Me cago en Julio Iglesias y
en su “La vida sigue igual”, pues seguirá igual para él, pendejo follador de la
pradera. “Unos
que ríen, otros llorarán”. En mi caso lloro, y la
vida es más bien una regresión de doscientos pasos hacia atrás. Tengo 48 años,
divorciado sin hijos y me veo obligado a volver a casa de mis papis, a mi
habitación de adolescente. Con lo que mejoró nuestra relación paterno filial
desde la distancia, sé que ahora me van a fiscalizar las entradas y salidas y que
además engordaré diez kilos con sus casi diarios festivales gastronómicos. Pero
no queda otra, estoy arruinado desde hace un año y no me quedan ni ganas ni
recursos para seguir luchando. Invertí en varias empresas fraudulentas
gestionadas por auténticos timadores, y poco a poco han ido menguando los ahorros
que tenía del bar, mi querido “Imposible”, uno de los más concurridos y emblemáticos
de la ciudad y además, para mí, una suculenta fuente de ingresos. Dieciséis
años hace que lo monté y, por una decisión precipitada, me he arruinado; vamos,
que me han engañado. A todos nos engañan alguna vez. Pero, caracoles, me han
dejado en pelotas.
Seamos positivos y aprovechemos
para purificar cuerpo, alma y enseres y, de paso, hacer limpia antes de volver
a casa de papá y mamá. Porque ¿dónde voy a meter todos estos libros? ¿Y mi
colección de vinilos? ¡Si no van a caber en esa minúscula habitación! Y lo que
no puedo hacer es abordar su salón. ¿Y mi colección de zapatillas y camisetas?,
¿no seré ya muy madurito para seguir llevando camisetas de bandas de rock? Por
cierto, tocan los Rolling Stones en unas semanas; pero ¿cómo voy a ir?, si estoy
canino y las entradas cuestan trescientos euros. Al menos me consuela que los
he visto tres veces y ya eran viejos la primera que los vi hace treinta años. ¿Qué
tomarán para seguir dando guerra? Seguro que la misma dieta que Julito con su
meneito. Voy a llorar, esto es una ruina. Bueno, me he dicho que voy a ser positivo,
sigamos desechando todas estas tontunas que no utilizo desde hace tiempo. ¿Y
este portátil prehistórico? Doce años sin tocarlo. Al menos voy a echar un
vistazo y hacer una copia del contenido.
¡Anda!, la dirección de
correo POP3 que me instalé de imposible.es y que no revisaba desde... Casi
todos los mensajes son de entidades financieras que estoy seguro querrán
acceder a mis datos. La verdad es que todo esto del phishing es muy cansino: aunque no les contestes, ahí siguen, erre que
erre. Creerán que somos gilipollas –bueno, yo debo de serlo, porque me acaban
de timar–. ¡Anda!, qué recuerdos, también tengo correos de Kanoa Karagashi con
el asunto de When Lambo.
¡Ostias!, ¡joder!, no me lo
puedo creer. Ahora me acuerdo, pero no puede ser verdad. Aquel grupo de geeks –la mayoría eran norteamericanos–
vinieron al bar dos noches seguidas. Sí, recuerdo que era la feria mundial de Techfinancial Leaders y estos colegas estaban desaforados. Eran
todos unos cachondos mentales. Menuda juerga el último día. Igual que algunos
terminan haciéndose un tatuaje en una noche loca, yo finiquité depositando
dinero en no sé qué leches de criptomoneda en la que todos estos listillos, con
anteojos de monturas setenteras y que todavía se explotaban granos y de verdad,
la mayoría, con pinta de pajilleros, estaban implicados, y gritaban algo así
como ¡Güen Lambo! ¡Güen Lambo! Debo
de estar soñando, dejarme que compruebe si es verdad, se me está poniendo el
corazón a mil. No parece una broma, o sí lo es. No sé si romperme un meñique
para comprobar si es cierto lo que creo entender. ¡Joder!, el cabrón de Kanoa,
me adjunta un motón de fotos con su deseado Lamborghini –de ahí el grito de
guerra de “When Lambo”–, lo ha conseguido. ¡Ay, mamá, ayúdame, que me va a dar
algo!
Aquella noche de abril de
2010 nos bebimos entre todos el bar y al final jugamos a los típicos clichés de
borrachos testosterónicos por ver quién le echaba más huevos: ingresé cien
euros en una cuenta para la compra de bitcoins, que para mí fue lo mismo que
quemar un billete. Al día siguiente y con ayuda de la resaca, inmediatamente lo
borré de mi memoria para no sentirme culpable por haber destinado ese dinero a
fondo perdido. Sin embargo, en la noche de marras, su valor era de 0,08 dólares
por bitcoin; hoy está aproximadamente en 40.000 euros por moneda. Multipliquen
por favor y no me digan que ahora sí que ustedes son amigos míos de toda la vida.
A mí no me gustan los Lamborghinis como a Kanoa, pero hoy quiero a mis padres
más que nunca. ¿Fue cosa de brujería o sólo un capricho de la diosa Fortuna?
EPÍLOGO
Finalmente conseguí la
entrada para los Rolling Stones, y no la de 300 pavos de plebeyo sino la ultra
vip de 1800 €. Me maqueé para la ocasión con una blazer de lentejuelas que había pertenecido a Iggy Pop y que
acababa de comprar en una subasta por 15 k. Cuando me acerqué a la barra para
apretarme otro copón, conocí a Pamela, una mujer llena de curvas, pero plana en
su interior. Me di cuenta tarde de que había tomado de nuevo una decisión poco
meditada, ya que, si no, ¿qué hacía ella que sólo escuchaba reggaeton en un concierto de los Rolling
Stones? Nos casamos y tuvimos trillizos, los tres negros como el betún y ella
era rubia –bueno, rubia de bote–. Acabamos de divorciarnos; y no debía de ser
tan plana, porque me está sacando hasta el alma y según mi asesor financiero,
que también me está haciendo el lío, solo me quedan fondos para sobrevivir seis
meses más, por lo que tendré que regresar a mi acogedora habitación de la
infancia y la próxima hacer más caso a Julio Iglesias.
¡Hey! No vayas presumiendo por ahí…
Óscar
Nuño©

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