Señor Mario Vargas Llosa:
Con todo respeto y con su venia, le escribo esta carta. Quisiera
que mis letras fueran tan elaboradas, y a la vez tan respetuosas, como se
merece.
Por favor, señor Mario, tenga un poco de paciencia, pues esto
no es lo que parece.
Hace tan solo tres días que terminé
de leer su libro Las travesuras de la niña mala y durante este breve
tiempo material, pero larguísimo sufrimiento para mi alma, espinas incrustadas
que derraman ríos de sangre..., mi mente ha ido tachando vejaciones acá, macabradas acullá, hasta casi dejar una
urdimbre deshilachada. Estuve a punto de cejar en mi empeño lector, echar por
la borda mi empecinamiento masoquista de
llegar al final de la insufrible pendeja. La ha descrito como mentirosilla,
luego como arribista, sin la mínima delicadeza; después como
amante-perruna... Este sórdido episodio es parte lo que se ganó a pulso: le felicito por su bien
trabajada osadía. Como bomba antipersona,
la ha pintado como un dejado de piel y huesos: sus restos pueden haber pasado
al cementerio canino. Quizá algún matarife pueda arrancarle la
piel y por fin la niña satánica pueda curar, en su olvido, a quemados
insalvables. Gracias, científicos,
por obrar milagros.
Ah, el antagonista Ricardo; quisiera
romper una lanza por él. ¿Piensa usted, de verdad, que hay en este mundo tan
calamitoso un hombre tan misericorde como él?
Bueno, sí, quiero otorgarle el beneplácito de la duda: sin duda alguna,
un altruista. Una persona capaz (como aprendimos en el Evangelio) de perdonar
hasta setenta veces siete. ¿Se puede estar enamorado hasta las trancas, desde
la niñez hasta la vejez, de la misma cortesana? ¿Se puede fundir y endeudarse
hasta las cejas, pasar a ser un sin techo por una víbora?
Yo querría que Ricardo siguiera siendo bueno, mas no un
calzonazos; que tomara él el placer de estrangularla antes de que la vida
tomara la revancha contra ella.
Querría
que el futuro le devolviera su inteligencia creativa: convirtiera sus dotes
políglotas en escritor galardonado con el premio Nobel (al igual que usted). Querría
que una cirugía le librara de sus cataratas físicas y multicolores hacia las
niñas malas. Yo querría que, como en la película Casa Blanca, siempre le quedara París.
Atentamente, una lectora agradecida.
Isabel Bascaran©
San
Vicente de la Barquera, a 7 de febrero
de 2022
No hay comentarios:
Publicar un comentario