No limpia, no seca,
pero embellece el estrado
y es la nuestra,
la de toda la vida.
No limpia, no seca,
e incluso ensucia los suelos,
pero nos agita las neuronas
de la creación.
Don Draper iría tostado
y nos vendió una campaña.
John Lennon, mientras, en el Hilton,
escribió “Imagine”.
John Atanasoff, de taberneo,
imaginó el primer ordenador moderno.
En la Rana Verde, sobre una servilleta, se pusieron
las primeras notas de ¡Hala
Madrid! ¡Hala Madrid!
Noble y bélico adalid, caballero del honor.
En un pedazo de sulfito del Club de tenis Pompeya
se plasmó el futuro de Messi.
Y hasta yo mismo escribí
un poema en una servilleta de papel.
Y garabateé: ¡qué te follen!
Y, sinceramente, funcionó.
No limpia, no seca,
pero confabula, conspira
y nos pone a trabajar
tanto en barra como en mesa.
No limpia, no seca,
siempre en zigzag,
a rebosar de grasa y espuma
la que permanece y queremos,
que es la Servilleta Nacional.
¡Oh, sulfito!, hacedor de atrezo y
propulsor de ideas en los bares patrios.
Gracias, gracias,
muchas gracias por su visita.
©Óscar Nuño
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