lunes, 27 de junio de 2022

VACACIONES EN GEORGIA

 

 


…Y de lejos toda la familia avanzando bajo un sol de justicia en aquel domingo georgiano. El viento soplaba de mar dificultando, junto con las ráfagas de arena, avanzar hacia la orilla. En total, cuatro miembros, pero uno de ellos era como una especie de porteador, cargaba con todo: las sillas, la sombrilla, las bolsas con comida y refrigerio y algunos elementos neumáticos. Se llamaba Iósif y era un gayumbazos, un pusilánime, un hombre maltratado que si se llega a cruzar con El Fari le da una hostia que le pone a hacer el tornado por hombre blandengue. Era el patriarca, pero su función en la familia, aparte de encajar insultos y golpes, era la de criado.

—Vamos, Iósif, avanza más rápido y colócame la silla –decía Nadezhda, su mujer, mientras le propinaba una colleja. Sus hijos, Vasili y Svetlana, iban detrás de él cuchicheando, llamándole flojeras y maricón de playa mientras le lanzaban escupitajos.

A Iósif se le caían tantas lágrimas que iban directamente a reposar sobre su poblado bigote, provocando un barrizal junto con la arena que se filtraba a través del viento; pero a la vez esbozaba una sonrisa maligna de satisfacción porque sabía que hoy era el día señalado para el comienzo de su nuevo curso.

—¡Para ya, maldito Iósif y despliégame la silla! –Seguidamente Nadezhda, como si fuese una reinona, se acomodaba y le lanzaba un exabrupto de agradecimiento.

Después Iósif instalaba el resto del campamento e inflaba los flotadores de sus dos criaturas y, una vez terminado todo el trabajo, se echaba sobre la arena sin toalla ni nada. Allí, tirado, en modo croqueta, mientras Nadezhda se embadurnaba y Vasili y Svetlana se bañaban, aprovechaba para volver a recrearse en que hoy era la presentación de los compañeros del curso por correspondencia al que se había apuntado.

Ensimismado en sus pensamientos, le distraían unos recién casados que se cambiaban de ropa mientras les hacían fotografías. Estaba todo el séquito allí presente y se preguntaba por qué todas esas chicas y chicos lozanos se vestían tan ridículos cuando asistían a este tipo de fastos, estarían más guapos desnudos que con esa indumentaria asatenada y de saldo que gastaban. El constante repicar de aquel clic, clic, clic le hizo girar la cabeza y mirar a Nadezhda embutida en aquel bañador de Dior mientras se cortaba las uñas de los pies, y pensó que, en su caso, aunque la mona se vista de seda, mona se queda.

—¡Tenemos hambre! –gritaron al unísono los dos angelitos.

—Vamos, pringado, prepáranos la sandía. –Y allí acudió, servicial, Iósif a cortar las rajas de sandía. Una vez las devoraban le lanzaban los restos sobre la arena para que los rebañase. Y le decían:

 —Ladra, ladra, perro, venga: ¡guau! ¡guau! –Y Iósif adoptaba su postura de can y ladraba solícito.

Mientras se mantenía sumiso a cuatro patas se presentó una especie de viento caliente y absorbente, el cielo empezó a tornase rojo, adornado con unas luces giratorias que lograban casi hipnotizar a todos los presentes; aquello era un objeto volante que iba acercándose más y más, el calor iba aumentando hasta ser insoportable y allí, hierático y todavía en cuatro apoyos, veía cómo los del bodorrio se desprendían de aquellos atuendos quedándose en pelota picada, luchando para no ser abducidos por aquel artefacto. Sin duda más guapos sin el disfraz, masculló, y rotando de nuevo la cabeza hacia Nadezhda, le dijo:

—Tú no, adefesio, déjate el bañador, que al menos te cubre el esperpento que hay detrás.

Se puso en pie, deshaciendo por fin la postura del perrito, enganchó una botella de vodka, se quitó la ropa y, una vez en cueros, subió por la rampa que había desplegado aquella nave y antes de desaparecer se giró, le metió un generoso trago a la botella e hizo una peineta a su familia y al mundo, exclamando:

 —¡Volveré con más ganas e ilusión para construir una sociedad nueva y más justa!

Y así fue como Iósif Stalin se embarcó en aquella nave rumbo al planeta rojo para realizar su curso por correspondencia. Lo que aconteció tras su vuelta es ya una historia conocida por todos o por casi todos.

 

Óscar Nuño©

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