sábado, 19 de diciembre de 2009

EL DEPORTE


El deporte necesita mucho sacrificio y dedicación. Miguel después de terminar sus estudios se decantó por el ciclismo. Se pasaba los meses enteros con la bicicleta, entrenándose para comenzar á primeros de verano, esta dura carrera que le esperaba. Era su tercer año y empezó con toda su ilusión y empeño, como siempre.

Con el calor se agobiaba, pero él echaba todo lo que podía y más. Apretaba las manos al manillar y pedaleaba como un loco, hasta quedar agotado. Al final otro desengaño más. No había logrado nada.

Miguel le había prometido a su novia que si ganaba una etapa se casarían el invierno siguiente.

Pedaleaba con todas sus fuerzas y nunca podía adelantar al pelotón que iban como una piña, y algunas veces provocaban algunas caídas. Cada mañana se levantaba optimista y con la misma idea de seguir luchando otro año más.

Deseaba que Dios le diera un poco de suerte y entrenaba duramente pensando que algún día podría ser de los primeros y así estuvo tras años y nunca pudo lograr su objetivo.

Blanca Santos ©
16/12/2009

OTRA METAMORFOSIS

No se asemeja a la metamorfosis de una larva que de algo insignificante irrumpe una bella mariposa. Tampoco se parece a la metamorfosis de Gregor Samsa, (de Kafka), el hombre que se convierte en un inecto aparentemente vomitivo. No, la metamorfosis de Marina ha sido más larga, interior e insufrible. Todos y todas la hemos ayudado a su perar su inseguridad mercantil, pero todos y todas hemos arrojado la toalla y la hemos dejado sola.

3.ª Fase: La compradora quasi-modélica.

Hoy en día, Marina, no para de marear con sus exigencias a la encargada de la tienda "Arrieta" de Eibar. Alicia, cada domingo de temporada, reserva las modernas y a la vez discretas prendas, para cuando llegue su fiel, pero insufrible clienta. Marina expondrá alguna queja; no obstante en menos de una hora saldrá sonriente con su compra, pues Alicia, incluso ha reducido el precio de la chaqueta.

En J.J. la única zapatería "chick" de Marleina, Marina entra sólo en las rebajas porque sabe que lucirá unos cómodos y precisos botines de la más alta calidad, con un descuento del 60%. Begoña la saluda con mucho cariño, la lleva a un sillón rodeado de cajas: botines negros, marrones; zapatos grises; botas de caballero; zapatillas Reeboock... Begoña la despide con un "hasta mañana", y Marina cargada con cuatro ó cinco bolsas se encamina al coche. Al mediodía, su marido elige unas botas negras. El Hijo se prueba varios estilos de zapatillas y se queda con "las reebook". Marina se reserva unos botines negros y también unos zapatos grises, y sin esperar a mañana, después de echar una cabezadita, Marina se entrega al calzado descartado y abona, calladita, el importe. Begoña le da dos besos mientras Marina piensa: "-qué vendedora más galanera eres, Begoña".

2.ª Fase: La compradora despiadada.

En un pasado bastante reciente, su cuñada, Miren, se ofrecía no sólo a conducir, sino también a ir de comrpas con ella y si en Eibar no daban con la ropa ideal, Miren, la llevaba hasta Bilbao. Pero con el tiempo se dió cuenta que aquellas salidas, intentando dar con la prenda que Marina tenía en la mente, la aturdían, le avinagraban nel carácter, la enfermaban... por lo que dejó de lado su labor samaritana.

1.ª Fase: Compradora Letal.

Y si retrocedemos tres décadas, me veo sentada en el REnault 12, con mi marido al volante y Marina en el asiento trasero. Nos sentimos felices, (por lo menos yo pues me encanta ir de compras). Aparcamos en La Ribera y nos dirigimos con paso seguro a la "Boutique Alonso", en el Casco Viejo de Bilbao. En la tienda ya conocen a Marina. La muestran todos los abrigos que han recibido:

-Prueba abrigo, quita abrigo.

-Pon abrigo, desdeña abrigo.

-Intenta abrigo, desprecia abrigo.

Llega el abrigo verde botella, de cuero:

-Abotona abrigo, acarcicia abrigo. Se mira en el espejo. Se da unas vueltas. Perfecto. Marina queda estupefacta. Entrega el abrigo a la encargada y sin mediar palabra deja la tienda. Yo pido mil excusas y salgo con mi marido.

-¡No Isabel, no sigas!. Jamás compraré un abrigo tan caro. ¡Jamás!

Y comienza nuestro calvario. Las entradas y salidas a otras tiendas se suceden con tanta rapidez que mi marido se queda fuera. Se siente mareado.

Por fin nos sentamos a comer en el reservado del restaurante "The River". Marina tiene la cara desencajada: otra de sus migrañas. El camarero le trae dos aspirinas. Las toma. Con el tenedor va pinchando la merluza al horno. Apenas la come. Mi marido y yo la miramos serios. Marina se reclina y se duerme. Hablamos de nuestros hijos y mi marido me dice al oído: "-Jamás volveré de compras con ella". Marina se despierta aliviada. Toma un cortado y poco a poco retoma las riendas, que no el juicio. Inspeccionamos todos los establecimientos conocidos, luego los desconocidos. ¡Todo el Casco Viejo!, ¡Nada!.

A las 7:30 le digo:

-¿Y si volvemos a Alonso?

-Pero... ¿No has visto el precio? ¡Ni que fuera Rochil!, -argumenta.

Algo temerosa, añado:

-Es igual, porque a esta hora ya lo habrán vendido.

-¿Vendido?, ¡eso no puede ser!, ¡Vamos!.

Y Marina echa a correr. Cuando llegamos, la vemos con el abrigo puesto y con una sonrisa triunfante.

Mi marido ha cumplido su palabra. Yo también dejé de salir de compras con ella.

Salvo esta "particularidad", mi hermana, a sus 65 años puede que sea la mujer más trabajadora del mundo. Me atrevería a decir que es tan sacrificada como la Madre Teresa y sobre todo es el engranaje de la familia. Por esto y por todos sus desvelos yo, de vez en cuando, le compro alguna prenda novedosa y apetecible.

Oyente,
Lectora,

¿Sientes alguna afinidad con mi hermana?, Por favor, escríbele algunas letras y como broche, invítale a ir de compras.

Isabel Bascarán ©
17/12/2009

viernes, 18 de diciembre de 2009

INTERNET



Hola Jane.

He estado pensando que por mucho que la vida evolucione, las personas, en nuestro interior, seguimos sintiendo igual, con las mismas virtudes o defectos. Viene a colación porque el otro día, sin querer buscar nada, salió en mi pantalla el por una fallida “teclada”, un mensaje de una persona que desde ahora la llamaré "Spro", más que nada por reducir y dejar estas letras con el referente de los mensajes de texto telefónicos e internautas.

Ocurre que a pesar de los adelantos, se pierden cartas informáticas y resultan de ello equívocos, con la consecuencia de siempre y el consiguiente mosqueo. Pero al verle y a pesar del mucho tiempo transcurrido contesté, tampoco en busca de explicaciones solo me apetecía retomar aquella situación que teníamos y que el tiempo dirá si se acierta. Después de ver que fue debido a un fallo que tuve al enviar uno de los correos, la cosa ha quedado aclarada, contentura por ambas partes y la historia sigue ahora encauzada.

Sí, en este medio de comunicación muchas personas buscan con anhelo amistades, amores, soluciones, ayudas en estudios, compras y ventas a todos los niveles, desde un billete de avión hasta una casa. Esto se extralimita a tal punto que los movimientos financieros, por ejemplo la fluctuante y seria bolsa mundial, se sirve en una gran mayoría del ciberespacio pero con unas claves en seguridad increíbles.

Pero me interesa más el cibernauta de a pie, eso que somos nosotros moviéndonos en la parte más baja de este medio, por supuesto que además nos convertimos un poco en las victimas de los que sin miramientos nos dañan o nos ayudan porque saben más del tema.

Es cierto que hay una gran mayoría de comunicantes que son nuestros colegas sin conocerlos, que “cuelgan” páginas en la red siendo casi una ONG, ofrecen desinteresadamente ayuda en cualquier aspecto del que dudemos.

Suelen ser estudiantes y jóvenes dispuestos a dar la mano sin interés alguno por su parte, que es lo mismo que en la vida real, tiene esa facilidad de de camaradería y nobleza, pero hay gente con menos generosidad con esos defectos que tenemos los humanos, las ondas no borran estas lacras, hay de todo y parece que nos cuesta
aprenderlo.

Quiero pensar que los que caemos en este error somos los nobles de la película, pero está claro que se ha de tener precaución, al ir en busca de relaciones de todo tipo, entregar nuestros interiores, abrir las puertas y volcarnos con todo, tiene los mismos inconvenientes que en directo. Es posible que cueste salir a relacionarse en la calle, porque simplemente no encontramos a las personas que nos entiendan, a lo peor somos nosotros los diferentes.

Entonces se nos prepara un medio de comunicarnos tan amplio y variado como deseemos, con poder de acercamiento preparando en los famosos perfiles, con la colocación antes del futuro trato indicando de antemano los gustos y aficiones. Es facilísimo contactar enseguida y proceder a una relación intimista y amistosa, además el interlocutor nos parece perfecto para dejar atrás el camino del poco a poco, dejamos ese plazo casi de lado y les conviertes en amigos.

Similar por cierto a cuando en persona acudes a reuniones o actividades que te agradan y allí encuentran otros seres con las mismas ideas. Aquí entra en juego esa prisa que tenemos de hacer todo inmediatamente, con el máximo interés, con fuerza, anhelo, necesidad, esa sensación de premio por haber encontrado por fin, esa especie de quimera que siempre añoraste. Pues bien, si que puede dars el caso y acertar porque tenemos (Ya que estamos en un mundo de cifras), en la estadística un porcentaje de gente buena y equilibrada importante, pero se nos olvida que hay una pequeña parte en esa estadística, en paralelo a nuestra vida de “verdad”, que tiene idénticos problemas o defectos existiendo al otro lado del cable.

Es una forma de conocimiento, escape, información, amistad, venganzas, maldades, amores, compras, timos, robos, bondades, ayudas, envidias, generosidad, etc. En nosotros está ser prudentes, teniendo en cuenta eso que ese dicho de “Querer y no poder”, si eres persona inquieta que sigues buscando en este mundo eso que te iguale a un grupo, adelante pero será con una sola aclaración a uno mismo. Hemos de emplear el mismo esfuerzo de búsqueda, desde luego no físicamente pero sí espiritualmente, se puede uno entregar porque quizás seamos así a este y a todos los niveles, pero ser lo suficientemente maduros para saber que se deben asumir las consecuencias en caso de naufragar el encuentro.

Creo indefinitiva que estos acercamientos en espacios virtuales, merecen el mismo trato que los directos o reales, en el que el tiempo da a estos el valor y crece la confianza de los contactos. Amigos, colegas de trabajo u otros, amores, no nos engañemos es la vida con mayúsculas, no queramos darle méritos ajenos a esta forma de comunicación transportada por ondas pero dirigida y llena de personas.

Desde luego que con la mayor presteza y siendo la más completa hasta ahora, las relaciones entre humanos a poco que conozcamos están siempre sobre la mesa, lo conocemos desde la prehistoria, historias que se leen en los restos de huesos con muestras de peleas.

Por otro lado ¿A quien no le ha ocurrido la finalización de cualquier relación? Antes sin haber comunicaciones rápidas y a nivel mundial ya sucedía, los encuentros acertados y esa parte de otros fallidos que corresponden por término medio. En estos los rompimientos se desarrollaban a veces con enfados e incluso amenazas, comienzan o acaban con una resaca sentimental o incluso lesiva en lo físico. Es dificultoso conseguir en el tiempo larguísimas relaciones, unas veces por la distancia o pequeños mal entendidos, otras porque baja el interés, el cariño o crece el aburrimiento.

En definitiva la intención de hacer de Internet la panacea de todas nuestras necesidades, no deja de ser una utopia porque la diferencia única que tiene con la vida real, es en la cantidad. Sabiendo esto se corren menos aventuras, a pesar de que somos lo que somos y cabe la posibilidad de que a pesar de reveses a este u otro nivel, seguiremos probando.

Por cierto, Nobel inventó la dinamita con fines beneficiosos, pero además se empleó en otros usos cruentos y belicosos, sigo pensando que es la persona quién da el uso a cualquier instrumento o ser, por tanto este medio tiene la misma categoría que todo lo utilizado por y para los humanos.

Bien Jane, con esta disertación se puede crear “Un foro en la Wed”, ¿A que sí?, pero tan solo es una opinión, estoy en espera a darte un abrazo en directo, me resultan más gratificantes que por este medio o por carta, pero valen para utilizarles como medio de transporte para demostrarte mi amistad y cariño.

Lines


Ángeles Sánchez Gandarillas ©
San Vte. de la Barquera
11 de diciembre de 2009

HÉROE

“No aguanto más”, “hasta aquí he llegado “, ¿Por qué a mí, si el mundo es enorme?.

¿Os suenan estas frases? Seguro que todo el mundo alguna vez las ha pensado o más aun las ha gritado.

Pero para vuestra sorpresa, Ana, nunca las ha utilizado, mejor dicho nunca había pensado en utilizarlas, hasta hoy.

Pero vayámonos un tiempo atrás, en una pequeña aldea de Italia, en la cual toda la gente se conocía, allí había una familia, un tanto peculiar, estaba formada, por el padre, francisco, que era una persona muy seria, pero a su vez muy alegre, y casi nunca estaba en casa, ya que el trabajo en la farmacia cubría todo su tiempo. Por otro lado tenemos a la madre, Aurora, todo el día trabajando en la mercería, pero siempre sacaba tiempo para estar con sus hijos. Y por último los hijos, Bruno de unos 20 años, que quería ser veterinario y estudiaba en la ciudad, y Ana una chica de 17 años, que no sabía qué quería en la vida.

Ana estaba en el último año de instituto, y como todo el mundo le recordaba, tenía que decidir qué hacer con su vida. Su padre la decía que estudiara farmacia y así trabajaría con él y seguiría el legado familiar. Su madre que estudiara diseño, porque siempre se le había dado bien dibujar. Pero Ana no les escuchaba, ella no quería nada de eso, no sabía que quería, ¡pero eso no!. Ella había soñado siempre con ser una súper heroína, le fascina la idea de ayudar a los demás, que siempre supieran que hacer en cada momento, y en su vida, pero sobretodo, que les saliera "todo" bien. Ella se clasificaba como una anti heroína, porque nunca conseguía nada a la primera.

Tras darle un millón de vueltas a la idea de su futuro, una mañana que se dirigía hacia clase, vio como un agente de policía, atrapaba a un ladrón, que había robado el bolso a una mujer mayor. Después le devolvió el bolso a la anciana, y ella le dio un beso y le dijo “son ustedes héroes”, y él le dijo que era su trabajo y lo que tenían que hacer.

Ana, lo tuvo claro, ella iba a ser agente de policía, costara lo que costara. Así que acabo el instituto, cogió su maleta llega de ropa e ilusiones, y se dirigió a la ciudad; pero ser policía no iba a ser fácil. Primero tuvo que ponerse en forma, su entrenador personal le dijo que en unos 4 meses estaría bien para pasar la prueba física, pero, transcurrieron los 4 meses y Ana no estaba preparada. Ella se decía que a la primera no lo iba a conseguir, y se esforzó el doble.

Pasaron los meses y ya estaba en forma, pero ¿pasaría la prueba?, fue decidida a la misma, sus compañeros la animaban, ya que ella les ayudó a todos en la parte teórica, pues siempre se le había dado bien explicar, pero no lo consiguió, fallo en la prueba mas tonta, pero esto no la hizo rendirse sino esforzarse el doble.

Sus compañeros, no entendían de donde sacaba la fuerza, entrenaba 3 horas diarias, estudiaba todos los días, y además ayudaba a su compañeros. ¿Cómo lo hacía?

A los 4 meses siguientes, lo volvió a intentar, porque ella quería ser una súper heroína, y nada se lo impediría, pero algo se lo impidió, ella misma o más concretamente lo que no podía hacer, y no consiguió pasar la prueba.

Al acabar la prueba, el profesor hablo con ella a solas, y la dijo, que igual ser policía no era para ella, y a lo mejor debería plantearse otras opciones.

Desesperada, la idea del ”por qué a mi…” no salía de su cabeza, al llegar a su casa se sentó en el portal, porque si entraba en casa se le iba a caer el mundo encima.

Cuando llevaba un tiempo, dándole vueltas en la cabeza a su vida, apareció el niño de su vecina, (que era una compañera de ella en la policía), con un balón mas grande que él. Tras jugar un rato, el balón, se quedo atrapado debajo de un coche. El niño intentaba sacarlo, pero no llegaba y la pidió ayuda. Después de varios intentos, Ana sacó el balón, se lo devolvió al niño y volvió a sentarse.

Este la siguió, y le pregunto que le pasaba, que estaba muy triste, ella le contó que iba ser una súper heroína, cuando se convirtiera en policía por que iba ayudar a la gente, pero que ya no iba a serlo. Y por eso esta triste.

Tras pasar unas cuantas semanas, Ana volvió a encortra al niño del balón, y éste la llamó y le dijo “¡sabes eres una súper heroína!” y ella le pregunto ¿por qué?, “porque ya ayudas a la gente, como a mi con el balón o a mi mamá con los estudios”, así que ya no debes estar triste.

Y Ana sorprendida sonrió y le dijo, “no soy un súper héroe, sino una antihéroe, que es mejor”

Jezabel Luguera González ©
Diciembre 2009

MALA SUERTE

Cuántas páginas escritas a lo largo de su vida, ya ha perdido la cuenta y sobre la mesa montones de folios apilados, escritos por las dos caras, en ellos muchas historias inacabadas y el color de sus hojas amarillentas por el paso los años.

Incluso en algunos es difícil leer lo allí escrito, pues la tinta se ha difuminado y es imposible averiguar lo que ponen.

En esa mesa reposan toda clase de narraciones, cuentos, novelas, tragicomedias, fábulas, poemas y un sinfín de leyendas.

Ha soñado tantas veces con ser un escritor famoso, que incluso se ha atrevido a escribir su propia historia, donde se ve reconocido por la fama y aclamado por la calidad de sus escritos, y aunque no es vanidoso, ese relato de su vida le produce una inmensa satisfacción y muchas veces se recrea en el personaje irreal que él mismo ha inventado.

Tesón y constancia nunca le han faltado, y de todas las maneras posibles ha intentado que le publiquen algunas de sus novelas. Todo son parabienes y amabilidad, aunque a los pocos días le llega una carta diciéndole que no es la clase de narración que buscan y que lo sienten mucho. Eso nunca le ha desmoralizado pues siempre piensa que la próxima vez tendrá más suerte, y de nuevo se sienta a escribir esas historias, que para él son magníficas y a las que tantos años lleva dedicándose sin conseguir publicar.

Siempre ha achacado a la mala suerte no poder publicar nada de lo que ha escrito, y espera que algún día un editor le llame para lanzar una de sus novelas y conseguir lograr ese sueño que una vez escribió y que guarda con mimo, por si se hiciera realidad.

Ahora compagina la escritura con su trabajo en un periódico como corrector, y sigue soñando con que algún día se le reconozca su trabajo. Aunque en el fondo sabe que nunca llegará a conseguirlo, la ilusión jamás la perderá. Mientras, en sus ratos libres sigue escribiendo…

Flor Martínez Salces ©
diciembre 2009

EL SOLDADO DESCANSA DEL COMBATE

El soldado descansa del combate
con las armas dormidas de aquel acto,
en el cielo se asoman las estrellas
en la tierra se posan los milanos.

Ya los buitres planean lentamente
y los cuervos no quieren los sembrados,
ahora tienen un campo silencioso
con los cuerpos sin nombre de muchachos.

Un cigarro se enciende en la trinchera,
tembloroso y relleno de tabaco,
una frente se queda pensativa
con los labios que rezan suspirando.

Esta escena tan lúgubre y siniestra
más parece sacada de algún cuadro,
de un maestro quizás impresionista,
o la mano de un loco desquiciado.

El soldado descansa simplemente,
él no sabe de guerras y de bandos,
no comprende políticas absurdas
ni discursos con premios y regalos.

Se combate en el frente de batalla
en virtud de políticos nefastos,
que no saben buscar las soluciones
que la vida les pone a cada paso.

Nuestro hombre, que piensa en su familia,
en su hogar y en sus sueños tan dorados,
sólo quiere que se alce la bandera
y que acaben de oirse los disparos.

Quiere ir a su casa y a su tierra,
donde ahora se encuentra desterrado,
en virtud de una guerra que no entiende,
porque hay hombres que viven del fracaso.

El soldado suspira mientras fuma,
manteniendo el cigarro con cuidado,
él desea que acabe todo esto
y que hablen los besos y los labios.

Él quisiera dormir junto a sus armas,
y cubrir a su cuerpo con un manto,
donde el cielo y la tierra sonrieran
y la paz le acogiera en su regazo.

Una paz sin paises ni fronteras,
más allá de egoismos enfrentados,
con el cuerpo querido de su amada
que se funda con él en un abrazo.

Rafael Sánchez Ortega ©
10/12/09

LA BAILARINA

Elena está sentada en un banco del parque. Ve a unos niños jugando. De pronto, una niña grácil y larguilucha juega a ponerse de puntillas. ¡Soy una bailarina de ballet!

Entonces recuerda… También era ella así de pequeña. Se quedaba embobada viendo esas, para ella, piruetas imposibles y esos saltos alados de puntillas. ¡Tengo que ser una de ellas!

Ya por Reyes, un año, le trajeron un tutú y unas bailarinas. Con ellas jugaba haciendo representaciones para sus amigas y hasta en el Colegio actuó alguna vez en Fiestas siendo muy aplaudida.

Pero para sus padres aquello no pasaba de ser un entretenimiento y encaminaron su vida por otros derroteros. ¡Puedes ser una buena azafata, se te dan bien los idiomas!, y aquellos sueños de niña quedaron ocultos en lo más profundo de su corazón.

Los años pasaron y, efectivamente, Elena se hizo azafata. En compensación tuvo la suerte en sus viajes por Europa de visitar L’ Opèra Nacional de París o el Royal Open House de Londres y tantos otros, Roma, Milán, Viena…, pero donde más gozaba era en el imponente Teatro Marinski de San Petersburgo en el que bailó tantas veces la famosísima Ana Pavlova. Pudo ver muchas representaciones. “El lago de los Cisnes”, “Cascanueces”, “Cuentos de los bosques de Viena”, “Giselle”, y tantas otras y a tantos y tantos famosos bailarines que la transportaban elevándose por el escenario con la imaginación.

A veces tenía que salir sin terminar la representación para coger el vuelo, y en el taxi pensaba que ella también volaba, pero en unos aparatos que nada tenían de alados y sí mucho de ruidosos.

Mª EULALIA DELGADO GONZÁLEZ ©
Diciembre 2009

SEGURO DE SI MISMO

Amplia y rica era la patria que habitaba. Castillos, fortificaciones y sótanos de interminables pasillos con entradas angostas para defenderse del enemigo, y fuera, llanuras inmensas repletas de comida para todos sus moradores. Los dioses habían sido propicios y derramaron para ellos montañas de trigo y sus granos se extendían sobre la enorme llanura. El maíz, sin tasa, se amontonaba en pilas que miraban hacia el cielo. Era todo cuanto necesitaban para perpetuar la especie.

Pero Andrés sabía muy bien que el pueblo vivía aterrorizado desde tiempo inmemorial, porque amparándose en la tenebrosidad de las noches y moviéndose cauto y sigiloso, un monstruo gigante de garras de hierro aguardaba paciente la hora de la cena para saltar sobre ellos y acabar con la vida de cuantos no acertaran a escapar en loca carrera por los pasillos del sótano.

Desde niño Andrés venía estudiando al monstruo y su psicología, y en lo más profundo de sus pensamientos soñaba con vencerlo un día y convertirse así en salvador de su pueblo. Andrés tenía claro que el éxito de su enemigo estribaba en su facilidad para orientarse en la oscuridad de la noche y la capacidad de moverse con el mayor de los silencios.

Se escondió en los lugares más inverosímiles durante el día para estudiarlo de cerca, y aprendió de memoria todos y cada uno de los movimientos del monstruo. Cuando tuvo seguro cuáles podían ser sus fallos, cuál la forma y el momento para acabar con su poder, convocó al clan entero una mañana en medio de la llanura. Subió Andrés en lo alto de un cajón, y atusándose los bigotes, les habló con el entusiasmo del triunfador.

-El monstruo nos mata porque posee un don que nos falta a nosotros: ver en medio de la oscuridad. Además pisa tan suave, se mueve tan sigiloso, que es imposible oírle. Pero escuchadme, amigos. Llevo años estudiando este asunto, y he llegado a la conclusión de que nuestra salvación está en ponerle un cascabel para que suene al menor movimiento.

-¿Y quién le pone el cascabel al gato? –preguntó Matías, el más viejo de los ratones que habitaban en aquel almacén enorme.

-¿Pues quién crees tú que lo haría, si no soy yo? -respondió arrogante-. Mira, los gatos ven muy bien en la oscuridad, pero la luz del día casi les hace cerrar los ojos; y justo donde estás tú, a las tres en punto de la tarde entra el sol por la claraboya, y he observado que sin faltar un solo día, Zapirón se sienta ahí para disfrutar del calor de sus rayos. Durante todo el tiempo mantiene cerrados los ojos, y ése es el momento que yo aprovecharé para colocarle el cascabel.

Todo sucedió tal y como Andrés predijo. Zapirón, sentado bajo un sol intenso, lamió su mano derecha, se atusó repetidas veces el bigote; luego cerró con fuerza los ojos y estiró el cuello buscando el calor. Desde todos los agujeros de paredes, cajones y trastos viejos el clan de ratones contemplaban incrédulos la valentía de su salvador.

Andrés, cargando a la espalda el cascabel, se acercó al gato. Entonces advirtió que el gato, sentado, tenía el cuello demasiado alto, detalle olvidado en sus planes. Miró a su alrededor y descubrió una tabla que de inmediato decidió poner sobre el animal para trepar por ella. Al acercarse observó preso en ella un trozo de queso, y de nuevo pensó que los dioses estaban de su parte. Andrés no lo dudó: de inmediato el queso se zampa y… ¡cae en la trampa!

Jesús González González.
15/12/09

EMIGRANTES

Pilar se despidió de sus vecinos y amigos, dijo adiós a su pueblo, incluso rememoró por un instante sus vivencias en aquel rincón de Asturias que la vio nacer hacía ya tantos años. Marchaba contenta, ilusionada, nerviosa y también con su pizca de miedo por no saber muy bien lo que iba a encontrarse al llegar a su destino. Aunque había de reconocer que las cosas eran mucho más fáciles que cuando sus dos únicos hermanos marcharon tan jóvenes, cruzando el charco como tantos otros, viéndose obligados a dejar sus familias, amigos, sueños y esperanzas, buscando una vida mejor. Formaban parte de aquellos jóvenes a quienes les tocó vivir los duros años de la guerra civil y parte de la posguerra, pasando mucha hambre y todas las penurias que ello conlleva.

En el momento del embarque dudó y por sus cabezas pasó la idea de volverse atrás, como tantos otros que no soportando la tensión de la despedida fueron incapaces de embarcar, pero era necesario partir en busca de otra vida para disfrutar de un futuro mejor.

Cruzaron el océano hacia la tierra prometida con la pena en sus corazones y la esperanza de volver en su mirada. Atrás dejaban toda su vida: infancia, juventud, familia, amigos…, y también hambre, miseria y calamidades. Trabajarían duro, día y noche si fuera necesario, para volver a la tierra que les vio nacer.

La travesía duró casi un mes y estuvo repleta de penalidades. Familias separadas durante todo el viaje, hombres por una parte y mujeres y niños por otra. Con el paso de los días iba aumentando la falta de higiene, la escasez de agua potable, y dependiendo de la hora, tanto el frio como el calor se hacían insoportables.

Pilar viajará en avión, en pocas horas estará aterrizando en el aeropuerto de La Habana y, después de unos kilómetros más en autobús, ¡por fin! podrán abrazarse todos y ponerse al día de tantas y tantas cosas que desconocen de sus respectivas vidas.

Pilar sabe que la suerte no les acompañó en Cuba; de vez en cuando ha recibido alguna carta, sin dar demasiadas explicaciones, pero entre líneas se percibían la tristeza y la decepción por no haber podido cumplir sus sueños de progreso, ni las promesas hechas a sus padres al partir. Sabían que en Cuba la colonia española dominaba el comercio y que era fácil encontrar trabajo a través del Centro Asturiano de La Habana, toda una institución en la capital del país, hasta el punto de construir como sede social uno de los palacetes más lujosos de la capital, además de instalar uno de los servicios de salud más completos y avanzados de la época. Los asturianos dejaron estelas en el país que sus descendientes procuraron conservar.

Los aportes de la inmigración asturiana en Cuba han sido muy valiosos, sobre todo en el terreno cultural, pero lo que sin duda más ayudó a esa difusión fueron las romerías organizadas por los asturianos con su carácter alegre y afable.

A medida que se va acercando el momento del reencuentro el corazón de Pilar se va comprimiendo. Se ve mucha miseria a través de los sucios cristales de la vieja guagua que va a la ciudad. Edificios en estado de absoluta ruina, pero que dejan vislumbrar la época de esplendor vivida antaño. Carreteras tercermundistas, escasos vehículos que inexplicablemente circulan por ellas teniendo en cuenta que son modelos de los años 50, bicicletas, incluso un carro tirado por caballos circulando por lo que se supone es una autopista, adornada por enormes socavones en la calzada que en cualquier momento pueden producir el reventón de una rueda.

En algunos puentes y cruces de carreteras se ven enormes colas de personas. Pilar pregunta a su compañero de asiento, quien le explica que están haciendo “botella”, lo que en España llaman auto-stop. Debido al mal funcionamiento del transporte público los cubanos se ven obligados a hacerla. A veces son tan largas las colas que están organizadas por un trabajador del Estado vestido de azul en La Habana y de amarillo en el resto del país. Este trabajador hace parar a los coches de matrícula azul que están obligados a llevar a los autoestopistas. Las personas que tienen mucha prisa se colocan al borde de la calzada exhibiendo pesos para que algún conductor particular se detenga y previo pago, les lleve a su destino sin perder demasiadas horas en el traslado.

Llaman la atención los semáforos colocados unos 50 metros antes de los cruces con el consiguiente peligro para la circulación. No hay señales en las calzadas, a veces pueden verse unos pequeños carteles azules con una flecha indicando la dirección de la circulación, clavados en alguna pared repleta de desconchones. Los nombres de las
calles pueden leerse en unos mojones de piedra colocados en las intersecciones de las mismas.

Al final del trayecto, en lo que ellos llaman terminal de autobuses, reconoce a los suyos no sin cierta dificultad. Las lágrimas asoman a sus ojos sin saber si son de alegría por verlos de nuevo, o de pena por encontrarles en aquel mísero estado.

Abrazos, besos, tantas cosas por decir y un nudo en sus gargantas que les impide hablar. Ya habrá tiempo para ello, ahora lo que quieren, lo que necesitan es tocarse, sentirse cerca, juntos de nuevo.

Durante los largos días, semanas y meses que duró la estancia de Pilar en aquel país, vivió en primera persona las penurias sufridas por sus hermanos. Escuchó relatos de sus vidas dedicadas en cuerpo y alma a buscar una salida que les permitiese volver a su añorada tierra. Lucharon duro buscando un futuro que nunca les llegó. Ahora son pobres, pero dicen ser felices, sólo se quejan de que la comida que el Estado da gratuitamente por libreta a cada ciudadano, no es suficiente para alimentarse. Intentan ganarse un dinero extra ofreciendo su casa como hospedaje a los turistas. Siempre con mucho miedo pues no está permitido hacerlo si no pagas las tasas correspondientes al Estado y teniendo en cuenta que los cubanos a quienes se vean tratando con turistas quedarán “marcados” por la policía. Hay que tener mucho cuidado y además si se les pilla hablando de política pueden ir presos por el miedo del régimen a la contra-revolución.

La mayoría de los cubanos apoya a su gobierno pero día a día van aumentando las personas, jóvenes sobre todo, que solapadamente se oponen a él.

No ven futuro, todo es trabajar y trabajar para nada. Uno de los hermanos de Pilar trabaja en una panadería de 7 de la mañana a 3 de la tarde por un mísero sueldo de 25pesos cubanos y habiendo artículos de primera necesidad que sólo pueden comprarse con divisas. El otro hermano trabaja en los cultivos de la hoja del tabaco en una pequeña población. En este caso la casa donde vive es suya, pero los cultivos pertenecen al Estado que se queda con el 90% de las ventas. Después de todo esto queda claro que todos sus intentos por triunfar y volver a su tierra resultaron infructuosos, y ahora ya han perdido las fuerzas y la esperanza. Saben que nunca más volverán a pisar su querida Asturias. Sus ojos no podrán disfrutar de nuevo del colorido que aún se mantiene en sus retinas. Los verdes de los prados; los azules y, a menudo, grises del cielo que se confunde con sus montañas… ¡y cómo no! ese bravo Cantábrico que les vio partir con mucha pena pero con todas sus ilusiones puestas al otro lado del mar.

Laura González Sánchez ©
Diciembre 2.009

sábado, 5 de diciembre de 2009

CARTAS DE AMOR

Aquella carta que no llegó y yo esperaba con impaciencia, una palabra de aliento para llevar, con resignación la ausencia que día a día me atormenta, esperaba leer en tu carta, "no te olvides" "cuánto te quiero", "día y noche te llevo en el pensamiento".

Lo único que me consuela es contemplar tu retrato y revivir los recuerdos, cuando me tomabas la mano, acariciabas mi cuerpo con mucha prudencia y respeto. Al cabo de varios meses nos dimos el primer beso, mirando a un lado y a otro, como si fuera delito el amarse. Un beso en la mejilla de despedida para recordar en el tiempo.

Ahora siempre pienso en aquel amor puro y sincero, que un día por casualidad se cruzaron nuestras miradas con la fuerza de dos corazones que se unieron. En la actualidad es la separación lo que peor llevo y las cartas que no llegan, no sé si estarás vivo ó muerto.

¡Qué alegría te daba cuando llegaba el cartero con dos cartas en la mano. Una era la que no llegó a tiempo. Las leía varias veces, y sin demora, las contestaba a vuelta de correo. No era necesario que la carta fuera como un testamento, lo importante era expresar tus sentimientos con un "adiós cariñoso", un "te quiero y no te olvido, hasta pronto".

Nos conocimos en la más tierna edad, y fue nuestro amor primero. Llevamos más de cincuenta años y nos seguimos queriendo.



El amor es una fuerza
que sin él no somos nada,
seas padre, seas hijo
seas esposa o anciana.

El amor es una fuerza
que te agasaja el alma,
el amor es una dicha
es un silencio que mata.

Es compromiso, es bondad,
es respeto y confianza.

Blanca Santos Gutierréz ©
01/12/09

CARTA


Hola Alfonso:

¿Reconoces la letra? Seguro que sí, ya que hay rasgos muy personales en ella. Te preguntarás por qué irrumpo en tu vida después de 35 años, por qué tengo la osadía de mencionar tu nombre. ¡De acuerdo!, echa esta carta a la papelera, pero sé que no lo harás.

Voy a aprovechar la oportunidad que me brinda el Taller de Escritura para escribir una carta de amor. Necesito aligerar mi culpa y sincerarme contigo. ¡Sí, lo mío fue un flechazo!, entraste en mi vida de forma súbita. Me había quedado en la residencia aquejada de un terrible dolor de muelas, pero cuando llegaron mis alocadas amigas con la nueva de que te hallabas en la discoteca, me preparé rauda y volé hacia tu presencia. Creo que fue la flecha de Cupido la que inyectó un elixir pues se me disipó el dolor. Nuestros ojos se encontraron y te acercaste a pedirme un baile. Y ya fuimos novios durante 3 años.

Eras atractivo, culto, cariñoso, respetuoso, religioso, alegre y muy sexy. Disfrutamos de nuestro amor. Jamás me diste el mínimo disgusto. ¡Era feliz!

Al acabar la carrera, surgió en mí un miedo, quizá injustificado, pero fui deduciendo de tus palabras que lo que tú deseabas era una mujer de la que habla la Biblia, algo así: La esposa ha de ser diligente, encender el candil, preparar las viandas antes de que se levante el esposo, cumplir con las necesidades del amor y mantener viva la llama del hogar. Pero yo no quería esta sujección, ¡quería ejercer la docencia!, ya que para eso me había preparado.

Y mis cartas se hicieron más esporádicas, hasta que te dejé de escribir. Tú no te diste por vencido y te presentaste en mi pueblo, en Markina. No nos habíamos visto en todo el verano. Tus caricias, tus razones, el amor que me profesabas me envolvieron y retomamos nuestro amor.

Pero el mismo se volvió a resquebrajar y esta vez me alejé más kilómetros. Salí del círculo de vuestras amistades, me camuflé entre gente desconocida, huí de los hombres, me volví anónima... Pero tú diste con mi domicilio en Landio. Me echaste en cara todos mis defectos, me llamaste frívola, casquivana, egoísta, maleducada... Por aquel entonces yo pensé que no merecía tanto insulto. No te ofrecí un café ni te pregunté por tu vida. Muy altiva, me levanté y di el encuentro por terminado. Por tus agrias palabras y tu semblante dolorido supe que te había causado mucho dolor, ¡dolor inmerecido! "Perdóname".

Años más tarde, me encontré con Eusebio, tu hermano gemelo, en Vitoria. Me trató con cariño, con familiaridad. De su comportamiento tan noble deduje que tú eras muy feliz y que en el fondo me estabas agradecido.

A veces voy con mi hijo y con mi marido de compras a Arnedo. Quizá el destino nos acerque, sé que me alegrará saludarte.

Tu ¿espina?

Isabel Bascarán ©
02/12/09

viernes, 4 de diciembre de 2009

CARTA CON AMOR


S. Vte. de la Barquera, noviembre.


Querida Jane:


Recordarás que dejamos pendiente lo que fue la declaración del que hoy es la persona de mi vida, más que nada porque tenemos alguna similitud en ese hecho, después de oír el otro día tu relato. Creo que entenderás muchas de mis costumbres de llegarme a determinados lugares.

Verás, ya teníamos esa sensación de estar a gusto cuando compartíamos algunos momentos. Aquel día me propuso ir a la Atalaya para ver entrar el Santa María. Ese barco estaba en riesgo pues la tormenta marina le había pillado algo lejos y la entrada a la barra iba a ser complicada. Al llegar me dijo que en quince minutos estaría ahí, pero que ya se distinguía a lo lejos. Yo no tenía costumbre de diferenciar entre olas a las naves y menos ésta que era blanca. Para descubrírmela y darme la posición, se apoyó en mi hombro girándome un poco para situarme. Ese contacto me sobresaltó un poco pero sin embargo, me llenó de ternura, mi corazón ya no sólo no veía el barco, se me emborronó la vista y todo quedó como desvanecido. En ese momento quise tener limpiaparabrisas, pero me controlé y pestañeando conseguí ver con claridad.

Él me miró en ese atardecer, tuve la oportunidad de ver sus ojos pequeños pero brillantes como ascuas, alegres, pero parecían preguntar algo. Un escalofrío me recorrió por dentro, es posible que fuera el acercamiento anterior o el viento fuerte, por tanto, até mi trenca; en ese momento me cogió por los hombros, acercó su boca a mi oreja y me dijo atropelladamente: Lines, me gustas. Desde luego de tanto esperarlo no me lo creía, el corazón estaba tomando el camino de la garganta, los latidos se convirtieron en uno, no pude contestar pero le miré con toda la intensidad que me fue posible, era la única forma de dar respuesta.

Sin hacer apenas fuerza (te aseguro que no la necesitaba, yo solita me hubiera acercado), me dio un abrazo no fuerte, intenso, suave, aprecié un olor a masaje muy tenue, siempre lo lleva así, la fineza de su cara extremadamente rasurada al acercarme, sentí estar entre algodones. Subió las manos hacia mi cuello, dulcemente recogió entre ellas mi cabeza con una caricia indescriptible, y comenzó a besar el nacimiento del pelo en mis sienes.

Mis labios tenían el calor de mil faros encendidos, el corazón era la alarma antiniebla de los mismos, seguro que también él lo oía perfectamente. Los apreté delicadamente sobre sus pómulos pero él seguía sin atreverse a besarme (me lo dijo andando el tiempo, tenía miedo molestarme). Su nariz recorría todo el relieve de la mía (yo daba gracias a Dios por ser algo chata, así me daría el beso de una buena vez, porque si yo lo hacía primero, es posible que fuera menos delicada).

Por fin llegó ese contacto supremo, en ese instante mi cabeza daba vueltas como una auténtica noria, el silencio se apoderó de mi vida, la dulce sensación evaporó todo mi alrededor, éramos los dos nada más. La tibieza de sus labios se unió a los míos. No sé definirlo, Jane, quizá fue la unión de varias impresiones, ternura, amor, placer, frío, calor, mareo, ahogo, con una sensación de desmayo acompañada de vértigo y saber que gracias a que estábamos unidos en aquel abrazo, no me caería de bruces.

De pronto, aquel momento que hubiera querido eterno quedó bruscamente interrumpido por algo que nos asustó. Claro, ahora lo sé, fue la sirena del Santa María y los silbidos de los marineros amigos entonando una melodía de boda, adornada con risas. Eso a pesar del momento angustioso que habían pasado para entrar en el traidor oleaje de la boca del rompeolas, y del que nosotros no fuimos testigos. Nos reímos un tanto nerviosos al paso de esos espectadores inesperados.

Sin hacer mucho caso, sabiendo que pronto desaparecerían por el montículo de la entrada, nos abrazamos, esta vez fuertemente para intentar recoger fuerzas en las rodillas, porque realmente sentimos que no nos sostenían. Preguntó si quedábamos para el jueves, contesté de inmediato partiendo ambos de la mano hacia casa. Era una mano delicada a pesar de su trabajo tan duro. Le acaricié la parte interior de la muñeca y apretó con una leve presión el nacimiento de los sus dedos contra los míos.

Mientras marchábamos en silencio, vio una hoja de esos plátanos que enmarcaban el camino, que como era normal en otoño, estaba en el suelo; la recogió y le eliminó toda la parte verde hasta que quedó en esqueleto, dejando a la vista tres de sus nervios principales, otro más pequeño lo guardó en su bolsillo. Yo le miraba y no sabía lo que se traía entre manos, de pronto dijo: Ya está, me tendió en su palma abierta aquel entramado que tenía la forma de un corazón perfecto, estaba traspasado con la tira pelada que tenía reservada, esto le daba la forma de la flecha traspasadora de Cupido. Fue algo inesperado, lo más romántico que podía esperar, sabiendo además que nuestros tiempos de mozalbetes ya estaban pasados. Sin embargo, utilizó ese recurso con toda la naturalidad del mundo, lo recibí con el valor del tesoro de Tutankamón, lo tengo todavía guardado en un libro.

Sí, tan escondido como en el más recóndito secreto de su pirámide, allí donde aún nadie ha descubierto el tesoro incontable de la riqueza de aquel faraón. Querida Jane, tú sabes que el romanticismo no existe, pero sin embargo, esa realidad que viví supera con creces la llegada de cualquier príncipe azul, con la ventaja de evitar tener que sacar mi trenza para que subiera por la torre de mi encarcelada existencia. Imagino que sería algo doloroso. Sabes que me estoy riendo sólo de imaginarlo, ¿verdad?

Bien, niña, espero que puedas traducir todo lo escrito, que también te haya emocionado esa vivencia y que como ves, a casi todo el mundo nos pasa algo parecido esa enamorada vez. Te doy el abrazo cómplice de quién entrega un secreto para guardar. Lines


Ángeles Sánchez Gandarillas ©
Noviembre 2009

AL FUTURO

San Vicente de la Barquera,
4 de diciembre de 2009


Mi querido Futuro, al recibo de esta espero estés bien. Deseo encontrarme contigo lo antes posible; me pregunto cómo reaccionaremos al vernos, ¿encajaremos? Tenemos (llevándolas a un libro) tantas páginas que escribir juntos, y de la mano paso a paso durante muchos años, ese es mi deseo.

Por mi parte tengo la maleta preparada para el viaje, está llena de proyectos e ilusiones, tan es así que pienso llevo exceso de equipaje, pero he dejado espacio a la Felicidad, a la Risa, a la Música... y a un “pasaporte” sin fecha de validez.

Como eres el Futuro, lo ignoro todo de ti, me encuentro desconcertada e inquieta, a pesar de ello me he aferrado a ti para sentirme viva. No quiero que seas avaro, tacaño, roñoso y mezquino en lo que me puedas buenamente regalar y entregar.

He escrito otra carta al pasado, pero ésa ha sido una carta de adiós. Me ha costado mucho, muchísimo hacerlo. Le he dejado no una maleta sino un gran y pesado baúl lleno de vivencias de felicidad y dolor. Ya se lo he enviado pues pienso que a él le pertenece una mitad de todo ello.

Como podrás comprender no me carteo con el presente, ya que estoy con él todos los días y le doy las gracias pues él nos ha presentado sin darnos cuenta de ello.

Bueno, me tengo que despedir, pues sigo metiendo cosas en mi maleta, ¡ya conoces cómo somos las mujeres en estas tareas! Pero sigo dejando huecos para llenarlos de eso, de ti, Futuro.

Acude a mi encuentro con una amplia sonrisa y con un gran ramo de bonitas y grandes flores variadas, ya que cada una de ellas será un deseo.

Un fuerte abrazo Futuro , se despide esta que lo es,

Ana.

P. D. Sé puntual y no me hagas esperar demasiado.

Ana Pérez Urquiza ©
Diciembre 2.009

PRIMER JARDÍN

¿Cómo estás, querido jardín? Hace años que no te veo. Cuando voy a Madrid te echo un vistazo desde la terraza de mis antiguos vecinos y me emociona contemplar los árboles que plantamos, tan grandiosos y exuberantes.

Ya sabes que todo comenzó cuando compramos la parcela. Nuestro primer trozo de tierra. Con la jornada intensiva de mi marido podíamos aprovechar muchas tardes para ir a limpiarte. Era pleno verano, ¿te acuerdas? Nos llevábamos a los niños, que se quedaban debajo de tus hermosas encinas que salpicaban el terreno, y allí merendaban y jugaban. Nosotros con dos azadones y un rastrillo, dale que dale, a quitar maleza y jaras, que dicho sea de paso, son unas plantas muy resinosas, pero que huelen de maravilla.

Con qué ilusión, en un rincón recogido preparé la tierra para hacer un huerto, tantas eran las ganas que tenía de ver crecer unos tomates o lo que fuera. ¡Cuántas piedras y más piedras tenías, parcelita! El abonado fue muy peculiar. Como todavía no estabas vallada, salía con un caldero y una pala en busca de los montoncitos que dejaban los muchos conejos que por allí correteaban por las parcelas sin construir. ¡Fue un éxito! Recolectamos tomates, zanahorias, puerros, cebollas, ajos, calabacines y pimientos.

Más tarde te plantamos frutales: un peral, un melocotonero, un manzano y un cerezo del que no conseguí comer más de dos cerezas; los pájaros dejaban las pepitas colgando. Cuando comenzaron a construir la casa y entraron las máquinas, de poco sirvió tanta limpieza.

Te planté delante de casa una rosaleda alrededor de una figura de niño barroco. Yo veía los capullos crecer, pero ni una rosa salía, hasta que notamos un rastro en el césped. ¡Era un conejo que entraba por las noches y se ponía las botas! Escogimos un cedro, tres prunos contrastando con su color y dos pinos piñoneros. Unas navidades, un abeto precioso, que a punto estuvo de secarse, así que le dije un día: “¡O te ahogo, o te revivo!”. Le enchufé la manguera a lo bestia y revivió. Lavandas, muchas lavandas con su olor penetrante y maravilloso puse también.

Detrás de la casa te pusimos una terraza con barbacoa rodeada de más rosales, bajos y altos (una pared de color); una mesa de piedra en el centro disfrutada mucho con amigos y familiares en esas noches calurosas, pero con la brisilla de la sierra que atemperaba el ambiente, haciéndolo llevadero, más el olor inconfundible de las jaras. A la mesa le daba la sombra una de las dos encinas enormes que en esa parte existían y que soltaban bellotas a montones. ¡Podíamos haber alimentado un cerdo! Cerdos no había, pero sí una familia de jabalíes que se colaron en la urbanización destrozando algún que otro jardín todavía sin vallar. Una noche al salir a tirar la basura me topé con uno confundiéndolo con un perro grande. ¡Volé más que corrí!. Como estábamos en Madrid no podía faltar un madroño que con el tiempo se puso precioso y se llenaba de sus sabrosos frutos redonditos y rojos.

Cada vez que iba a la plaza los sábados, te compraba alguna plantita más. Clavelinas, alhelíes, jacintos, pensamientos, y poco a poco fuiste llenándote de alegres coloridos.

Te deseo que los que ahora te disfrutan lo sigan haciendo por muchos años y que te sigan cuidando tan bien.


Mª EULALIA DELGADO GONZÁLEZ ©
Diciembre 2009

CARTA CON AMOR


San Vicente de la Barquera
25 – Noviembre – 2009

Queridos y añorados José y María:

Sí, ya sé que esos no son vuestros nombres y, enseguida entenderéis los motivos de ese cambio.

Extrañados por esta misiva después de tantos años ¿verdad? Pues os cuento que vivo en una villa no muy alejada de la que disfrutarais en la última etapa de vuestra vida. Últimamente acudo a un Taller de Escritura; sí todavía conservo la afición a la escritura y a la lectura, hay cosas que el tiempo no ha cambiado; como os decía, en este Taller nos ponen deberes igual que en el colegio, en esta ocasión nos han mandado escribir una carta de amor y al instante me habéis venido a la mente porque entre nosotros hubo mucho; aunque esto habría que aclararlo para los posibles lectores.

Lo nuestro fue un amor de “abuelos postizos” a “nieta postiza” y viceversa. Yo como abuelos os quería porque vosotros como tal os portasteis conmigo desde el comienzo de nuestra convivencia. Cierto es que ya nos conocíamos de cuando acudía a vuestra casa acompañando a una de mis amigas que era huésped vuestra por aquel entonces. Creo que ya empecé a quereros al escucharla hablar de cómo era su vida con vosotros.

Teníais el don de hacernos sentir de vuestra familia aunque sólo fuésemos de paso como era mi caso.

En estos casi 30 años que han transcurrido desde mi última visita os he echado de menos en muchas ocasiones. Todavía sufro el dolor de no haberme podido despedir de vosotros aunque tengo la convicción de que tú, José, sí que te despediste de mí sin yo saberlo.

Recuerdo la última tarde que salimos a tomar unos vinos como de costumbre y, hablando y hablando, se nos pasó la tarde topándonos con la noche, a varios kilómetros de casa.

En ese momento no llegué a comprender el repentino afán tuyo de confesarme tantas cosas, era muy joven para percibir cualquier signo que me hiciera sospechar la cruda realidad. Al poco tiempo, por desgracia, lo entendí todo.

Te estabas despidiendo de mí y del mundo. Esta es la única cosa que no he podido perdonarte, ni perdonarme por no haberlo intuido.
De todos los momentos que tuve la suerte de compartir con vosotros éste es el único reproche que puedo hacerte. A mí también me habría gustado despedirme de ti en ese momento y contarte tantas cosas que bullían en mi joven cabeza.

Con vosotros todas mis dudas tenían explicación, todos mis miedos existenciales, propios de la adolescencia, los hacíais desaparecer con la sabiduría que os caracterizaba conseguida en vuestro largo pulular por la vida.

¿Sabes que nunca he repetido a nadie ni una sola de las cosas que me confesaste aquella tarde? Sí, si lo sabes. Sabías perfectamente con quien estabas hablando. Me conocías mejor que yo misma. Tal vez ese haya sido el motivo por el cual me silenciaste tu enfermedad. A mis 16 años habría sido un duro golpe para mí enterarme de la realidad, y tú lo sabías. Todavía se me encoge el corazón 30 años después.

María la mujer, no pudo superar tu ausencia y enseguida se dejó marchar a tu lado. Seguro que estáis juntos, os lo merecéis.
¿Todavía sigue refunfuñando tanto por lo bajo? Soy de la opinión que cuanto más te reñía más crecía su amor por ti.

Os diré que los avatares de la vida me han acercado en numerosas ocasiones a personas mayores, que me han querido y, a las que he querido, posiblemente buscando lo vivido con vosotros, pero nunca logré sentir lo mismo por nadie más. Habéis sido irrepetibles e insustituibles.

¿Sabes que no hace mucho he visto uno de tus hórreos? Sí, lo tenían en un bar expuesto. Lo reconocí por las “yezas” de maíz. ¡¡¡Eran de las mías!!! de las que tú me enseñaste a hacer con semillas de alpiste porque a ti te temblaba un poco el pulso y te desesperabas al intentar colocar esos granos tan pequeños en una tira diminuta de papel.

¡Cuánto me gustaba serte útil, trabajar a tu lado mientras contabas historias y anécdotas divertidas de tu vida! Hasta los momentos más duros de tu existencia los contabas de tal forma que me hacías sonreír.

¡Cómo me emocionó ver tu hórreo como si acabases de hacerlo con tus enormes manos tallando y colocando, una a una, las diminutas piezas que lo forman! Pregunté al dueño del bar quién había echo esa maravilla y me confirmó lo que ya sabía.

Os gustará saber que la gente os recuerda con mucho cariño, como no podía ser de otra manera. En este mundo se recoge lo que se siembra y vosotros derrochasteis cariño a raudales por donde pasasteis.

La buena gente perdura en el tiempo y con vosotros así seguirá siendo porque mi descendencia ya conoce muchas cosas de vosotros, de manera que podéis estar seguros que seréis recordados durante, al menos, una generación más.

No hace mucho también he visto fotos tuyas en el periódico local sobresaliendo en una, las muchas cosas que hiciste en tu vida. No quiero dar datos porque siempre os ha gustado la discreción y no seré yo quien os lleve la contraria en ese tema.

En donde estáis ¿tenéis Internet? Porque es seguro que esta carta saldrá publicada en un Blog y podrá ser leída desde cualquier rincón del mundo, incluso desde esa parcelita que ocupáis en el cielo donde seguís viviendo para las personas que os queremos.

Me quedan muchas cosas por contaros pero lo haré en otra carta, en privado, como a vosotros os gustan las conversaciones.

Recibid un beso y un abrazo enormes de quien no os olvida.

Con amor.

Laura González Sánchez ©
Diciembre 2.009

UNA CARTA JUNTO A LA MESITA

¡Buenos días!

El mundo se ha despertado y está esperando a que abras tus ojos y veas que un nuevo día te está esperando, porque sin la luz de tus ojos no tiene sentido.

Espero que estas líneas, que surgen del alma hacia mis manos para llegar a tus ojos, te abracen tan fuerte como en mis sueños.

Es tan fácil abrirte mi corazón con palabras, que tú leerás y leerás, sin saber quién te escribe, y aún menos sin saber que tus ojos son las puertas a un mundo de fantasía y felicidad.

Estás en mi mente,
en mis pensamientos,
estás cautivo en mi alma,
y esclavo en el fondo de mi corazón,
sin tú saber nada,
sin ni siquiera imaginarlo.

Mi corazón
le dice a mi mente
que el único preso que hay
es mi amor,
que cada vez que te ve
intenta escapar
para poder abrazarte y besarte,
como nadie ha podido hacerlo.

"Te quiero", simplemente te quiero; estas dos palabras, que tantos enamorados han utilizado, tantos otros no se atreven a decir, y que muchos han derramado lágrimas por oírlas, resumen mis sentimientos por ti.

Ya sólo me queda decir que el amor es dulce, es bueno, pero sobre todo profundo y anónimo.

P.D.: "Gracias", por enseñarme que la esencia de la vida es el amor.
Y por hacer que me levante cada mañana con una sonrisa y diciendo
¡Buenos días, mundo!

De un anónimo, que se ha despertado por que tú estás en el mundo.

Jezabel Luguera González ©
Diciembre 2009

TE AMÉ

Te escribo esta carta ahora con el paso de los años, no sé si te llegará siquiera, o si serás capaz de leerla si la recibes, pero hoy tenía la necesidad de escribirte y contarte lo que contigo viví, lo que sentí en aquellos breves encuentros que juntos disfrutamos y que el destino hizo que sólo se quedaran en eso, en la ilusión con que esperaba tu llegada aquellas tardes frías de invierno, en que sólo tu presencia me hacía sentir calor.

Aquellos besos apasionados que por mi cuerpo dejabas con la calidez de tu boca, tus abrazos que me hacían fundirme en tu cuerpo, las caricias que con tus manos dibujabas en mi cara, tu sonrisa, las bellas frases que me susurrabas al oído y tus mensajes de amor.

Cuánto disfrutamos juntos y nunca pudimos hacer planes de futuro, los dos sabíamos que era una aventura y que tendría su final, pero no queríamos pensar en ello y nos dejábamos llevar por nuestros sentimientos.

Los meses que pasamos unidos fueron maravillosos y nos olvidamos del destino, ese que tenía que llegar, y debías marcharte, eso lo supimos desde el día en que nos conocimos, pero evitamos siempre hablar de ello. Fuimos muy felices con aquellos encuentros apasionados y en los que nos entregamos nuestro amor sin condiciones.

Pero aquel día no acudiste a nuestra última cita, y en aquel lugar donde tantas veces nos amamos encontré una carta, en ella me decías que no habías sido capaz de despedirte de mí, que no querías verme llorar, ni que yo te viera a ti, que te perdonara por no ser capaz de decirme adiós, y que siempre me querrías, que jamás olvidarías los momentos tan maravillosos que vivimos y que te olvidara e intentara ser feliz.

Como comprenderás, en aquellos momentos el mundo se me vino encima y lloré varios días sin consuelo por tu marcha. Intenté localizarte antes de que te marcharas hacia ese lejano país, pero fue imposible.

Durante varios meses estuve muy triste y desconsolada, y sólo tu recuerdo me hacía sentir un poco mejor. Al cabo de un año recibí una carta tuya, mi alegría fue inmensa. En ella me contabas cómo era tu nueva vida, me pedías perdón de nuevo por no haber sido capaz de decirme adiós, y me confesabas que habías encontrado una persona que te hacía feliz, pero que por muchos años que pasaran, lo que habías vivido conmigo jamás lo olvidarías.

Me alegré por ti, te lo merecías, pues conmigo siempre fuiste sincero, y tu vida ya tenía otro destino. Lo que vivimos fue maravilloso, y yo también ahora soy feliz con otra persona.

Hoy tenía la necesidad de escribirte esta carta y contarte todo lo que a tu lado sentí y lo feliz que fui, ya que a la tuya no fui capaz de contestarte en aquel momento, pues todavía me dolía tu marcha, pero hoy he tenido fuerzas y quiero decirte que durante aquellos meses yo también te amé.

Flor Martínez Salces
Diciembre 2009

CARTA PARA VOSOTROS

Amigos:

Es la primera vez que os escribo, y espero que no sea la única. Tampoco tengo un motivo especial para hacerlo, pero aprovechando que en esta ocasión el tema obligado de nuestro taller es escribir una carta, he querido dirigirme a vosotros.

Foncho habló de escribir una carta de amor. Hombre, amor, lo que se dice amor, no creo que sea lo que yo siento por vosotros, pero teniendo en cuenta que hace muy poco éramos casi todos desconocidos los unos para los otros, y que debido a que a todos nos gusta colocar las letras de modo que formen palabras, y hacer que estas se conviertan en frases que a su vez describan pensamientos más o menos acertados, nos conocimos, y empezamos a mirarnos con simpatía creciente.

El paso siguiente fue muy rápido, de conocidos pasamos enseguida a ser amigos. Y sin proponérnoslo nos hicimos amigos estimados. Esto lo descubrimos todos el día que Laura y Pili nos dijeron que no volverían al taller porque sus ocupaciones no se lo permitían. Ese día nos quedamos todos un poco tristes.

Hoy pienso que somos más que amigos estimados, amigos queridos, porque la tarde que por cualquier motivo no puede alguno acudir a la cita, le añoramos, y cualquiera de nosotros lee su trabajo, y hasta le aplaudimos aunque sabemos que no nos escucha. O si nos escucha, porque él o ella, (que sois más vosotras,) a esa hora, esté donde esté piensa en nosotros y agudiza los sentidos del alma con los que casi adivina lo que en el taller sucede en ese instante.

Creedme si os digo que cada uno de vosotros merecía una carta personal, porque cada cual tiene su propia identidad, sus motivos, y merecimientos de ello. Yo que por años puedo ser el padre de todos, y abuelo al menos de las dos más jóvenes, quiero disculparme porque se que a veces mi excesiva verborrea puede llegar a fastidiaros y aburriros, y si se hace frecuente, incluso puede llegar a joderos la tarde. Por favor, no consintáis que esto ocurra, porque lo que más me gustaría es que el día que me dé eso que llamamos un patatús, y no pueda acudir a la cita, me recordéis con cariño, y hasta me contestéis a esta carta.

Os quiero,

Jesús González González ©
Noviembre 2009

QUERIDO AMOR...

Querido amor...

Las hojas del otoño han llegado y recuerdo muy bien la primavera, los campos de azucenas y de rosas, las lindas margaritas tan eternas. Recuerdo que buscaba tu latido, tu rostro por el cielo y por la tierra, y entonces en mis sueños te encontraba marchando a pasear por la ribera. Los chopos sorprendidos nos miraban, los sauces inclinaban su belleza, las tiernas mariposas de colores, dejaban el amor con su belleza. Y entonces aspirábamos sin freno el dulce vendaval de la galerna, aquella que nacida en nuestras almas, vibraba por la sangre y por las venas.

¡Ay rudo corazón!, ¿Por qué te encoges? tu guardas el amor en la alacena, y sientes, a pesar de tanto tiempo, nostalgia de momentos y vivencias. Un día pudo ser una mirada, en otro aquella frase que dijeras, y en otro aquel suspiro arrebolado ó el beso deseado que te dieran. Tú sabes que el amor nunca es pasado, que nace y es presente hasta que mueras, que viaja prisionero tras tus pasos contando cada una de tus huellas. Y sabes que ese pecho que suspira, reposa sobre el tuyo su cabeza, tus manos en sus manos enlazadas y un sueño que os cubra y os envuelva.

Más sabes, como yo, que todo muere, que un día ya cansados y sin fuerzas, tendremos que marchar hacia ese viaje, sin ropa, sin billetes y maleta. Y entonces rezaremos a los cielos, pidiendo que nos suba a las estrellas, aquellas que miramos tantas veces, de noche, paseando por la arena. Quizás no nos concedan ese sueño y puede que el salitre y la marea, ahoguen nuestras rezos y las voces se queden contemplando a las sirenas. Más eso es fantasía del futuro, y sabes que el amor no lo contempla, se ama cada día, en cada instante, se viven los segundos que nos quedan.

...Ya sé que los papeles y las cartas, aguantan con paciencia nuestras letras, y aguantan los te quiero reprimidos y aguantan tantas lágrimas sinceras. No quiero que tú veas esta carta y juzgues a las letras que aquí veas, espero que penetres más adentro y llegues a este pecho que te espera. Y espera los latidos de tu cuerpo que surjan con la brisa entre la niebla y lleguen a mi lado presurosos cubriéndome de amor con su inocencia. ¡Ay bello corazón, no me abandones!, recuerda nuestros besos y promesas, unimos con un lazo nuestros pechos e hicimos del amor nuestra bandera.

Rafael Sánchez Ortega ©
28/11/09