Una cabaña perdida
en lo profundo del bosque
parecía una figura
entre los árboles nobles,
una silueta escapada
de un damero y un enroque
entre caballos y alfiles
y algún peón tras la torre.
Pero sigamos atentos
a la figura uniforme,
de esa cabaña sin dueño
donde duermen los pastores.
Ellos sortean caminos
donde hayedos y alcornoques
le disputan a las sombras
el fiel reino de los robles.
El ajedrez continúa
y comienzan los enroques,
con la torre que se apunta
a un ataque multiforme,
así se anima la chispa,
que las pupilas esconden,
de jugadores traviesos
que intercambian sus peones.
Aunque prosigo el relato
de la cabaña y su emboque,
en ese cuadro tan lindo
para aliviar los ardores,
y es que la fuente está fresca
y su chorro va al galope,
mitigando a los sedientos,
sin esperar que la soben.
"...Una cabaña perdida
dice un autor, que propone,
el escribir de este tema,
en lo profundo del bosque,
y aquí me asaltan alarmas
porque veo, en este estoque,
no la espada del combate,
sino el puñal del Quijote..."
Rafael Sánchez Ortega ©
04/10/21
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