—¡Mira, un castillo! —exclamó mientras serpenteábamos con el coche por la Sierra de Mijas, camino de una de sus playas.
—Pues es un depósito de agua —me informó mi hermana, muy conocedora de la zona.
—¿Sííí? ¡Pero si acabo de ver un hombre con batín asomado a una de las ventanas!
—Jajajaja —se rió ella—, con batín corto y melenas. ¿Te imaginas? No, ¡imposible!, hace ya muchos años que lo utilizan como un depósito de aguas.
Alhaurín también se ha fijado en el descapotable azul en el que viajan lo que parecen cuatro turistas camino de la playa. Se queda ensimismado mientras continúa con la mirada perdida sobre los campos de olivos. No envidia nada a los turistas, ni a sus coches ni nada; lo tiene todo. Bueno, tiene el batín que lleva puesto y que le dieron en Cáritas hace unos años. Ahí se provee de ropa y de los objetos básicos que necesita: menaje para la cocina, ropa de cama y poco más. También tiene un huerto y gallinas. Ah, y se me olvidaba: tiene el castillo.
Nació en Madrid, quinto de diez hermanos de una familia con mucho dinero y poco tiempo para dedicar a su prole. Alhaurín se crió solo. Le encantaba leer, leer y escribir. Ya desde su tierna infancia se dio cuenta de que no necesitaba nada salvo papel, lápiz y todo libro que cayese en sus manos.
Hace ya treinta años, un domingo por la mañana, dijo que se iba al Rastro, cerró la puerta y no volvió. Tenía dieciocho años y muchas ganas de aventuras.
Y después de muchas vueltas, allí fue a parar, al castillo. Lo rodeó, subió por unas escaleras escondidas detrás de unas zarzas y fue a dar con una puerta de madera que se abrió de un empujón. Se encontró con una librería con cientos de libros muy bien conservados en la biblioteca más grande que había visto nunca. No pensaba quedarse, solo leer un poco; y hasta ahora.
El coche azul ha desaparecido detrás de la última curva. Se ajusta el cinturón del batín, echa una última mirada a los campos, se recoge la melena en un moño improvisado, entra en la biblioteca y escribe un poema en una servilleta de papel.
Almudena Pasacual©

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