño, ¿no piensas decirme nada? Me vas a hacer el castigo del silencio, por lo que veo.

–Princesa, no te mereces menos, de verdad...

            –¿En serio? –preguntaba Ana, con una media sonrisa en sus labios.

            –Claro. ¿O no eras tú la que me insistió ayer para que lo hiciéramos?

            –Mi amor, era el momento y lo sabes. Lo necesitamos, no podíamos seguir así.  Y ahora, mira que bien estamos, descansamos después como princesas –y sus ojos se tornaron en dos pequeños luceros.

            –¿Perdona?

Y mi mente empezó a rememorar la tarde de ayer, y la imagen hermosa de enfrente se difuminó y aparecieron flashes de nuestra… primera... aventura.

Caras coloradas que no tenían descripción alguna, gritos de dolor –o mejor dicho, de esfuerzo–, piel más que otra cosa, miradas cómplices que explicaban preguntas no realizadas, ropa tirada en una habitación desordenada, Luna maullando como loca al otro lado de la puerta, muchas dudas, alguna que otra sonrisa nerviosa, instrucciones debajo de la alfombra, algún que otro enfado tonto y dolor de espalada.

            –Marina, que parece que te obligué a punta de pistola y que fue el peor momento de tu vida, ¿qué quieres contarme que yo no sepa? Yo, la verdad que quiero seguir intentándolo hasta que sea perfecto.

–¿Perfecto? ¿Quieres repetir hoy también? En serio..., yo necesito... descansar, pensar...

–Cariño, por favor..., que ayer fue nuestro primer... mueble de Ikea que montamos juntas y nos quedan como mínimo unos veinte. Así que deja de quejarte, que, encima, la cama la montamos mal y tenemos que volver a montarla y no sé dónde tiraste las instrucciones cuando te frustraste... –y unos labios me callaron de golpe, dejándome claro que era la primera y la última vez que compramos muebles desmontados y que prefería hacer otras primeras veces.

 

Jezabel Luguera©

1 comentario:

Anónimo dijo...

¡Ay, esa empresa tiene miga!
Un final inesperado. Me gusta.
Jeza, ojalá que en octubre podamos vernos como si fuera la primera vez...
Abrazo.
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