martes, 19 de abril de 2022

¿CUÁNDO LAMBO?

 

 


Me cago en Julio Iglesias y en su “La vida sigue igual”, pues seguirá igual para él, pendejo follador de la pradera. “Unos que ríen, otros llorarán”. En mi caso lloro, y la vida es más bien una regresión de doscientos pasos hacia atrás. Tengo 48 años, divorciado sin hijos y me veo obligado a volver a casa de mis papis, a mi habitación de adolescente. Con lo que mejoró nuestra relación paterno filial desde la distancia, sé que ahora me van a fiscalizar las entradas y salidas y que además engordaré diez kilos con sus casi diarios festivales gastronómicos. Pero no queda otra, estoy arruinado desde hace un año y no me quedan ni ganas ni recursos para seguir luchando. Invertí en varias empresas fraudulentas gestionadas por auténticos timadores, y poco a poco han ido menguando los ahorros que tenía del bar, mi querido “Imposible”, uno de los más concurridos y emblemáticos de la ciudad y además, para mí, una suculenta fuente de ingresos. Dieciséis años hace que lo monté y, por una decisión precipitada, me he arruinado; vamos, que me han engañado. A todos nos engañan alguna vez. Pero, caracoles, me han dejado en pelotas.

Seamos positivos y aprovechemos para purificar cuerpo, alma y enseres y, de paso, hacer limpia antes de volver a casa de papá y mamá. Porque ¿dónde voy a meter todos estos libros? ¿Y mi colección de vinilos? ¡Si no van a caber en esa minúscula habitación! Y lo que no puedo hacer es abordar su salón. ¿Y mi colección de zapatillas y camisetas?, ¿no seré ya muy madurito para seguir llevando camisetas de bandas de rock? Por cierto, tocan los Rolling Stones en unas semanas; pero ¿cómo voy a ir?, si estoy canino y las entradas cuestan trescientos euros. Al menos me consuela que los he visto tres veces y ya eran viejos la primera que los vi hace treinta años. ¿Qué tomarán para seguir dando guerra? Seguro que la misma dieta que Julito con su meneito. Voy a llorar, esto es una ruina. Bueno, me he dicho que voy a ser positivo, sigamos desechando todas estas tontunas que no utilizo desde hace tiempo. ¿Y este portátil prehistórico? Doce años sin tocarlo. Al menos voy a echar un vistazo y hacer una copia del contenido.

¡Anda!, la dirección de correo POP3 que me instalé de imposible.es y que no revisaba desde... Casi todos los mensajes son de entidades financieras que estoy seguro querrán acceder a mis datos. La verdad es que todo esto del phishing es muy cansino: aunque no les contestes, ahí siguen, erre que erre. Creerán que somos gilipollas –bueno, yo debo de serlo, porque me acaban de timar–. ¡Anda!, qué recuerdos, también tengo correos de Kanoa Karagashi con el asunto de When Lambo.

¡Ostias!, ¡joder!, no me lo puedo creer. Ahora me acuerdo, pero no puede ser verdad. Aquel grupo de geeks –la mayoría eran norteamericanos– vinieron al bar dos noches seguidas. Sí, recuerdo que era la feria mundial de Techfinancial Leaders  y estos colegas estaban desaforados. Eran todos unos cachondos mentales. Menuda juerga el último día. Igual que algunos terminan haciéndose un tatuaje en una noche loca, yo finiquité depositando dinero en no sé qué leches de criptomoneda en la que todos estos listillos, con anteojos de monturas setenteras y que todavía se explotaban granos y de verdad, la mayoría, con pinta de pajilleros, estaban implicados, y gritaban algo así como ¡Güen Lambo! ¡Güen Lambo! Debo de estar soñando, dejarme que compruebe si es verdad, se me está poniendo el corazón a mil. No parece una broma, o sí lo es. No sé si romperme un meñique para comprobar si es cierto lo que creo entender. ¡Joder!, el cabrón de Kanoa, me adjunta un motón de fotos con su deseado Lamborghini –de ahí el grito de guerra de “When Lambo”–, lo ha conseguido. ¡Ay, mamá, ayúdame, que me va a dar algo!

Aquella noche de abril de 2010 nos bebimos entre todos el bar y al final jugamos a los típicos clichés de borrachos testosterónicos por ver quién le echaba más huevos: ingresé cien euros en una cuenta para la compra de bitcoins, que para mí fue lo mismo que quemar un billete. Al día siguiente y con ayuda de la resaca, inmediatamente lo borré de mi memoria para no sentirme culpable por haber destinado ese dinero a fondo perdido. Sin embargo, en la noche de marras, su valor era de 0,08 dólares por bitcoin; hoy está aproximadamente en 40.000 euros por moneda. Multipliquen por favor y no me digan que ahora sí que ustedes son amigos míos de toda la vida. A mí no me gustan los Lamborghinis como a Kanoa, pero hoy quiero a mis padres más que nunca. ¿Fue cosa de brujería o sólo un capricho de la diosa Fortuna?

 

EPÍLOGO

Finalmente conseguí la entrada para los Rolling Stones, y no la de 300 pavos de plebeyo sino la ultra vip de 1800 €. Me maqueé para la ocasión con una blazer de lentejuelas que había pertenecido a Iggy Pop y que acababa de comprar en una subasta por 15 k. Cuando me acerqué a la barra para apretarme otro copón, conocí a Pamela, una mujer llena de curvas, pero plana en su interior. Me di cuenta tarde de que había tomado de nuevo una decisión poco meditada, ya que, si no, ¿qué hacía ella que sólo escuchaba reggaeton en un concierto de los Rolling Stones? Nos casamos y tuvimos trillizos, los tres negros como el betún y ella era rubia –bueno, rubia de bote–. Acabamos de divorciarnos; y no debía de ser tan plana, porque me está sacando hasta el alma y según mi asesor financiero, que también me está haciendo el lío, solo me quedan fondos para sobrevivir seis meses más, por lo que tendré que regresar a mi acogedora habitación de la infancia y la próxima hacer más caso a Julio Iglesias.

¡Hey! No vayas presumiendo por ahí…

 

Óscar Nuño©

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