lunes, 27 de junio de 2022

CADAQUÉS

 


 

Nací en Barcelona, en pleno mes de las flores, pero no os preocupéis que no voy a hablar de mi ciudad. De sobra se sabe que la han escogido varias veces como la ciudad más bonita del mundo, como así ha sido hace muy pocos meses, con lo cual no quiero aburrir con más detalles.

Pero, ¿es en Barcelona donde me siento identificada con su gente? ¿Donde sueño con la vida pincelada en  paletas explosivas de brillantes colores?

Pienso que no hay persona que no tenga un sitio en el universo que sienta como suyo. Un lugar donde, al descubrirlo, nos cambia la vida para siempre.

Estos espacios físicos nos sirven como refugios a través de nuestros sentimientos e inquietudes, tanto de felicidad como de dolor.

Claro que nací en Barcelona, pero mi auténtico flechazo, mi amor, es Cadaqués. El azul del Mediterráneo y su luz encierran toda la esencia de este pueblo del litoral de la Costa Brava. Su gente acogedora, generosa y sencilla marca la diferencia. Gente en la que confiar y sentirse a gusto, gente que deja que los problemas se alejen con las mareas. Y así viene a colación una cita de Einstein, que dice: “La gente débil se venga. La gente fuerte perdona. La gente inteligente ignora.” Mejor no la pudo describir este gran físico, y así me lo transmitieron siempre esas personas.

Cuando tenía cuatro años, mis padres compraron una casa a tan sólo trescientos metros del centro de Cadaqués, delante de la playa Es Sortell. Al igual que le pasó a Salvador Dalí y a tantas otras personas, se enamoraron de sus tranquilas y cristalinas aguas, así como de sus preciosas casas encaladas. El jardín estaba rebosante de buganvillas bicolores. Al inicio de su floración, las flores eran rosas, pero, poco a poco, se transformaban en un hermoso color blanco. Siempre me fascinó esta metamorfosis.

Recuerdo pasar los meses de verano junto con mis amigas en Cadaqués. Nos gustaba bañarnos en esa playa, pero con lo que más disfrutábamos era en ir caminando a un lado de ella y cruzar un pequeño puente a través del que accedíamos a la pequeña isla de Es Sortell.

Así he ido cumpliendo años y un pedacito de mí estará siempre en cualquier esquina de ese pueblo de pescadores.

Es curioso, pero por muchos años que pasen, la esencia de donde nacimos, de donde crecimos, nunca nos abandona.

 

Francis Cortés Pahissa©

 

 

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