Uno no sabe cuándo ha cometido un error hasta que ya ha tomado la decisión,
o por lo menos eso me pasa a mí: esa sensación
en las tripas que es confirmada por el cerebro en forma de… “te vas a cagar”. Pues
así me encontraba yo ahora mismo, sentada frente a un mostrador en la
trastienda de un almacén de azulejos, avasallada por una pelirroja rizosa que
hace más de media hora que no ha parado ni para respirar, además de formar una
torre de materiales y azulejos para mi nuevo baño que me desafiaba como la gran
muralla china a los mongoles. Y mi mente me recordaba el dicho que siempre
decía mi abuela: “Vale más
saltarla, que rodearla”. Esa torre no tenía fin…
Pero ¿cómo había llegado a esa situación?
Si mi baño era viejo pero no estaba tan mal; sólo tenia moho en el techo (con
una mano o dos de pintura estaba listo), algún que otro azulejo suelto y… bueno,
la bañera ajada por un lado. Pero… en las series de reformas americanas, están
mil veces peor y, en menos de dos horas de programa (dos semanas en el mundo
real), estaba listo y no tenían que aguantar las chorradas que estoy escuchando.
Hablando de escuchar, noto un silencio a mi alrededor y unos ojos mirándome de
forma interrogante.
–Perdóname, peli… Azucena, que me he
puesto a pensar en qué disposición quería los azulejos y me he despistado. ¿Qué
decías?
–Que igual te estoy dando demasiada
información nada más llegar. Empecemos por la gama de colores.
–Me gustan los tonos verdes y negros para
el baño, pero estoy abierta a opciones.
–Están muy de moda los tonos marinos
salvajes para el baño, con el contraste de negro y blanco –dijo, con un tono snob y sus gafas de pasta en la mano.
Sacó un libro que era más grande que las
antiguas guías de teléfono y lo depositó encima de mi propia muralla china. Empezó
a decirme:
–Este es E152 “Manzana fresca del Cantábrico”
–y yo miré la imagen y era el verde manzana de toda la vida.
–Este es T506 “Piscina olímpica de Rusia” –para
mí, el azul piscina.
–Pero el que más se vende, y para mí el
más bonito, es E942 “Una cabaña perdida en lo profundo del bosque”.
Debí de poner mi mirada de… “¿Qué me estas
contando?”, porque en menos de dos segundo empezó a explicarme el color:
–Es un verde botella oscuro con colores
tierra de fondo y un tono nacarado. ¿Qué te parece? Te puedo enseñar tonos más
marinos, si quieres…, pero mira qué bien queda con este lavabo que acaba de
llegarnos.
Mi cabeza estaba dando vueltas como una
peonza. Yo lo veía verde botella, ¡y ya!
–¿Pero quién le pone los nombres a la gama
de colores, Azucena? ¿Dónde quedó el verde oscuro y los marrones? Ahora son
cabañas perdidas y piscinas rusas.
La pobre dependienta me miraba como si
acabara de salir del medievo y hablara castellano antiguo, y cuando vi que me
iba a explicar cómo le explico yo a mi padre las nuevas tecnologías, le digo:
-Azucena, creo que necesito algo de tiempo
para decidirme. El jueves me paso y te digo, ¿vale?
Se quedó mirándome como si le acabara de
decir la mayor de las locuras, pero en dos segundos se compuso de nuevo, me
ofreció varios libros de mobiliario y, con una gran sonrisa en mis labios, salí
del establecimiento. Marqué el teléfono y….
–Papá, ¿sabes de qué color es una cabaña
perdida en lo profundo del bosque? ¿No? Pues pásate por casa, que te invito a
una cerveza y te explico la nueva configuración de Netflix.
Jezabel
Luguera©
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